En La República Literaria, una obra satírica de Saavedra Fajardo publicada en 1613, una caterva de personajes heridos y mutilados, algunos de ellos sin dientes, tuertos, sin nariz o sin cuero cabelludo; otros cojos o mancos, con profundas cicatrices ocultas por harapos, arremeten contra César Escalígero, uno de los críticos más conocidos entonces, encarnación de la soberbia y el menosprecio hacia grandes obras literarias de la historia. Los lisiados son los poetas clásicos a quienes Escalígero había sometido a su duro juicio, a consecuencia del cual habían quedado tan malparados. Este primer linchamiento de la historia de un crítico literario, más allá de registrar la presencia del género en la sociedad de los siglos XVI y XVII, demuestra ya su influencia en la aceptación o el rechazo hacia las obras y los autores que se leían en aquellos años.
El accidente nuclear de la central de Chenóbil, cumple esta semana 30 años, un acontecimento que cambió muchas cosas, entre otras seguramente el futuro de la antigua URSS. El único libro de Svetlana Aleksievich publicado en España cuando le concedieron el Nobel de literatura era Voces de Chernóbil (DeBolsillo), escrito en 1997. Después de leerlo, uno es más consciente de la tragedia desatada por el accidente de la central nuclear y del peligro al que estuvo sometida toda Europa a partir del 26 de abril de 1986. Entonces, la noticia creó en los europeos una alarma bien justificada, pero nos quedaba muy lejos una tragedia cuyas consecuencias no acertábamos a valorar y de la que no era fiable la información que se recibía desde la Unión Soviética. Diez años después de aquel accidente nuclear, el más grave del siglo XX, Svetlana Aleksievich recorrió los escenarios a los que afectó con más virulencia el incendio de la central y la nube radiactiva que se extendió por los territorios próximos, sobre todo en Bielorrusia, su país, cuya cercanía lo convirtió en su víctima más directa. Voces de Chernóbil es un dramático lamento coral de las consecuencias de aquella tragedia. Aleksievich no escribe nada sobre el accidente ni sobre sus consecuencias. Se limita a poner delante de los micrófonos de su grabadora las voces de un rosario de personas que se vieron afectadas por las consecuencias de la radiación y que cuentan lo que les pasó a ellos y a sus familiares, a sus amigos y a sus vecinos: enfermos, evacuados, muertos durante el accidente o como consecuencia de la radiación. A través de sus testimonios se rescata la historia omitida de Chernóbil.