Que la gala fue un desastre es algo que no escapa prácticamente a ninguno de los que la vieron. No se sabe si fue la falta de presupuesto, de tiempo o de un guión potente, pero lo cierto es que Manel Fuentes no tiene muchas papeletas de repetir como presentador el año que viene. Exceptuando el oasis de humor que supuso la aparición de Muchachada Nui, la emoción vino más de parte de los premiados, en una gala con muchos interrogantes, ya que eran pocas las categorías donde había un claro favorito.
Pero haberlas, las había. La primera, una emocionada Terele Pávez que puso al público en pie al convertirse en la mejor actriz de reparto por su interpretación en Las Brujas de Zugarramurdi. La segunda, Marian Álvarez, mejor actriz protagonista por La Herida, que continúa con la tradición no escrita de que quien gana la Concha de Plata en San Sebastián gana el Goya en Madrid.
Marian contaba minutos antes en la alfombra roja que no se sentía cómoda con el apelativo de “favorita”, por la presión que suponía. Quizás esto mismo pensase Carlos Bardem, a quien varias quinielas daban como ganador en la categoría de mejor actor de reparto, premio que finalmente fue a parar a manos de Roberto Álamo, por su interpretación en La Gran Familia Española. Este y el premio a mejor canción original fueron los dos únicos que Sánchez Arévalo pudo saborear, a pesar de que su película era la que más nominaciones acumulaba.Con otros premios se pagaron por fin deudas históricas. Deudas históricas del cine español hacia un actor tan grande como es Javier Cámara, que ha conseguido de la mano de David Trueba lo que no consiguió con Almodóvar o Isabel Coixet. “He soñado este momento varias veces”, reconocía un felicísimo Javier Cámara. Y lo mismo pasaba con Trueba, quien probó por fin el sabor del triunfo, después de años y años de nominaciones sin éxito. El director madrileño subió tres veces al escenario: primero para recoger el premio a mejor guión, después el premio a mejor director, y finalmente el premio gordo a la mejor película. Trueba dedicó sus premios a “la gente humilde que hace bien su trabajo, que son honestos, que están siempre mejorando”.
Vivir es fácil con los ojos cerrados completaba su noche con el premio a la mejor actriz revelación, que recogía Natalia de Molina, en un discurso muy emotivo en el que la andaluza mostró su rechazo al anteproyecto de la ley del aborto, como también hizo después Marian Álvarez. En cuanto a la revelación masculina, Javier Pereira subía al escenario para recoger el Goya por su aclamada interpretación en Stockholm.
En el panorama internacional, un ausente Haneke se hizo con uno de los pocos premios que le faltaban, el Goya a la mejor película europea por Amor, y desde el otro lado del charco, el felicísimo equipo de Azul y no tan rosa llegaba desde Venezuela para recoger su Goya a la mejor película iberoamericana. La mejor película de animación fue para Juan José Campanella y su Futbolín y el mejor documental acabó siendo Las maestras de la República.
Se desarrollaba así una gala sosa y a veces larga, marcada por una clarísima ausencia: la del ministro José Ignacio Wert, que se convirtió anoche en el primer Ministro de Cultura en no asistir a una Gala de los Goya. Las recriminaciones a su ausencia fueron varias, la más clara la de Javier Bardem, que lo llamó ministro de Anticultura, y otras más pausadas pero no menos directas, como la de David Trueba: “el que no haya venido, quizá tiene que resolver algunos problemas propios él antes que trasladárselos a toda una profesión que está llena de gente que vota a todos los partidos y que disfruta muchísimo haciendo este trabajo”. Reivindicación final para una gala menos guerrera que la anterior, pero con grandes y emotivos momentos vividos en el auditorio y entre bambalinas. Queda inaugurada pues, la temporada de cine 2014-2015.