No eran más de las diez de la noche cuando salía de la habitación de mi hijo con una sonrisa. Acababa de leerle uno de sus cuentos favoritos y dormía abrazado a su mantita de peluche. En ese momento, con mi otra hija soñando en su cuna, mi mundo tenía sentido pero solo un segundo después todo se desmoronó. A través de una notificación de WhatsApp en la pantalla de mi móvil me enteraba de que París había sufrido un ataque terrorista. Desde ese instante hasta pasadas las dos de la madrugada estuve pegada al móvil, concretamente a Twitter, donde las informaciones corrían y el horror de la capital gala cobraba forma.