Los cursos de formación profesional se venden como una herramienta antidesempleo. Además, parte de la gente que lleva a cabo estos cursos, se siente defraudada porque no logra su objetivo de encontrar trabajo, a pesar de haber pagado una importante suma de dinero.
Una de estas personas es Alba Vega Chocano, que denuncia las promesas falsas y las confusiones vividas dentro de un curso de formación de recepcionista gestionado por el Centro Ágora. “Yo ya he perdido el dinero, pero engañan a mucha gente diciéndoles que van a hacer prácticas y luego van a tener trabajo”, afirma.
El Centro Ágora es una empresa que se dedica a la formación y al desarrollo laboral de sus alumnos. Ofrece preparación para profesiones como camarero, comercial, gobernanta o recepcionista. Su compromiso es, según su página web, orientar “para que tus aspiraciones laborales se conviertan en tu realidad profesional”.
Polémica en torno a las prácticas
Según Vega, el centro promete, en sus llamadas telefónicas a nuevos clientes, una entrevista de trabajo para acudir al centro donde realizan las clases de los distintos cursos que imparten. Una vez allí, ofrecen a la persona que haya acudido uno de esos cursos. Pero el Centro Ágora señala que esto “es absurdo”, argumentando que no se puede garantizar un trabajo ni una entrevista porque el centro no es el que contrata, “sino los hoteles y empresas”.
Esto se corrobora en la página web, donde el Centro Ágora no promete en ninguno de sus apartados empleo seguro a sus clientes ni entrevistas directas, asemejándose al discurso presencial de la entidad.
El centro se escuda afirmando que los clientes que piensan como Alba Vega “habrán entendido mal”. Aseguran que es verdad que lo usuarios cuentan con posibilidades de salir con trabajo tras recibir la formación. Esto se debe a que el centro facilita el acceso a unas prácticas: “si en este período haces las cosas bien, hay gente que se queda, y eso es cierto”.
Sin embargo, la joven declara que se empezó “a impacientar”, ya que el periodo de formación había terminado hacía ya un tiempo y, desde Ágora, no le aportaban dichas prácticas. Por todo ello, se las buscó por su cuenta.
A Oriana Díaz, una amiga de Alba Vega que pudo desarrollar las prácticas facilitadas por el centro, “no le daban ningún tipo de remuneración y ni siquiera le pagaban el transporte”, afirma Alba. El Centro Ágora declara en respuesta a esto que las empresas con las que tienen un convenio firmado “no atesoran ninguna obligación de remunerar las prácticas dadas, ya que la única retribución inamovible es el ejercicio del trabajo por el que se ha formado el alumno en el centro”.
Incoherencia o adaptación a diferentes perfiles
Otros de los aspectos que denuncia Alba Vega son ciertas irregularidades y contradicciones en el discurso del personal que trabaja en este centro. Comentándolo con más compañeras y amigas, la joven se percató de que a ella le prometían cosas que al resto les habían negado: “Llegamos a la conclusión de que nos prometían cosas diferentes. Por ejemplo, una de mis amigas me dijo que con Barceló no trabajaban, y a mí me habían dicho que sí”.
La comprobación de estas incoherencias en el discurso interno del centro solo hizo aumentar la desconfianza de Alba y sus amigas hacia él. No tuvieron la oportunidad de hablar con la directora, ya que una empleada se les puso delante de la puerta de la misma. Esta persona explicó que “dependiendo del perfil de la persona se le comunicaba una cosa u otra”. Por lo tanto, según el centro, una persona que tenga un currículum más completo que otra, optará a más prácticas.
Alba Vega trabaja, en la actualidad, en un hotel de cinco estrellas en Malta pero, a su juicio, esto no se debe a la formación recibida en el centro. Ágora no se atribuye las acusaciones de Alba y las considera falsas. Son dos discursos opuestos que proceden de una misma realidad.