Infoactualidad: ¿Qué le empujó a escribir Bajo mi piel? ¿Cómo comenzó todo?
Nidia Represa: Normalmente el acoso comienza cuando tus compañeros se distancian y se divierten a tu costa. Se pasan las clases burlándose sobre tu aspecto físico, tus gustos o tu manera de hacer las cosas. Pero en realidad no existe un momento concreto, una acción que te haga darte cuenta de que te están acosando, en ese entonces ni siquiera sabía ponerle nombre a lo que me estaban haciendo. Es algo progresivo, al principio ni te das cuenta, pero cuando las situaciones empeoran empiezas a plantearte si lo que hacen es algo normal, si es normal que ellos se diviertan y tú, por el contrario, sufras.
I: Ni sus padres ni sus profesores se dieron cuenta entonces de lo que le sucedía. ¿Qué hizo entonces para afrontar aquella crisis?
N.R.: No era que no se dieran cuenta, mi madre siempre tuvo sus sospechas e intentó apoyarme como pudo, pero yo intenté mantenerla fuera de todo aquello.
¿Qué hice? Tragármelo todo e intentar auto convencerme de que podría con ello sola. Medir mis palabras e intentar no decir nada que pudiese provocarles, tener cuidado con mi manera de hablar, vestir, peinarme o caminar y tener cuidado de no mencionar nunca a mi hermana delante de ellos para que no la metiesen también. Resumiendo: Estaba siempre alerta, preocupada e intentando evitar provocar estímulos que desencadenasen sus conductas agresivas.
Todo lo que sientes en estas situaciones es tan complejo y frustrante que es complicado hacérselo entender a la gente. Son muchas emociones y pensamientos. Es casi imposible describirlo en dos líneas, por eso mismo escribí el libro. Todo lo que sentí, toda esa impotencia, está encerrada en las páginas de Bajo mi piel. La historia no es la mía, es la de mi personaje, Mara, pero los procesos emocionales y psicológicos son los míos.
I: Usted cambió de centro educativo, pero el acoso siguió en las redes sociales y su padre tomó parte desde ese momento. ¿Qué hicieron para solucionar esta situación?
N.R.: No mucho, en ese momento casi no se conocían las redes y no había ningún tipo de ley que me protegiera. Mis padres fueron al colegio con la evidencia, pero pusieron la excusa de que no era cuestión suya porque no había sucedido ni en horario escolar ni dentro de la institución. Al final el director lo único que hizo fue hablar con los padres de cada uno de los implicados, pero no hubo mucho más.
La laxa regulación legal de la privacidad y la intimidad de las redes sociales condiciona su uso por los menores. Y ni las leyes tradicionales están diseñadas para regular estos comportamientos, ni los políticos y legisladores tienen ni idea sobre los usos que hacen los menores de la red. Creen que saben, pero están condicionados por sus intereses políticos, económicos y electorales.
I: ¿De qué modo podría prevenirse el ciberacoso?
N.R.: La mejor manera de prevenir es conocer. Tendría que haber algún curso en el que expliquen cómo funcionan las redes sociales y cuáles son sus límites. Las leyes en este tema también son muy importantes, las regulaciones, limitaciones y posibles consecuencias que tendría el acosar a un compañero, además de poner medidas de defensa para los acosados y los profesores, para que éstos puedan ayudar sin poner su titulación o su integridad física en peligro.
Y un curso de resolución de conflictos y de concienciación. Esto es lo más importante porque, cuanto antes se sepa en los colegios lo que supone el acoso, menos chicos tenderían a hacerlo y más intentarían combatirlo. Muchas veces la impotencia, el no saber cómo actuar en una situación así, es por el desconocimiento y la falta de recursos para solucionarlo.
I: Los padres y los profesores no siempre tienen los medios para luchar contra esta realidad. ¿Qué síntomas pueden percibir en los jóvenes afectados y cómo deberían actuar?
N.R.: Por mucho que un chico que está siendo acosado intente ocultarlo hay síntomas muy claros que pueden dar la señal de alerta. El principal es su cambio conductual, cuando empieza a cerrarse en banda, a no querer hablar ni salir y a encerrarse en su cuarto.
Este es el que mejor se ve, pero también se pueden encontrar signos palpables en otras áreas como la emocional, la educativa y la médica. Alguien que está sufriendo acoso se volverá más apagado, callado, triste y no tendrá energía. Puede tener alguna que otra explosión de ira; esto sucede porque, de alguna forma, se tiene que liberar el estrés que genera la situación, por eso suelen pagarlo con los padres, porque en un ambiente seguro, con personas que saben que no van a hacerles nada, las defensas se debilitan y aprovechan para desahogarse.
A nivel educativo el rendimiento académico descenderá de manera abrupta. Esto no sólo se verá reflejado en las notas, si el chico no consigue concentrarse en las clases, está disperso, no lleva los deberes a clase, se le olvidan constantemente los materiales y no hace preguntas ni las contesta, significa que algo no va bien. Los padres también pueden darse cuenta de estos síntomas, pero les será más complicado porque ellos no ven cómo se comportan en las clases, los que tienen que estar pendientes aquí son los profesores.
I: ¿Y a nivel médico?
Médicamente los chicos pueden desarrollar problemas a causa del nivel de estrés. Dolores de cabeza, de estómago, cansancio, terrores nocturnos, pesadillas, insomnio, caída del pelo, problemas de corazón o problemas para respirar son los más comunes. Esta área es una de las más desconocidas, pero ahora se ha comenzado a investigar; María Angustias Salmerón, pediatra del hospital La Paz, acaba de sacar una guía clínica donde recoge la posible sintomatología y cómo diagnosticarlo.
Si se detecta alguno de estos síntomas lo primero que se tiene que hacer es preguntarle al chico que sospecháis que lo está sufriendo, luego padres y profesorado tendrían que hablar para poner una solución al problema o evitarlo si aún no ha explotado. Y por supuesto, darle todo el apoyo y el cariño que se pueda al chico, hacerle ver que no está sólo y que no van a dejar que siga o que vuelva a repetirse. Lo más importante es restaurar su salud psicológica y su autoestima.
I: Existe un escepticismo hacia la terapia como medio para solucionar problemas personales. Desde su experiencia, ¿cómo puede ayudar a una persona afectada por el acoso escolar?
N.R.: No debería de existir ese escepticismo, al final es lo mejor que puedes hacer, lo que más te va a ayudar. Las terapias no te dan una solución, no te dicen: “Tienes esto y tienes que hacer esto”. Consisten en hablar con el que tiene un problema, hacerle ver y entender lo que le está sucediendo, abrir su corazón y guiarle para que pueda superarlo. Te aconsejan, pero nunca te dicen qué es lo que tienes que hacer.
Para mí ir al psicólogo fue un gran acierto. Si no hubiese ido y no me hubiese hecho darme cuenta de lo que me pasaba no sé qué estaría haciendo ahora. Gracias a ella ahora sé cuáles son mis debilidades y lo que tengo que hacer cada vez que siento que voy a volver a rendirme ante ellas.
I: ¿Qué iniciativas han llevado a cabo su familia y usted para combatir el acoso escolar?
N.R.: Mi padre comenzó a investigar las redes sociales, sus peligros y cómo poder luchar contra ellos. Él fue el que puso en marcha la iniciativa en el Congreso de los Diputados para promover cambios normativos y formativos para mejorar la protección de menores en Internet. Ha creado la Escuela de Seguridad en la Red para formar a profesores y proteger a los alumnos.
Con mi libro Bajo mi piel, intento ayudar a todos aquellos que lo han sufrido, quiero que sepan que no están solos. A través de mis redes sociales, Nidiaenlared, y de mi correo, ayudo y aconsejo tanto a padres como a chicos que sufren o han sufrido acoso. Intento hacerles ver que siempre hay una solución.
Estamos planeando varias acciones a nivel escolar, jornadas en los colegios e institutos en las que hablaré sobre Bajo mi piel, el acoso escolar y cómo poder prevenirlo. Hemos creado una guía escolar para que puedan utilizar el libro como instrumento y concienciar de esa manera a los alumnos.
I: Durante la elaboración de su novela, ha descargado toda su experiencia en Mara, la protagonista de su historia. ¿Qué valor añadido le proporciona al personaje de cara al lector?
N.R.: Las emociones, los sentimientos, los pensamientos y las conductas que tiene a la hora de solucionar los conflictos que se le plantean.
Todos los procesos psicológicos, las respuestas fisiológicas y todas las ideas que se van formando en su cabeza durante el acoso e incluso después de el es el valor añadido, es lo que hace que te puedas poner en la piel no solo de la protagonista, sino de cualquier chico que está sufriendo acoso. Prácticamente podrás sentir lo mismo que ella está sintiendo. Esa fuerza emocional es lo que caracteriza esta novela.
I: ¿Le resultó difícil revivir tantas experiencias horribles mientras construía la historia de Bajo mi piel?
N.R.: Por supuesto, son sentimientos que habías enterrado con fuerza y no tenías pensado sacar a relucir nunca. Ya he comentado antes que incluso tengo recuerdos reprimidos. El sacarlo de nuevo fue algo tremendo, en ocasiones, mientras lo escribía, tenía la sensación de que estaba volviendo a experimentarlo, incluso tuve reacciones fisiológicas parecidas, era como si mi cuerpo se acordase. Muchas veces me sentía tan mal o tan irritada que lo pagaba con mi familia, tenía que pasar un rato desde que dejaba de escribir para conseguir calmarme, pero curiosamente luego me sentía incluso mejor, más aliviada, era como si me estuviera quitando un peso de encima.
I: ¿Cómo se sintió en cuanto la terminó?
N.R.: Fue una sensación única, nunca podré olvidarla. Lo primero que hice fue llorar, estaba agotada y confundida, aquella había sido la primera vez que me había parado a pensar en todo lo que había pasado y sentido, la primera vez que me había sincerado conmigo misma. En ese momento supe que estaba llorando por las veces que no había podido hacerlo. Luego fue como si todos los fantasmas de mi pasado desaparecieran de golpe, como si mi corazón hubiese estado encadenado durante todo ese tiempo y de repente se liberase. Descargué todas mis emociones, me limpié totalmente. Fue la primera vez que me sentí en paz.