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Viernes, 08 Mayo 2015 11:11

España y su aparente neutralidad en la IIGM

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Pancarta de bienvenida de los prisioneros españoles a las fuerzas aliadas que liberaron Mathausen en Galicia /F: Wikipedia Pancarta de bienvenida de los prisioneros españoles a las fuerzas aliadas que liberaron Mathausen en Galicia /F: Wikipedia

El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil española con Francisco Franco como Jefe de Estado del nuevo régimen que se estableció en España. Apenas medio año después, Adolf Hitler desencadenó la ofensiva sobre Polonia, lo que produjo el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Con una España prácticamente destruida y una sociedad arruinada, Franco decidió mantener una postura de neutralidad, pese a que su simpatía hacia el bando alemán era evidente.

Al igual que muchos de sus contemporáneos europeos, Francisco Franco estaba convencido de que la época de las democracias había pasado, y que el futuro de Europa se encontraba en los regímenes nacionalistas autoritarios. Pese a ello, y pese a haberse suscrito, en 1937, a un pacto secreto con Berlín que exigía consultas mutuas sobre temas de interés común; el Caudillo aseguró a París y a Londres durante la crisis de Munich del otoño de 1938 que, en caso de conflicto europeo generalizado, España permanecería neutral.

Esta reacción era la esperada, pues la Guerra Civil estaba dejando al país destrozado y en ruinas. Más de medio millón de personas murieron a lo largo de la contienda y 300.000 se exiliaron a campos de refugiados de la costa francesa, a México u Argentina, principalmente. Esto supuso una lacra para el desarrollo cultural del país (muchos eran científicos, escritores o artistas) y un gran impacto demográfico. Además, edificios, estaciones ferroviarias y casi todas las infraestructuras quedaron totalmente destruidas; por lo que se produjo un estancamiento económico dónde el hambre fue llamando a las puertas de muchos españoles.

Con este panorama, durante la Segunda Guerra Mundial España se mantuvo neutral. Pese a todo, la simpatía por Alemania era evidente, pues ésta había ayudado a Franco a vencer a los comunistas. Hitler, de acuerdo con las investigaciones del historiador Ángel Viñas, consideró que la victoria de los sublevados favorecería  a los intereses de la política exterior alemana. Por eso, en noviembre de 1936, Hitler ordenó el envío de una unidad aérea completa que se constituyó como una unidad autónoma dentro del ejército sublevado. Por lo que, en parte, Franco podía sentirse en deuda con Alemania.

El inicio de la guerra

El momento llegó en la primavera de 1940, después de la rápida conquista de Francia por parte de Alemania. Eso hizo pensar a Franco que esta ganaría la guerra y dominaría Europa. Y es que si en mayo Alemania iniciaba la invasión de Holanda, Bélgica y Francia; en poco más de un mes y medio, Alemania ya controlaba la totalidad de Europa occidental. Por eso, el 12 de junio de 1940, Franco anunció una nueva política: la de no beligerancia.

Por su condición de neutral, el país fue centro de importantes operaciones para los servicios secretos de ambas partes. Su situación geográfica era particularmente apropiada, teniendo en cuenta, sobre todo, que en las colonias de África vivían fugitivos, desertores y espías que sacaban partido a la guerra.

De hecho, África jugó un papel importante para España, al decidir ésta no entrar en guerra. Tal y como afirma José Moreno Tallon Farnesio, licenciado en Historia y profesor de secundaria, “mucho se ha debatido sobre la entrada o no de España en el conflicto”. Comenta que diferentes historiadores han defendido una u otra postura destacando, cada uno de ellos, datos objetivos con los que justificar su ideología; pero que hoy en día se da por buena, “aunque solo sea entre bastidores”, que Franco se negó a entrar en la guerra a no ser que Hitler le cediese grandes compensaciones en África, en perjuicio de Francia.

Así, Hitler hizo varios esfuerzos para involucrar a España en la guerra, con la promesa de mantener sus colonias en África y recuperar Gibraltar, pero Franco no mostró mucho entusiasmo, pues el país no estaba en condiciones de afrontar una nueva guerra de tal magnitud. Además, en una reunión que tuvieron ambos dirigentes el 23 de octubre en Hendaya para tratar las supuestas condiciones de entrada en guerra, Franco impuso cláusulas que a Hitler le parecieron excesivas (ayuda militar y económica, recuperar Gibraltar y posesiones del norte de África a costa de Francia).

Colaboración con ambos bandos

Lo que sí hizo España es servir de puente para agentes aliados que huían de Francia para intentar llegar a Gibraltar o a las costas del Atlántico, donde podían ser recogidos por barcos o aviones amigos. De igual forma, pilotos y marineros del Eje, podían cruzar los Pirineos en sentido contrario para llegar a salvo a Alemania. Ambos bandos podían contar con la ayuda necesaria para cruzar en un sentido y otro; pero nada les garantizaba no toparse con el adversario por el camino.

Pero no solo eso, pues como destaca José Moreno Tallón: “se nos olvida a menudo que España, sin entrar en guerra, sí jugó sus cartas para obtener una ganancia territorial en 1940. Pequeña, eso sí, pero no menos importantes”. Se refiere a Tánger, en manos de un administrador internacional desde 1923, ya que Gran Bretaña no deseaba que España controlase las orillas del Estrecho de Gibraltar. Pero con la guerra, Tánger pasó a manos españolas, “aprovechando que alemanes y británicos estaban en plena ‘guerra de Inglaterra’”, pues “el gobierno español se anexionó la zona internacional de Tánger sin oposición alguna en dicha ciudad y sin reclamaciones por parte de los franceses”. “Fue una conquista estratégica muy importante, ya que su ocupación se realizó sin peligro y sin gloria, porque las grandes potencias luchaban por un objetivo mayor” –sentencia Tallón. A esto, Florentino Rodao García, Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, añade: “ocupó Tánger con la excusa de que lo hacía temporalmente porque Francia había sido conquistada. Franco cojeaba, pero fue cuidadoso de no traspasar la raya”.

Pese a todo, cuando Alemania invadió la URSS en junio de 1941, Franco envió la División Azul para luchar en el frente ruso. “No es que declarase la guerra a la URSS, sino que mandó un batallón de voluntarios, que es casi lo mismo, pero no es entrar en guerra” –afirma Florentino Rodao. En total, un batallón de 47.000 voluntarios españoles formaron la división de infantería y participaron en la lucha contra la Unión Soviética. En un principio, sólo se podía reclutar a aquéllos soldados experimentados y formados íntegramente en ese campo, pero, finalmente, se acordó que los soldados serían voluntarios y estarían comandados por oficiales profesionales del ejército español.

Las cosas cambiaron según se modificó el rumbo de la historia. Un primer factor fue que, en septiembre de 1942, Franco sustituyó a Serrano Súñer en el Ministerio de Exteriores, por el general Gómez Jordana, menos favorable al Eje. El segundo fue que en octubre de 1943, ante la previsible derrota alemana, España decidió volver a la neutralidad. Así, el papel de España al final de la Segunda Guerra Mundial terminó con el retiro de la División Azul del campo de batalla y con un intento de tratar de mejorar las relaciones con los países aliados.

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