Amanece en París, un 30 de septiembre. Es la mañana de la penúltima jornada de la semana de la moda de la capital francesa, celebrada entre el 23 de septiembre y el 1 de octubre. Una fecha que está subrayada en los calendarios de todo aquel que ame la alta costura, pues es el turno de Chanel y Karl Lagerfeld. Año tras año, el Grand Palais se viste de gala para albergar el desfile que medio mundo aguarda con expectación. Siempre un nuevo espectáculo, siempre una nueva polémica.
El último gran show de la conocida firma volvió a sorprender. Lagerfeld plasmó sobre la pasarela aquella célebre frase de Coco Chanel: “Las mujeres siempre han sido las fuertes de este mundo. Los hombres, incluso, han buscado siempre a las mujeres como esa almohada a la que acudir y apoyar el hombro”. La fortaleza de la mujer y, a su vez, la elegancia de la ropa femenina, son dos conceptos que formaron un maridaje sublime para deleitar y ensimismar a los presentes.
El Grand Palais perdió su aspecto habitual y recreó una calle de París para dar paso a un desfile-manifestación. Las modelos, con Cara Delevingne y Giselle Bündchen al frente, portaban pancartas reivindicativas a favor de los derechos de la mujer. Para el periodista Alberto Espinosa, “Chanel, sin la mujer, no tiene sentido. Su fundadora liberó a la mujer de los corsés e incómodas ropas de finales del siglo XIX y principios del XX. Ella fue la primera en liberarse, y después vino el resto”.
Los desfiles de la firma francesa se caracterizan, en los últimos tiempos, por “reivindicar la estética y los espacios públicos donde la mujer hace su vida”, afirma Espinosa. En ocasiones anteriores, Chanel y Lagerfeld llevaron la alta costura a los supermercados, al polo glacial, al bosque o, incluso, a un cine antiguo. Sin embargo, en este mes de septiembre, el modisto se inspiró en este convulso clima político que envuelve al viejo continente. Las reivindicaciones no estaban dirigidas contra nada, simplemente “hizo de una manifestación algo estético y cool.... algo que fuese distinto a lo que hay”, confiesa el periodista y conocido de Karl Lagerfeld, Alberto Espinosa.
Aunque la firma francesa es un ícono de la elegancia más sofisticada, ha añadido a sus colecciones un toque provocativo que siempre ha hecho despertar el interés del público y de los medios. Muestra de ello fue el desfile en el que Chanel eligió a dos mujeres vestidas de novia para que pasearan de la mano como muestra de apoyo al matrimonio homosexual. Una estrategia de marketing dirigida siempre por Karl Lagerfeld.
El responsable del éxito de los desfiles de Chanel es considerado el ‘papa’ de la moda, el ‘káiser’ de la alta costura. Desde que tomó las riendas de la firma en 1982, “pidió que le dejasen hacer lo que él tenía en la cabeza para resucitar a la marca. Le dieron carta blanca y el resultado está ahí”, afirma el experto Alberto Espinosa. La firma gala es, a día de hoy, una de las más rentables del panorama de la moda, a pesar de sus elevados precios.
Karl Lagerfeld es la esencia de Chanel. No sólo se ha dedicado a diseñar vestidos, sino que todo lo que hace la firma está pensado por el modisto. “Él es quien boceta todo hasta el último detalle. Más de lo que algunos piensan, Karl Lagerfeld controla a todo su equipo para que la idea estética que tiene en la cabeza se haga realidad”, añade Espinosa. Según el especialista en moda, “Lagerfeld da las pautas y su equipo, uno de los mejores y más completos en el mundo de la moda, se encarga de plasmar la idea”.
Seguir en la cima de la alta costura, durante más de un siglo, es un reto titánico que Chanel ha sabido hacer tangible. Una firma que desde su fundación, en 1909, se ha adaptado a los tiempos y ha logrado que mujeres de distintas generaciones amen y vistan de una marca que es santo y seña de la elegancia más sofisticada. Un logro, que, en las últimas tres décadas, ha de atribuirse a Karl Lagerfeld, ya que ha sabido jugar entre la polémica y la elegancia para hacer que Chanel sea la firma que marque el ritmo de la moda.