En los años sesenta del siglo XX hizo fortuna el título de un libro que dio a conocer internacionalmente al semiólogo Umberto Eco. “Apocalípticos e integrados en la cultura de masas” (Ed. Lumen) recogía la polémica entre quienes defendían la importancia de la cultura de masas en la sociedad contemporánea y quienes la calificaban de seudocultura, afirmando que sus valores comerciales y de consumo no permitían integrarla en la cultura tradicional. La polémica no era nueva. Se trata de una constante que se viene planteando desde hace siglos en la historia de la cultura, una controversia similar a la que entre los siglos XVI y XVIII protagonizó la querella entre los Antiguos y los Modernos (véase el ensayo de Marc Fumaroli “Las abejas y las arañas”. Acantilado), la que en los años 30 del siglo XX trajo a España Ortega y Gasset con “La rebelión de las masas” (Espasa), reflejo asimismo de las propuestas de los filósofos de la Escuela de Frankfurt. La publicación del ensayo de Vargas Llosa “La civilización del espectáculo” vino a renovar la polémica sobre el enfrentamiento entre las diferentes culturas.
A lo largo de la historia es frecuente encontrarnos con artistas que también dedicaron a la escritura una gran parte de su tiempo. Actualmente casi todos los pintores, escultores, músicos, etc. tienen una obra literaria o ensayística considerable. Estos días se pueden ver en Madrid tres exposiciones de tres grandes artistas contemporáneos que también escribieron durante toda su vida. Kandisnky (con exposición en el CentroCentro de Cibeles) publicó artículos en revistas como “El jinete azul” y las obras teóricas “Punto y línea sobre el plano” y “De lo espiritual en el arte”. El suizo Max Bill (su exposición puede verse en la Fundación Juan March), escribió también en revistas como, “Information”, que él mismo diseñó, y fue editor de las obras de Le Corbusier y del propio Kandinsky, que fue su profesor, para las que hizo prólogos introductorios. Por su parte, Edward Munch (en el museo Thyssen Bornemisza), además escribir teoría sobre su pintura, guardaba todos sus escritos: cuadernos del colegio, esbozos literarios, fragmentos de obras nunca terminadas, cartas, artículos, telegramas, listas de la compra, postales, escritos de memorias y de arte… Con una selección de todo eso la editorial Nórdica publica “El friso de la vida”, título tomado de una de sus series pictóricas. En él hay un gran número de aforismos y reflexiones sobre el arte, en los que expresa, paralelamente a su pintura, las obsesiones que le acompañaron toda su vida, de una manera ahora literaria. A lo largo de sus “Esbozos literarios”, Munch va dando pistas sobre la génesis de algunas de sus obras: “Vampiro”, “Madonna”, “La sirena”, “Melancolía”, “El beso”, “Asesinato”… y, claro, “El grito”: “Paseaba por el camino con dos amigos cuando se puso el sol. De pronto el cielo se tornó rojo sangre… la sangre se extendía en lenguas de fuego… sentí que un inmenso grito recorría la naturaleza”.
“El que más vale no vale tanto como vale Valle”. Esta divisa, que figura en el escudo de los Valle-Inclán, dio pie al escritor para atribuirse unos inciertos orígenes nobiliarios heredados de sus antepasados. Basándose en ellos, en algún momento de su vida solicitó la concesión de los títulos de marqués del Valle, vizconde de Viexín y señor de Caramiñal. Su tío abuelo Benito Montenegro, que inspiró el personaje de don Juan Manuel, el de las Comedias bárbaras, descendía, según don Ramón, de una emperatriz alemana en cuyo blasón figuraban espuelas de oro sobre campo de plata. Valle-Inclán explotó siempre que pudo su ascendencia aristocrática para recrear una imagen a la que fue añadiendo los atributos intelectuales y estéticos que conforman su leyenda. Dedicó toda su vida a cultivar esta imagen que, al margen de su excepcionalidad literaria, le proporcionó un halo de originalidad que lo diferenciaba de la monotonía de sus contemporáneos. A ello se dedicó ya desde su juventud, muchas veces convirtiendo en fantasías algunas de sus vivencias y otras falseando directamente la realidad. Dos libros recientes, “Ramón del Valle-Inclán. Genial, antiguo y moderno” (Espasa), escrito por su nieto Joaquín del Valle-Inclán, y “Valle-Inclán. La espada y la palabra” (Tusquets), de Manuel Alberca, han investigado con rigor su biografía y recrean algunos de sus episodios más fantásticos.
Acaba de publicarse una encuesta del CIS que revela que “El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha”, la obra cumbre de la literatura española y una de las más importantes de la literatura universal, en la actualidad sólo la leen dos de cada diez españoles y que a casi la mitad de éstos (40%) no les ha gustado. Incluso es posible que los resultaos sean peores porque se dice que hay quien se avergüenza de reconocer que no lo ha leído. Este año, en que se conmemora el 400 aniversario de la publicación de la segunda parte del Quijote, se han registrado varias iniciativas que pueden mejorar estos datos porque tratan de hacer llegar esta obra a todo tipo de lectores.