La gala transcurrió en un ambiente de protesta que estuvo latente durante toda la noche, quedando así resuelta la polémica que días antes se había fraguado en torno a la conveniencia o no de las reivindicaciones en los Goya. Las dudas se despejaron pronto, cuando en un sketch ambientado en Blancanieves al comienzo, Eva Hache hacía una parodia de los discursos vacíos de los políticos de nuestros tiempos. Una vez empezada la gala, el espectador se daba cuenta de que la reivindicación no vendría solo de los galardonados: la presentadora repartía para todos con un discurso ácido, y en ocasiones un tanto obvio, que varias veces desataba los aplausos de la grada.
Por su parte, la figura más institucional de la noche, el Presidente de la Academia, Enrique González Macho, tras poner de manifiesto lo perjudicial que había sido para la industria del cine la subida del IVA, clamaba por la libertad y la independencia del séptimo arte: “el cine español no pertenece, ni pertenecerá, a ningún partido político. El cine español no es ni de los de la ceja, ni de los del bigote, ni de los de la barba”, decía ante la atenta mirada del Ministro Wert.
Foto de familia con todos los galardonados
No faltaron tampoco las reivindicaciones en los discursos de agradecimiento de los galardonados. Algunas de ellas quizás más esperadas, como la de Javier Bardem al llevarse el Goya como productor del documental Hijos de las nubes, otras no tanto, como la solemne dedicatoria de Maribel Verdú al recibir el Goya a la mejor actriz por su interpretación de mala malísima en Blancanieves: “dedico este Goya a esa gente que ha perdido sus casas, sus ilusiones, sus esperanzas, su futuro e incluso sus vidas, por culpa de un sistema quebrado, injusto, obsoleto, que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos”. La más directa en este sentido fue Candela Peña, al subir al escenario para recoger su Goya como mejor actriz de reparto por su interpretación de mujer fatal en Una pistola en cada mano. La actriz ‘entró a matar’, como quien dice: ni una palabra al equipo de su película, todo su discurso fue un alzamiento contra los recortes en sanidad y educación.
Pero no olvidemos que anoche era la fiesta del cine, del cine español, y no todo fueron reivindicaciones sociales o alusiones a la situación política. Juan Antonio Bayona lanzó su reivindicación particular, esta vez, dirigida a sus compañeros: “sufrimos 40 años de dictadura, y llegamos en el año 75 una nueva generación de directores para mirar adelante con ambición. Está bien hacer películas grandes, eso no significa ser arrogante, igual que hacer películas pequeñas no significa ser pobre”. Decía un emocionado Bayona, que dio la sorpresa a todos al alzarse con su segundo Goya (el primero fue en 2007 como mejor director novel por El orfanato), ya que lo cierto es que todas las quinielas apuntaban a que sería Pablo Berger quien se llevaría ese premio a casa. En el que quizás fue el discurso más sentido de la noche, Bayona quiso regalar el premio a la persona que inspiró la historia de Lo imposible, María Belón. Hoy hemos sabido que la madre encarnada en la gran pantalla por Naomi Watts ha anunciado su intención de lanzar el Goya al mar.
Juan Antonio Bayona por Lo imposible y Macarena García por Blancanieves
Y puede que esta, la de Bayona, fuera la mayor sorpresa de la noche. Macarena García subía, tal y como muchos esperaban, a recoger su premio como mejor actriz revelación, con esa alegría y emotividad propia de los ‘vírgenes’ en los Goya. José Sacristán levantó al auditorio al recibir, por fin, su primer Goya, por su interpretación en El Muerto y ser feliz, y Blancanieves conseguía el premio a mejor película, además del de mejor guión, cumpliéndose así las predicciones.
Terminaba con este galardón una gala quizás algo más aburrida que la anterior, con menos espectáculo, y que hacia el final se hizo un poco larga. Pasará a la historia el error mayúsculo e inexplicable al entregar el premio a la mejor canción original, en una celebración con sonadas ausencias como las de Naomi Watts o Penélope Cruz. Una gala en la que, sin embargo, los presentes intentaron combinar, y se puede decir que lo consiguieron, el homenaje al cine con ese carácter comprometido que siempre se ha otorgado a los artistas.
Y aquí acabamos, hasta el año que viene: esto es lo que ha dado de sí la cosecha de 2012. Esperemos que no se cumplan algunos de los malos augurios expresados en la ceremonia y que el año que viene tengamos un nivel tan bueno como el de este, que ya es decir.