Toda esta situación ha hecho que el pueblo responda y nunca es tarde si la dicha es buena. Hemos estado aguantando años de corrupción, viendo cómo el poder nos dejaba de lado para enriquecerse impunemente, pero ningún hombre honesto se hace rico en un momento.
Quien parte y reparte se lleva la mejor parte, y así ha ocurrido. Se han repartido el pastel, se han metido en los consejos de las grandes empresas concediendo contratos millonarios a familiares, amigos o a carroñeros a cambio de favores; pero todo esto lo hemos consentido nosotros mirando desde la barrera. No es posible que una misma persona pueda estar en el poder durante veinticuatro años, esto favorece la corrupción. Solo nosotros, los ciudadanos, podemos cambiarlo.
Nos engañaron con sus promesas incumplidas. Yo siempre he pensado que más vale un “toma” que dos “te daré”. No solo no nos dieron, sino que se dedicaron a quitarnos: los sueldos, el trabajo, la calidad de la educación, la sanidad pública, nuestras casas y a algunos hasta la vida. Esa gente desesperada que llegó al suicidio merece que nos levantemos por ellos y logremos un cambio.
Ha llegado la era de ese cambio. Hemos ido a las urnas con la esperanza de encontrar una generación política diferente, que de verdad, atienda las necesidades de los más desfavorecidos, que no se dejen llevar por la erótica del poder y solucionen los problemas sociales y económicos que nos asfixian.
Esa generación ya está aquí, ahora nos toca vigilar que no sean lobos con piel de cordero porque, que no se olviden que a cada cerdo le llega su San Martín.