Los datos de Frontex apuntan a que entre enero y septiembre de 2015 llegaron a Europa más de 710.000 inmigrantes, generando mayor presión en… Grecia. Mientras, Bruselas afeaba a Atenas que no hacía los deberes y que Tsipras andaba buscando la cuadratura del círculo del consabido programa de rescate. Pero ojo, los datos oficiales también tienen un particular sesgo. Frontex puede contabilizar como un refugiado distinto aquel que es localizado a su llegada a Grecia, por ejemplo, y que luego, si logra moverse, aparece detectado en otro país miembro, por lo que la cifra real sería menor a la de esos más de 700.000 que se anuncia. Si ni siquiera tenemos las cuentas claras, poco funcionará la sacrosanta y aséptica ecuación pactada (a medias).
Quien ha peleado el asunto es el gobierno de Hungría junto a sus homólogos-palmeros del Este. Pero ojo, no nos cebemos con Hungría. Al fin y al cabo esta aversión hacia al asilado no es invento suyo. Lo que sí es húngaro 100% es el cubo de Rubik: bonito rompecabezas y bonita metáfora. Jamás fui capaz de resolverlo. La única vez que lo logré, aunque no cuenta, es aquella en la que hice lo que todos: quitar las pegatinas y ponerlas —ya sin uñas— donde correspondía. Pero de nuevo se me ha despistado Europa porque ni siquiera he visto a nadie afanándose en quitar las pegatinas para reubicarlas. La crisis humanitaria de los refugiados sirios que llaman a las puertas de Europa no puede soslayarse. Hay muchas vidas y mucho futuro —político, económico y social— en juego.
Me doy cuenta de que lo que ocurre en realidad es que Europa tiene vergüenza y por eso se esconde. No sólo no ha sabido resolver el problema de las fronteras exteriores, sino que además, se ha desangrado por las fronteras interiores. Aquí tenemos el caldo de cultivo para que el conflicto sea cada vez más complicado de afrontar. Seguiremos dando vueltas al cubo de Rubik, pero Europa no aparecerá. ¿Quién la tiene seducida o escondida? ¿La buscamos en la constelación de tauro que es donde la puso a descansar la mitología? Quizás la respuesta la tiene el anverso de la moneda de dos euros griegos: nuevamente, el rapto de Europa.