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Viernes, 16 Octubre 2015 13:21

Pregúntele a la UE

Escrito por 
Pablo Sapag Pablo Sapag

Cada día que pasa la Unión Europea (UE) afea un poco más el retrato de sí misma que ha dibujado a lo largo de la crisis siria. La avalancha de refugiados del verano, la reafirmación del compromiso histórico de Rusia con Siria y las consecuencias sangrientas de la política del régimen islamista del turco Erdogan exponen en toda su crudeza la inanidad de una UE a la que ya no solo se le puede achacar ser en política exterior un apéndice de EE UU. También el exponer temerariamente a sus ciudadanos y la seguridad mundial por su incapacidad para definir sus propios intereses, su desconocimiento de la Historia y su majadera insistencia en encubrir su irrelevancia con propaganda semántica de la mala, de esa que por poco creíble ya ni siquiera usan los yihadistas ni los EE UU, con agendas coincidentes en Siria desde el día uno.

La UE –también los medios- sigue hablando de “guerra civil” en Siria cuando en ese país hay cualquier cosa menos eso, entre otras razones porque muchos de los que combaten al Estado sirio no son sirios ni tienen una agenda nacional. De haberlo sido y con toda la ayuda militar, diplomática y económica que han recibido habrían ganado hace rato. Esos que la UE llama “rebeldes moderados” son en su mayoría yihadistas y mercenarios extranjeros al servicio de potencias regionales y globales con intereses que van desde la imposición de una dictadura islamista sin fronteras a la cantonalización religiosa de Siria para así justificar al único estado confesional de la región: Israel. ¿Qué pretende la UE que negocie con ellos el gobierno sirio? ¿El largo de los burkas afganos y las barbas que ya impone la hisba –policía religiosa- en Raqaa y otros lugares de Iraq y Siria? ¿El monto de la yizya, ese impuesto medieval que deben pagar al califa los infieles? ¿Las horas que duran los matrimonios que algunos jeques validan en el marco de la yihad sexual? ¿Con quiénes quiere la UE que negocie el gobierno sirio, los yihadistas que apoya la dictadura de Arabia Saudí, los que financia la de Qatar, los europeos que han entrado a Siria por la Turquía islamista que al mismo tiempo es incapaz de controlar las playas por las que salen los refugiados que vienen a la UE? ¿A quiénes se refiere la UE cuando “exige” a Rusia que no ataque a los “rebeldes moderados” que no son del Estado Islámico? ¿Tal vez a los del Frente de la Conquista que lidera Jabat al Nusra, la marca de Al Qaeda en Siria, a los de Jorasán, Ahrar al Sham o los de Jeish al Islam, entre otros? ¿O es que la UE no se enteró de que  varios de esos grupos ocuparon en mayo pasado la provincia entera de Idlib mientras eran apoyados logística y militarmente desde Turquía?

El tiempo para que la UE aprovechara la crisis siria para construir una política exterior independiente de EE UU y al servicio de sus ciudadanos se ha acabado. La última posibilidad se la ha dado Rusia pero ha primado el gatillo fácil de Monsieur Hollande dentro y fuera del Elíseo frente al peso de la Historia. Rusia actúa por intereses, claro, como EE UU y la mayoría de los estados. La diferencia es que mientras los intereses de EE UU fuera del Hemisferio Occidental (las Américas) tienen que ver esencialmente con lo inmediato y el beneficio económico o militar sin más, Rusia introduce la variable histórica y cultural, la que dota a las políticas exteriores de consistencia y credibilidad. Desde el siglo XVIII, antes de que existiera EE UU, Rusia se convirtió en protectora oficial de los cristianos ortodoxos de Siria, el grupo mayoritario de los cristianos en ese país, cuyo peso cualitativo en la sociedad –la UE tampoco se entera- es mayor que el meramente demográfico. Esa relación de larga data complementa el hecho de que la mayoría de los altos funcionarios sirios han hecho posgrados en Rusia y no en universidades de EE UU o la UE. Rusia también actúa, claro está, por sus intereses materiales e inmediatos, como la base de mantenimiento naval en Tartus, el trazado de oleoductos y gaseoductos, el combate al yihadismo en escenarios lejanos para no tener que hacerlo luego en la propia Rusia o su industria armamentística. ¿O es que EE UU no tiene bases en Europa, en esa Arabia Saudí que ya ha decapitado “legalmente” a 180 personas este año o en la Turquía del islamista radical Erdogan? ¿O es que EE UU y muchos estados de la UE no venden armas aquí y allá, a unos y a otros? Intereses, se llaman.

Como en otras muchas ocasiones, EE UU no tendrá inconveniente en desdecirse –ya lo ha hecho en Vietnam, Iraq, Afganistán o recientemente en Cuba- cuando reconozca el cambio sustancial que la reafirmación rusa de su centenaria política en Siria está teniendo sobre el terreno. De lo contrario se expondría a una conflagración mayor y de tintes casi mundiales. ¿Qué hará entonces la UE? ¿Cómo hará frente a esos cientos de miles de refugiados que salen de una Turquía con la que hace frontera y que durante mucho tiempo estará sumida en el caos y la violencia? ¿Cómo gestionará la vuelta a casa de los yihadistas europeos que ya empiezan a retornar desde Siria? ¿O es que de verdad apoyar la destrucción de Siria se corresponde con los intereses de la UE? Preguntas.   

         

       

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