Bajo la apariencia de aquel que ya ha visto pasar el otoño de su vida está Justo Gallego. Nada más lejos de la realidad. Esa “cáscara” propia de los 89 años que le contemplan encierra la inquietud de un hombre en busca de un sueño.
El anhelo de su vida es construir una catedral con sus propias manos. Una quimera que Justo se propuso realizar hace 52 años, después de que le expulsaran por tuberculosis del convento de Santa María de la Huerta (Soria).
Perdido el hogar que da sentido a la vida del monje, Justo se empeñó en construir su propio camino. Éste no podía ser otro que un sendero abrazado a la creencia que había marcado su vida. “Comencé este camino por fe, creo en la Iglesia”, afirma Justo en declaraciones a Infoactualidad.
¿Qué hay de malo en perseguir los sueños?
Era el momento de regresar a casa y reconstruir su fe desde los cimientos. Justo pensó que la mejor forma de entregarse a Dios, era levantar un templo que le honrase y el mejor sitio era el lugar que le vio crecer, Mejorada del Campo.
Su iniciativa no recibió la credibilidad de un pueblo que le apodó “El loco de Mejorada”. Todo genio tiene algo de loco y el apelativo no frustró las ganas de seguir con el proyecto. “¿Qué hay de malo en perseguir los sueños?” cantaba Pau Donés . Algo parecido debió pensar Justo Gallego, un artista incomprendido. “La gente pensaba que estaba loco pero no me importa mucho” reconoce Justo entre carcajadas.
Una incomprensión que se justificaba en el poco aval que el artista presentaba, sin estudios ni maquinaria para llevar a cabo una tarea de tamaña magnitud. La garantía que Justo desplegaba no era otra que su intelecto y perseverancia.
Ese talento que él posee ha sido única la herramienta para aupar una construcción que ya tiene 40 metros de altura. Para ello ha utilizado desde materiales comprados hasta chatarra, cualquier cosa le sirve a un hombre capaz de utilizar todo en pos de su sueño.
Durante este largo camino ha pasado por dificultades. El propio Justo reconoce que la Iglesia no le ha ayudado, pero lo justifica añadiendo: “La Iglesia no puede ayudarme porque no tiene para ella tampoco”.
Spot publicitario y la fama
“Me he tirado cuarenta años callado y he tenido pocas molestias”, reconoce Justo Gallego. Su vida no cambió a raíz del famoso spot de Aquarius pero sí que renovó la percepción que el resto tenía sobre él. El “loco de Mejorada” pasó a ser el motivo de que mucha gente se acercara a la localidad.
El anuncio supuso un impulso para su proyecto, Justo lo reconoce: “Me dieron seis millones de pesetas”. Este dinero se invirtió mayoritariamente en la catedra,l pero Justo también decidió ayudar a otros: “Di trescientas mil pesetas a dos parroquias y llevé a un electricista que arregló toda la instalación de la luz”.
La fama hizo que aumentara el número de gente que colaboraba por caridad, bien a través de donativos o incluso a través del trabajo dentro del propio templo. Aun así, Justo es consciente de que las posibilidades de que vea su obra finalizada son ínfimas y da por bueno el trabajo realizado. “Yo ya estoy contento con lo que he hecho y me vale”, añade Gallego.
Incertidumbre respecto al futuro
La Catedral se ha construido a través del trabajo de Justo .Cada mañana es él quién abre. No hay puentes ni festivos para una persona que cree en lo que hace los 365 días del año, él es el pilar que ha levantado la obra.
La duda de todos los que conocen este proyecto, que cumplió el medio siglo hace dos años, se centra en el futuro. No hay nadie ahora mismo que quiera asumir el coste que supone la obra. Ni el Obispado de Alcalá de Henares ni el propio Ayuntamiento de Mejorada se hacen con las riendas.
La ventaja que puede encontrar aquel que finalmente decida heredar el sueño de Justo es precisamente lo avanzada que está la edificación. “Si yo tuviera dinero esto estaba acabado en 3 años”, afirma convencido el artista.
No obstante, esta ventaja choca frontalmente con el principal defecto que se encontraría el futuro constructor. No hay garantías de que lo construido esté bien realizado, aquel que desee avanzar debe fiarse de la habilidad de un artista autodidacta.
Esa es la encrucijada actual. Aprovechar el tirón que ofrece una obra que se ha expuesto en el Moma de Nueva York y ha dado el salto a la pequeña pantalla o negarse a asumir el riesgo arquitectónico que la catedral ofrece.
Mientras tanto Justo seguirá levantándose al día siguiente a la misma hora y continuará aprovechando todo lo que le ofrezcan. La duda la tienen otros. Él tiene la certeza de creer en lo que hace.