La incisión debe hacerse por la espalda, es en la zona de las costillas donde se encuentran los pulmones. Es necesario deshacerse de la caja torácica, al menos de su parte posterior, para poder retirar sus órganos y posarlos sobre los hombros, sangrantes y todavía palpitando. En el inicio de la sala, un hombre establece un ritmo de cadencia óptima para un trance que dará lugar a la catarsis con la que vikingos y tantas otras civilizaciones hacen gala de su capacidad de abstracción. El castigado ha confesado su crimen: hubo asesinado a un granjero por intentar abusar de su mujer; acto seguido, presentose en la casa contigua, impertérrito, con la cara y el tórax salpicados de sangre. Llega el momento de reunirse con los dioses: junto a ellos le esperan innumerables litros de cerveza, infinitos y fértiles pastos, hermosas mujeres y un hidromiel dulce y sedoso como los cabellos de Freiya; mas no debe gritar, sino sufrir en silencio para que las puertas del Valhalla jamás se cierren.
Resulta inquietante el furor que pueden llegar a desprender los versos de Rimbaud cuando uno se decide a leerlos, porque no parece producto de una lucha contra el sistema, una inquietud moral o social; sino de un inconformismo casi metafísico en el que la sangre hierve por el simple hecho de existir. Se trata de un odio que emana de sus adentros de manera indiscriminada, hacia aquel lugar en el que encuentre algún tipo de agravio. Parece haber sido dotado de algún tormento especial, como un misterioso privilegio que siempre le ha mantenido alerta ante las injurias y sinsentidos de este mundo que lo han terminado por alejar de toda consolación, de toda simpatía humana.