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Viernes, 22 Enero 2016 15:57

La mujer en el patriarcado: explotación, violencia y discriminación

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Manifestación contra la impunidad en Guatemala / F: Flickr Manifestación contra la impunidad en Guatemala / F: Flickr

La cultura patriarcal lleva establecida en la humanidad desde hace milenios como recurso para el dominio del cuerpo y la naturaleza de la mujer. Con el paso del tiempo se han tomado posturas de mayor conciencia, pero la legitimación moral de la violencia machista pervive en los medios de comunicación y en la filosofía económica actual.

Según ONU Mujeres, organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, 66.000 mujeres son asesinadas al año en todo el mundo. Un dato que refleja las consecuencias de la violencia que se descarga contra ellas, y que se conoce como feminicidio. Pero este parte de unos orígenes por los que la violencia es invisibilizada e institucionalizada: pobreza, limitaciones al aborto, sexismo ambiental, cultura patriarcal etc.

Para la defensa de la integridad y derechos de las mujeres, Naciones Unidas aprobó en 1979 la CEDAW, o Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Dicha convención emplaza principalmente a “eliminar todas las formas de discriminación contra la mujer en la vida pública y privada, así como dentro de la familia”.

Asimismo en la actualidad destaca la no ratificación, aunque si firma de la convención, por parte de destacados países como Irán o Estados Unidos. Por otro lado, la ONU confirma que 143 de 195 países ya garantizan en sus constituciones la igualdad entre mujeres y hombres.

Sin embargo Jane Caputi, activista estadounidense por los derechos de las mujeres, en una visita a La Casa Encendida reclamaba el reconocimiento de la mujer como ser humano frente a una violencia feminicida que se perpetra y difunde en los medios de comunicación en la actualidad. Además, demostró en qué desastres deriva la violencia machista, como el ataque al medio ambiente o la filosofía occidental individualista.

Caputi definió la cultura popular como un medio para concebir a la mujer como objeto sexual. Diversos ejemplos en los medios de comunicación demuestran la normalización de la violencia contra las mujeres y cómo los ataques contra ellas quedan impunes culpabilizando de estos a las víctimas.

La cultura popular es un gran medio de difusión para el ataque a la integridad de la mujer. De forma que una de las analogías más repetidas en los medios es la equivalencia de mujer a objeto sexual y hombre a objeto violento, en la que el aparato reproductor masculino se simboliza con armas.

Por otra parte, cualquier comparación que pueda guardar algún vínculo con lo femenino puede ser rechazado por el hombre al considerarlo ofensivo. “Sin embargo, el pene del hombre no se compara nunca con el de una flor, con el que guarda más parecido”, declaró Caputi.

FOTO REPORTAJE MUNDO

 

Uno de los ejemplos más destacables en la idea de categorizar la cultura popular como legitimador moral del feminicidio es la representación de la figura de Jack El Destripador: un asesino en serie de prostitutas al que, a través de un extenso legado en el cine, la música o la literatura se ha mitificado y convertido en un héroe cultural, además ser una atracción turística en Londres.

La dominación sobre la mujer afecta a todas las parcelas de su vida,. Una de las más importantes es la capacidad reproductiva, que trata de acomodarse a los deseos del hombre, al que se ha de complacer. El control sobre la sexualidad es algo que se acostumbra ver en las imágenes de la mujer pura como virtud, que guarda su virginidad para ser entregada a un hombre; o en la del padre protector y dominador, cuyo gran icono se halla en la figura de Dios, el Gran Padre. Estas ideas se reproducen desde la publicidad hasta la pornografía, y su consecuencia es que el hombre asume como derecho el poseer a una mujer para su disposición sexual.

La mujer sufre una mayor discriminación si pertenece a alguna minoría. Como ejemplo de ello, en el pasado mes de febrero, Amnistia Internacional exigía a Canadá medidas para rebajar el alto nivel de violencia contra niñas y mujeres indígenas. En el país fueron asesinadas más de 1000 mujeres indígenas entre 1980 y 2012, además de las 150 desaparecidas. También la pobreza las discrimina en un sentido sexista, puesto que esta impone limitaciones al aborto y denegación de sanidad.

En la discriminación que sufre la mujer en contextos de pobreza han destacado los movimientos latinoamericanos en defensa de los derechos de las mujeres. Ejemplo de ello es la forma de la que Silvia Juárez, directora del programa Hacia una vida libre de violencia para las mujeres de la Organización de Mujeres Salvadoreñas (ORMUSA) describe la problemática de la mujer pobre: “Cuando se reduce o se tienen nulos presupuestos para la prevención y la atención de las enfermedades que son causas directas de muerte en mujeres como el cáncer uterino y de mama, porque la Iglesia y los Estados fundamentalistas lo impiden, eso es violencia feminicida”, declaró.

El origen del patriarcado

La idea de patriarcado engloba la cultura de dominación sobre la mujer. Esta forma de organización en la que el varón ejerce la autoridad sobre la mujer tiene sus orígenes hace 7.000 años, lo que demuestra que pese su extenso pasado, este orden no siempre ha sido así. El patriarcado se consolidó a través de ritos como la mutilación de los genitales de la mujer, considerados fuente de poder germinador y cuya fuerza se relacionaba con el poder de la naturaleza.

Esta clase de actos son los que generan la conexión que da lugar a la ‘violación’ de la tierra. “Al igual que la mutilación buscaba la absorción de la energía de la mujer, desde los orígenes a la actualidad el hombre domina y explota los recursos de la naturaleza, a la que se representa como mujer”, apuntó Jane Caputi en uno de los puntos más destacados de su discurso. Prueba de esta visión simbólica de la mujer puede encontrarse en la mitología florentina.

La relación de la mujer con lo místico nunca fue casual. La caza de brujas en Europa entre los siglos XV y XVI es otro ejemplo de asociación de la mujer con fuerzas místicas. Estas mujeres eran objeto de persecución por las creencias en relación con lo supersticioso o lo religioso. Los magos en la antigüedad, o en este caso la iglesia, relacionaban a estas brujas con el demonio. En realidad la persecución se debía a la intención de oprimir a mujeres con comportamientos que escapaban de su rol de reproducción que se imponía en la época.

Otra forma de dominación considerada en relación con el feminicidio por Caputi es la actual filosofía occidental individualista. El sistema capitalista parte de un colonialismo que ya reproducía la imagen de dominación sobre sus conquistas, como la de América, a la que se consideraba tierra virgen disponible para que sean explotados sus recursos.

Según la activista, el capitalismo como actual dominador los recursos energéticos, ataca a la Tierra y absorbe de ella su energía. “Todo lo asociado al progreso se refiere a la dominación de la naturaleza y la mujer, (…) el capitalismo debe desaparecer”, era la frase con la que Caputi cerraba su conferencia y con la que insinuaba la necesidad de convertir en transversales las diferentes luchas abiertas contra los diferentes abusos y desigualdades.

 

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