Para muchos, el último mes del año se asocia con luces que alumbran las calles, aglomeraciones de personas que se disputan el regalo de turno en la tienda de moda o suntuosas cenas regadas con vino, champán y rematadas por turrones, polvorones y demás postres típicos de la Navidad.
Sin embargo, para muchos otros, más de los que generalmente se sabe o se quiere saber, esta festividad tiene poco de alegría, poco de familia, poco de calor. Ni tampoco comida. Ni techo.
Se trata de las cientos de personas que se acurrucan bajo capas de mantas, cuyo color original sólo se puede imaginar. La mayoría de ellas han adquirido el tizne de las aceras, la suciedad del humo, desprenden la desilusión de aquellos que se sienten desolados atemorizaos ante los días que se aproximan… las temperaturas bajo cero se acercan. Ya queda menos, menos para las heladas, para las lluvias y el frío, para la tan aterradora frase que les destroza la esperanza de dormir bajo techo: “no hay camas, lo sentimos”.
“Es horrible”, confirma Sofía, ama de casa voluntaria en el comedor social del distrito de la Latina: “es desolador tener que decirle a decenas de personas todas las noches que no tenemos camas disponibles, con suerte les podemos dar un plato de comida y alguna manta, si nos sobran”.
El VII Recuento de Personas sin Hogar, iniciativa impulsada por el Ayuntamiento de Madrid, arroja datos nada alentadores: en una noche cifraron en 764 personas las que viven en la calle, a las que se suman las 1.141 personas habituales en centros sociales.
El informe ha intentado ofrecer un perfil lo más aproximado posible a la realidad que esconden las calles y que más de uno se niega a ver.
Para ello, han sido múltiples las variables que han utilizado, desde la concentración de personas según los diferentes distritos urbanos, pasando por la edad, el sexo y la nacionalidad, hasta llegar a su estado civil o nivel de estudios, entre otros muchos.
Las conclusiones que se desprenden son un aumento indiscutible, situado en 5-7%, desde 2009, coincidiendo con la época más dura de la crisis económica, caracterizada por despidos masivos, bajadas de salarios y desahucios.
Teniendo en cuenta los diferentes barómetros utilizados por el Ayuntamiento, el perfil de persona sin hogar es de un hombre de edad media, cercano a los 45 años, cuyo lugar habitual para dormir son las calles o plazas, junto con sus pertenencias. Se trata de individuos que no cuentan con ningún sitio determinado donde pasar la noche y que afirman que antes tenían domicilio. En cuanto a su estado civil, la mayoría son solteros, a los que les siguen los casados y separados. En lo referente a la nacionalidad, las estadísticas muestran que desde diciembre de 2006 hasta el del año pasado, aproximadamente el 55% de las personas sin casa es de nacionalidad extranjera, frente al 45% de nacionalidad española. Entre los foráneos, la lista la encabezan los procedentes de Europa del Este, con un 63,6%, a los que les siguen los del Magreb, con un 14,6%, mientras que el tercer lugar lo ocupa los individuos, con un 10%.
Ante estos datos son múltiples las campañas puestas en marcha por asociaciones sin ánimo de lucro, como Cáritas, o por entidades destinadas a labores sociales, como el Banco de Alimentos, que aumentan sus esfuerzos para intentar aliviar esta situación.
R.M es un hombre de 49 años, lleva casi cuatro de ellos alternando sus días entre parques, bancos y, si hay suerte, albergues “nunca creí que esto me pasaría a mí”, confiesa mientras las lágrimas amenazan con derramarse por sus castigadas mejillas. “Los veía a diario, claro, pero hacía como los demás…para mí no existían, no eran nadie…ahora soy uno de ellos”. Técnico de mantenimiento y padre de un hijo del que hace tiempo perdió la pista, un día su empresa hizo un ERE y se vio sin casa, sin dinero, sin nadie a quien recurrir. De un día para otro dejó de ser alguien “con una vida digna” para pasar a ser poco más que “un parásito más de la calle”, como él se define.
José Antonio Jiménez, coordinador de Cáritas Madrid confirma que “esta realidad es muy difícil, nos enfrentaos a un aumento brutal de personas excluidas de la sociedad, con rentas cada vez más bajas…hoy en día hay mucha más pobreza pero los recursos siguen siendo los mismos” y concluye con un dato escalofriante “sólo el 6% de los que atendemos perciben algún tipo de prestación social”.
En cuanto a las características comunes que comparten los que no tienen un hogar dice que “es imposible especificar un perfil concreto, aunque compartan algunos rasgos”, a lo que añade que uno de los puntos comunes son “las enfermedades mentales…es muy complicado porque la mayoría de las personas con las que trabajamos vienen sin diagnosticar…lo más frecuente es que presentes síntomas de esquizofrenia o trastornos de la personalidad, además de adicciones, que en la mayor parte de los casos es el origen de estas enfermedades”.
Sí que hay un cambio en el perfil del sin techo, como apunta Jiménez “es muy triste pero hemos observado que en los últimos años el número de jóvenes desamparados se ha disparado… se trata de chicos que antes estaban protegidos por la Comunidad de Madrid, provenientes de familias conflictivas que, una vez cumplida la edad reglamentaria, se ven en la calle”.
Cáritas apuesta por la inserción social “no somos un simple albergue, contamos con talleres de formación profesional… muchos vienen sólo de paso o a estar unos días, otros se quedan en nuestros centros, casa de acogida donde pueden estar años hasta que vuelven a una vida decente”. En este caso no se tratan de centros de emergencia, donde ofrecen los servicios básicos, sino de instituciones que, mediante convenios con la Comunidad de Madrid, trabajan diariamente con las personas sin recursos, ofreciendo formación, comida y techo; además de esperanza y oportunidad.
“Hay más solicitudes de alimentos pero al mismo tiempo hay más donaciones. La sociedad es más solidaria y responde bien antes estos problemas” apunta Carmen Polo, responsable del departamento de comunicación del Banco de Alimentos en Madrid, a la vez que señala que “en Navidad se incrementa el número de campañas de recogida de alimentos y la sociedad responde muy bien porque está más sensibilizada hacia las necesidades de los demás”. Por último Polo agradece el papel de los medios de comunicación en esta mayor concienciación de la población pues “es importante la ayuda de los medios de comunicación para dar visibilidad al problema y a las entidades de todo tipo que trabajan ayudando a las personas necesitadas. También es importante dar charlas en colegios, hacer talleres, realizar visitas al Banco de Alimentos y a determinadas entidades benéficas, etc.”
¿La solución? Quizás darse cuenta de que los que duermen en bancos, portales y aceras existen, de que con pequeños gestos se pueden lograr grandes cosas, ser conscientes de que, al fin y al cabo, son personas y tienen los mismos derechos.