El Parque Regional del Sureste está ubicado, valga la redundancia, en el sureste de la Comunidad de Madrid. Allí donde los pueblos crecen sin cesar y donde los polígonos industriales dominan con mano de hierro buena parte de los paisajes de la zona. Es allí donde florece un espacio natural habituado a vivir en un continuo contraste.
Es un lugar donde la disparidad aparece unas veces por naturaleza y otras veces por la mano del hombre. La discrepancia en el Parque Regional del Sureste tiene su origen en el poco provecho que se ha dado a los recursos. Se trata de un lugar en ocasiones, incluso, maltratado.
Tratándose de una de las grandes joyas de la Comunidad de Madrid, no se ha invertido para potenciar la afluencia de visitantes. Guillermo Hita, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Arganda del Rey, reconoce en declaraciones a Infoactualidad que la gestión en este sentido no ha sido del todo correcta: “El Parque Regional del Sureste es un tesoro desaprovechado. Su riqueza natural es muy importante, pero ni se disfruta realmente de él, ni se invierte lo suficiente en su rehabilitación para que sea una fuente de disfrute para los municipios que engloba”.
El culmen del mal uso que se ha hecho de este lugar fue la contaminación de la “Laguna del aceite”, un hecho ya casi histórico que ha sacudido recientemente la actualidad. Esta laguna fue contaminada desde los años 70 hasta finales de los años 80. Casi una veintena de años en los que la empresa Aceites Ulibarri-Piqsa llenó de hidrocarburos y ácidos las aguas de la laguna. Los responsables aún no han podido ser intervenidos judicialmente.
Estos vertidos, anteriores a que se elaborase la normativa de protección medioambiental en el país, supusieron una auténtica trampa mortal para los animales de la zona. “Cualquier animal que entrara en la laguna quedaba atrapado”, añade el concejal.
Desde los 80 hasta la actualidad las soluciones han sido escasas. El actual equipo de Gobierno del Partido Popular en Arganda del Rey, municipio al que pertenecía la laguna hasta 2009, se niega a dar respuesta a las preguntas sobre si su gestión fue la adecuada mientras estuvo al frente del Ayuntamiento.
Retomadas las labores de limpieza en 2014
Afortunadamente, para la fauna de la zona, las labores de limpieza comenzaron a finales de 2014. Tal vez sea el momento de recuperar la esencia de este parque. Ese lugar donde la mano del hombre fue capaz de mejorar la vida de los animales a través de la creación, casi por accidente, de lagunas artificiales en canteras y ese mismo lugar donde la misma mano destruyó lo que pilló a su paso.
La limpieza de la “Laguna del aceite” supondrá un coste total de 14,5 millones de euros. La operación consiste en el bombeo del material contaminante, que posteriormente será transportado para su posterior incineración. La rehabilitación de la laguna no es precisamente algo sencillo. Borja Sarasola, consejero de Medio Ambiente, ya avisó de que sería el mayor proyecto de recuperación que se hace en un suelo protegido en la historia del país, sin duda una obra al alcance de la tropelía cometida.
La llegada de 14,5 millones de euros puede y debe suponer una responsabilidad extra para aquellos que estén al mando de las operaciones. Semejante gasto implicará, no solo la limpieza de la zona durante los próximos seis años, sino una rehabilitación completa para su posterior uso. Entre las opciones que se manejan está la de realizar un aula ambiental.
La solución llega cuarenta años después del problema. En plena efervescencia por la medida tomada por la Conserjería de Medio Ambiente, Guillermo Hita saca la cabeza por su partido, que gobernó en Arganda en coalición con Izquierda Unida entre 1999 y 2003: “Cuando el Partido Socialista llegó al Gobierno municipal en 1999 la empresa estaba prácticamente en quiebra. El Ayuntamiento, desde la Agencia Municipal de Medio Ambiente, exigió la descontaminación de todos los suelos y restos de la antigua fábrica y la balsa de aceites que estaba junto a ella”.
No obstante, el Parque Regional del Sureste es mucho más que la laguna del aceite. A pocos kilómetros, pero en las antípodas en cuanto a su utilización, se encuentra la Laguna del Campillo. Las condiciones son similares, nace gracias a la extracción de áridos en los años 60.
La diferencia es su posterior uso. Desde 1990 se han realizado acciones para su acondicionamiento educativo y conservacionista. Esto hace que el ambiente sea muy diferente. Donde aquí hay gente corriendo y caminando con su mascota, allí hay escombro y olor a gasolina, dos mundos paralelos.
Una ruta bordea la laguna y lleva al visitante hasta un centro de educación ambiental. Por el camino hay varios observatorios de aves, merenderos y definiciones sobre los distintos árboles que hay en el espacio. El centro ofrece incluso áreas temáticas que ayudan a explicar el buen uso del territorio y la evolución que ha sufrido la zona.
Es curioso que la laguna que menos cambios ha sufrido para la vegetación y los animales de la zona explique la evolución que ha sufrido, mientras que la laguna que ha acabado con la vida de innumerables animales no ofrezca ninguna. El contraste entre ambas queda reflejado en que en una hay vida y en la otra no.
Así es el Parque Regional del Sureste, un espacio donde cada laguna pertenece a un municipio. Y donde el paso del tiempo refleja distintas realidades en función de la gestión que se haya realizado, un área de contrastes.