Foto: Henrique Alvarellos
Con un perfil que recuerda a Castelao, siendo admirador, también discípulo, de Valle-Inclán, y un habitual de anotar ideas en servilletas de papel como hacía Picasso con sus bocetos, era inevitable que Roberto Vidal Bolaño grabase su nombre en la historia del teatro.
El próximo 17 de mayo, Día de las Letras Gallegas, se homenajea a Vidal Bolaño por su labor y empeño en materializar un teatro nacional gallego. Dramaturgo, director de teatro, actor, responsable de dos compañías teatrales (Antroido y Teatro de Aquí) e interesado por el terreno audiovisual. Comenzó a trabajar a los 12 años, y su despido como empleado de un banco a los 27 fue el empujón necesario para que dedicase su vida a profesionalizar el teatro en Galicia. Polifacético en su dedicación, desempeñó muchas funciones delante y detrás del telón, desde iluminador y director de escena, hasta dramaturgo y actor.
Su nombre evoca la llamada al inconsciente colectivo. Su figura recuerda a una heroína de antiguas epopeyas en tiempos presentes, una de las grandes mujeres de la historia de nuestro país. Lidia Falcón, grandiosa, inmensa, devastadora como nadie. Una mujer, extraordinaria; ella sola, colosal como todas. Su mirada de tonalidades celestes respira por su alma dejando ver una lucha que comenzó hace años, en las crudezas de un franquismo que le llevó a prisión por batallar, con voz y racionalidad, contra una cultura machista y patriarcal donde la mujer no era más que un apéndice externo del hombre, sin voz, voto, voluntad, sumisa en su totalidad.
Foto: filmotecavasca.com
Su eterno cigarrillo es sin duda uno de los rasgos más identificables de Marisa o Izaskun, sus más célebres personajes. Su mirada inteligente, lengua mordaz, imagen despreocupada y espíritu jovial a pesar de sus arrugas y su aspecto frágil, eran compartidos con la persona real que se escondía tras la vecina más cotilla de Desengaño 21 y Mirador de Montepinar.
La actriz Mariví Bilbao fallecía la mañana de un lluvioso 3 de abril en su domicilio de Bilbao, ciudad que la vio nacer un lejano 22 de enero de 1930. En su adiós nadie puso dosis alguna de melodrama ni tristeza. Las cientos de personas entre compañeros y gente anónima que acudieron a su funeral se despidieron de ella como más le habría gustado: anécdotas, canciones, risas y aplausos, y un paquete de tabaco sobre el féretro. Nada más apropiado para una incansable fumadora que trabajaba fabricando sonrisas a través de la pantalla.