La reintegración parcial de Irán a la economía mundial preocupa a Arabia Saudita, lo que ha hecho crecer la rivalidad entre Teherán y Riad. La ejecución del clérigo Nimr al-Nimr provocó protestas en Irán y el incendio de la Embajada saudita en Teherán por parte de un grupo de manifestantes, así como el cese de relaciones diplomáticas entre los dos países islámicos.
Irán y Arabia Saudita son las dos potencias regionales y ambos países utilizan la religión para influir geopolíticamente en la zona. El país árabe representa a la rama sunita del Islam, mayoritaria de dicha religión; mientras que la mayoría de la población iraní es chiita y, desde la Revolución Islámica de 1979, el país persa es el líder de esta facción del Islam.
EEUU y la UE, el 17 de enero de este año, levantaron parcialmente las sanciones a Irán debido a que días antes el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) decidiera que la República Islámica había cumplido las condiciones necesarias del acuerdo para limitar su programa nuclear. Esto ha sido percibido negativamente por los países del Golfo Pérsico, en especial por el Reino, y por Israel.
El temor a un Irán más fuerte
El pacto nuclear alcanzado en Viena el 14 de julio de 2015 implica el levantamiento paulatino de las sanciones económicas a Irán, lo que no gusta a los países del Golfo. Ángeles Espinosa, corresponsal de El País en Dubái, sostiene que Arabia Saudita teme que “la liberación del capital de petróleo y del dinero que está bloqueado en el exterior dé más fuerza a un modelo político alternativo al que ofrece la monarquía saudí”.
A pesar de que la mayoría de los musulmanes son sunitas, los chiitas son mayoritarios en Bahréin e Irak y constituyen el grupo más numeroso en Líbano. Sin embargo, son una minoría muy significativa en Yemen y una relativamente importante en Siria. “Además, Irán ha proyectado su influencia más allá de las comunidades chiíes, a través de su apoyo a grupos como Hamás”, explica Ana Belén Soage, analista colaboradora del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).
Arabia Saudita ha seguido con inquietud al nuevo Gobierno iraquí, el cual es chiita, pero, evidentemente, “al régimen saudita lo que más le preocupa son los chiitas que viven dentro de sus fronteras, en la provincia de Qatif, que no sólo contiene la mayoría de chiitas del Reino, sino también sus principales reservas de petróleo”, sostiene Soage.
A juicio de la analista, el Reino ha intentado retratar al clérigo chiita Nimr al-Nimr como un agente iraní, a pesar de que Arabia Saudita no ha presentado evidencia alguna de que fuera un títere de Irán. “Nimr al-Nimr era muy crítico con la discriminación sistemática que sufren los chiitas en Arabia Saudita, llegando a exigir la independencia de la provincia de Qatif”, dice Soage.
La colaboradora del IEEE recuerda que la política exterior saudita es ahora más agresiva desde la muerte del rey Abdullah, y que la ejecución de dicho clérigo debe enmarcarse en este contexto. “El principal responsable es el príncipe Mohammed bin Salmán, a quien su padre, el rey Salmán, ha entregado la cartera de Defensa, entre otros cargos destacados”, señala la analista.
La República Islámica, a finales de diciembre de 2015, estaba realizando los pasos necesarios para que la OIEA decidiera que había limitado su programa nuclear. Pocos días después, el 2 de enero de 2016, el régimen saudita ejecutó al clérigo Nimr al-Nimr, entre otras 46 personas. Seguidamente, Irán advirtió de una venganza divina sobre Arabia Saudita, por lo que el Reino cortó sus relaciones diplomáticas con Teherán, respuesta a la que se sumaron Bahréin, Sudán, Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos (EAU) redujo dichas relaciones con Irán. Más tarde, el 7 de enero, Arabia Saudita bombardeó la Embajada iraní en Yemen.
En cuanto a Israel, Espinosa sostiene que el Estado hebreo también teme a un Irán más fuerte debido a que Irán ha hecho de la retórica anti-israelí uno de sus pilares, hasta el punto de no reconocerlo como Estado. Además, según Soage, Arabia Saudita e Israel cooperan a varios niveles, como en el intercambio de inteligencia.
La gran preocupación actual de Israel es Irán, lo que ha hecho que el Estado hebreo se acerque a la ideología de los países del Golfo, a pesar de que nunca han tenido una buena relación, “abriendo una delegación diplomática en una misión de Naciones Unidas en EAU por parte de Israel”, explica el analista y coronel Pedro Baños.
Por otra parte, la corresponsal afirma que el Estado Islámico es el enemigo número uno de Irán debido a la ideología (wahabismo y la oficial de Arabia Saudita) y al daño que hace a sus aliados, en especial al régimen sirio de Bashar al-Assad. “Irán ha sido el primer país en responder al llamamiento de ayuda de Irak cuando el Estado Islámico se adentraba en Mosul en 2014”, declara Espinosa.
Breve historia de esta rivalidad
“Anterior a la Revolución Islámica de 1979, Teherán y Riad estaban en la órbita de Washington y sus relaciones bilaterales eran relativamente buenas”, explica Soage. Sin embargo, había ciertos desacuerdos, como que Irán reconociera a Israel como Estado durante la época del Shah y los intentos del Shah de extender su influencia en la región, ya que el wahabismo del Reino siempre ha sido hostil a los chiitas.
Con la Revolución Islámica las tensiones entre ambos países aumentaron debido a que el nuevo Irán “ofrecía un modelo de Estado Islámico alternativo, no sólo chiita, sino también basado en la participación del pueblo”, declara la analista.
El Irak de Saddam Hussein estaba muy preocupado debido a que la población iraquí era predominantemente chiita, lo que fue uno de los motivos que lo empujó a invadir Irán. En la guerra de Irán-Irak (1980-1988), esta rivalidad creció debido a que los países del Golfo, en especial el Reino, financiaron a Irak en esta guerra.
Ahora que Teherán vuelve parcialmente a la economía mundial y puede influir más fácilmente en la región, Riad se asusta al mismo tiempo que, por ejemplo, disminuye el precio del petróleo en su exportación a Europa y bombardea la Embajada iraní en Yemen para recordarle a Irán que aún manda el Reino en la región.