Uno de los espacios con mayor encanto literario de Madrid, se encuentra en la calle Claudio Moyano, entre la glorieta de Atocha y la Puerta del Ángel Caído del Retiro. De hecho, la calle debe su nombre a la estatua de bronce del político autor de la Ley de Instrucción Pública de 1855 -primera ley sobre educación en España- que se encuentra al inicio de la subida. Del mismo modo, la cuesta está coronada por otra estatua dedicada al prolífico escritor Pío Baroja, que anteriormente se encontraba en el Parque del Retiro.
La historia es larga, pero quizá por eso merezca ser contada. Inicialmente, los libreros se instalaron en el paseo del Prado (delante del Jardín Botánico), con un pequeño génesis en la feria del libro celebrada en Atocha a finales del siglo XIX. Lo que motivó el cambio en la ubicación fue una carta del director del Jardín Botánico en el año 1924, en la que argumentaba que el establecimiento de los puestos frente a la verja es improcedente y perjudicial para la salud. De esta forma, en 1925 se inauguraba la feria del libro en la cuesta de Moyano.
Han sido muchas las generaciones que han paseado, corrido, disfrutado y aprendido por esta cuesta, que aún evoca ese recuerdo de cultura permanente de que, los refugios de los que hablan los libros, se hacen reales en nuestras manos. Más de 90 años que tan solo se han visto agraviados por el cierre forzoso durante una quincena en 1939, cuando la dictadura recién instaurada ordenó inspeccionar las casetas en busca de libros prohibidos.
Transformaciones desde 1925
Las cosas han cambiado, han sido muchos los alcaldes de diversos partidos políticos los que han gobernado la ciudad y también muy distintas las afecciones por este rincón de la capital por parte de los mismos. Pero hay cosas que no son tan diferentes: las casetas son de 15 metros cuadrados, al igual que en el inicio, aunque se vieron equipadas con agua, electricidad y teléfono en 1986. Asimismo, el número de puestos ni se ha incrementado ni reducido, sino que se ha mantenido constante en una treintena desde 1925.
Si atendemos a la palabra de algunos de los regentes de las casetas, la mayoría está de acuerdo en que la peatonalización de la calle, realizada en 2007 bajo el Gobierno de Alberto Ruíz Gallardón, ha sido la ruina, ya que les ha hecho invisibles, tal y como comentaba José Manuel López-Brea, regente del puesto número 30. A su vez, una nueva mesa de negocios se ha abierto con el nuevo Gobierno, bajo el mando de Manuela Carmena, en la que se están tratando mediadas para paliar los efectos tan negativos de la ya mencionada peatonalización. Entre estas medidas estaría la extensión del horario de carga y descarga, y la instalación de una cafetería en la misma calle para amenizar a los transeúntes el paseo.
El libro joya, viejo y antiguo
El perfil de los libreros sigue un patrón, en gran medida común. Los actuales administradores de las casetas han obtenido éstas por herencia o por la tan personal pasión que profesan hacia los libros, específicamente sobre los antiguos. El regente del puesto 6, Raúl Plaza Iglesias, cuyo nombre es La Clásica desde 1926, comenta que tras 20 años de librero la gente busca “curiosidades, algo nuevo, que no tengan; y también algo barato”. Opinión que es corroborada por Javier Bayo, presente en el puesto 26 desde hace 11 años, quien comenta que el público busca “el libro joya, viejo, antiguo… aunque también barato”. Por otro lado, el regente del puesto 12, José Tornos, dice que los viandantes buscan “el chollo, la ganga”. Declaraciones que chocan frontalmente con las del librero del puesto 30, de José Manuel López Brea, que tras 4 años en la cuesta Moyano y 16 en otra librería de Madrid, aún no sabe lo que busca la gente.
Desde Cervantes a Bukowski
Respecto a la temática, apenas una sola caseta se dedica en especial a un campo: la música; quizá por lo complicado que es tener una alta rentabilidad en la venta de libros de segunda mano si no se trabajan campos tan diversos como arte pictórico, novela, poesía, salud… Al ser preguntados por las ganancias que un negocio así y en un sitio como este acarrean, la mayoría se resuelve diciendo que cada vez es menos rentable, hecho que se ha visto incrementado por el tema tan controvertido como es la peatonalización de la calle. Es el caso de Raúl Plaza, argumentando que “al ser peatonal la gente no carga –libros-, estoy seguro de ello”, apostilla. En cuanto a la relación entre los libreros, la mayoría la define como “una comunidad de vecinos”, que “son 30 negocios distintos” y que “siempre hay con quién te llevas mejor o peor”.
El lugar ideal para perderse, para empezar y no querer terminar, para hojear la historia del pasado y quién sabe si la del futuro. El único sitio en el que la novela 1984 se puede encontrar al lado de 20 poemas de amor y una canción desesperada, donde Bukowski besa con su portada a otra de Óscar Wilde. Ahí, justo en ese sitio, en ese lugar, en el que nuestra mente rueda sin control por esta cuesta en la que, ojalá, nunca se le pongan frenos.