El ambiente queda amenizado por el arte y el trabajo musical de su reparto. La puesta en escena clásica y los atuendos y vestuarios de la época hacen al espectador trasladarse por unos momentos a épocas pasadas, tal y como asegura el protagonista de la obra, Lander Otaola: “Prácticamente el cien por cien de la obra es real, si bien es cierto que hay partes ficcionadas, especialmente en los diálogos, pues hay mucha información que falta y Farinelli se llevó muchos misterios con él a la tumba. Pero la obra mantiene el rigor histórico y lo que se cuenta es lo que realmente ocurrió respecto a la figura del músico”.
Carlos Broschi fue una de las figuras más relevantes de la música en el siglo XVIII. Muchas son las historias que tratan de dar sentido a su sobrenombre de ‘El Castrato’. Nacido en Nápoles en 1705, Broschi fue desarrollando unas impresionantes dotes para la música. Su evolución y crecimiento vocal le hicieron entrar en el conservatorio, donde sus tintes melódicos adquirieron la dimensión y la consagración de su figura como artista.
Ahí empezó a surgir la leyenda de Farinelli, que adoptó ese seudónimo en honor a los hermanos Farina, que se ocuparon del sostenimiento económico de sus estudios. La melódica voz del músico empezó a recorrer Europa. Tras unos flirteos con la monarquía francesa, Farinelli llegaba a España con la misión de hacer salir de una depresión al monarca Felipe V. Tanto impresionó el tono del castrato al Rey, que poco tiempo después haría de él uno de sus ministros, agigantando la leyenda de un hombre nacido para reclamar su hueco en la historia de la música.
Esta estrecha relación queda bien reflejada en la obra, según informa el propio Otaola, que admira el trabajo llevado a cabo por el director de la misma: “Gustavo Tambascio es un maestro en este tipo de funciones. Sabe contar la historia y hacerlo de forma especial. La estética, el vestuario, la forma de expresarse, la postura corporal... Es un salto a la época del barroco. Así que hará las delicias de los fanáticos de esa época”.
A cargo del joven director Javier Carmena se ponen los contratenores Filippo Mineccia y la soprano Konstantin Derri, que llevan el peso de la parte musical acompañados de un acompañamiento de instrumentos originales. El elenco principal se compone del ya mencionado Otaola en el papel de Farinelli, Sandro Cordero, Natalia Hernández, Trinidad iglesias y Jorge Merino. El actor vizcaíno conocido por sus apariciones en el mundo cómico, como en el programa Vaya Semanita u Ocho Apellidos Vascos en la gran pantalla, hace alusión al trabajo del actor para meterse en la piel de un personaje tan diferente y tan complejo: “Es lo bonito de esta profesión. Alternar trabajos diferentes y poder demostrar cierta versatilidad. Mi partenaire en escena, Sandro Cordero, también es un actor cómico y un además hace un gran trabajo. El que los dos protagonistas seamos cómicos es curioso y ha hecho que haya feedback desde el principio con estos personajes tan dramáticos. La preparación que ha llevado a cabo este personaje ha consistido básicamente en dejarme guiar por el director y escuchar mucho a los compañeros. La escucha es el 80% de un actor”.
La corta gira de la obra solamente ha durado tres días en Madrid. Sin embargo, el protagonista asegura que la asistencia y la acogida por el público han sido muy positivas, calificándola de éxito total: “El público en general ha respondido fenomenal. Las entradas se agotaron hace más de un mes y hemos recibido muy buenas críticas. Todo lo que me llevo de este trabajo es positivo. Volveremos”.
La fusión de interpretación, sonido y vestuario hacen esperar con ansia una nueva visita de la obra a los Teatros de Canal, que durante unos pocos días recogió los devenires de una de las figuras más impredecibles y enigmáticas de la música.