Y es que la naturaleza es la fuente de inspiración por excelencia del pintor. De hecho, sus pinturas motivaron una auténtica peregrinación de artistas que querían identificar los lugares en los que Cézanne había tomado sus escenas, lugares todavía reconocibles hoy día en algunos casos.Ya con los primeros cuadros, el visitante se da cuenta de que los caminos son un motivo constante y recurrente para Cézanne, a quien le fascinaban especialmente sus curvas. El pintor se desespera profundamente al contemplar cómo la sociedad moderna destruye la naturaleza, y en ese sentido detesta las carreteras contemporáneas que no dejan lugar a la sorpresa o al misterio.
Se trata de cuadros que invitan a sumergirse en ellos, en los que la curva del camino es utilizada para atraer nuestra mirada y hacernos sentir espectadores. Caminante incansable, Cézanne salía al campo cada día en busca de su inspiración, aislado del mundo, como fuera de la civilización. No es de extrañar entonces que en sus pinturas apenas haya personas, o rastro siquiera de actividad humana: el artista dejó reflejada en su obra el aislamiento en el que vivió gran parte de su vida.
Los escasos motivos humanos que veremos en la exposición los encontramos en la serie de Los Bañistas, en la que humanos y árboles se confunden y asemejan como uno solo, en cuadros donde las personas parecen querer convertirse en árboles, como le ocurrió a la Dafne de Ovidio en el poema de La metamorfosis.
Pero hasta aquí el rastro humano en los cuadros de Cézanne. El pintor se centró siempre en la naturaleza, tanto en los paisajes como en las llamadas “naturalezas muertas”, esto son, los bodegones. También en ellos jugaba a esconder sus paisajes favoritos: los paños de cocina toman la forma de la montaña de Sainte-Victorie, mientras que las cortinas azules de la cocina hacen las veces de cielo.
Las casas y los árboles de Gardanne, el único pueblo que Cézanne pintó en su amplio conjunto (una vez más, sin rastro de sus habitantes) son el colofón final a una exposición que ya ha agotado las entradas varias veces desde su inauguración. Cezánne site / non-site podrá verse en el Museo Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 18 de mayo. El precio de la entrada es de 11 euros, 7 si eres estudiante.