Coincidiendo con que los supermercados ya han colocado el turrón y los polvorones, Carmena les ha dicho a los belenistas madrileños que este año no quiere ver el tradicional belén en el Palacio de Cibeles, que éste “no es sólo patrimonio de los católicos”. Así que ni el buey, ni la mula, ni el bueno de San José tendrán espacio frente a la diosa – la fuente, que no la alcaldesa. Y lo mismo con el belén de la Plaza Mayor. Los pastorcillos, como en el villancico, ya no verán a su rey, pero podrán disfrutar de ‘La Feria Internacional de las Culturas’ del Conde Duque. Porque para Manuela los belenes no son cultura, pero otras cosas sí.
Que la Navidad se ha convertido en una fiesta del consumo puede ser la excusa perfecta para retrasar el alumbrado una semana y con ello las compras navideñas. Al fin y al cabo, la economía madrileña no necesita impulso, y para qué aprovechar estas fechas para crear puestos de trabajo. Pero ¿qué culpa tienen las ovejas, un niño en un pesebre y una legión de angelotes? La de siempre. El sectarismo rancio de esa izquierda que trata de apartar todo lo que huele a religión cristiana. Estado laico bramaran los acólitos de Carmena mientras, una vez más, echaran por el suelo una tradición artesanal que se remonta al siglo XVI.
Apenas dos meses quedan para la llegada de las Navidades y en el Ayuntamiento no hay ni noches de paz, ni campanas de alegría. Está por ver si estas Navidades serán de pesadilla para Carmena, o si, tras las generales, los descabezados socialistas seguirán salvando a la alcaldesa de recibir carbón por su desastrosa gestión.