Los campamentos de refugiados saharauis se encuentran desde hace cuatro décadas en el suroeste del desierto argelino. Estos campamentos atraviesan actualmente una de las mayores catástrofes que se han producido desde los comienzos del exilio. Las lluvias torrenciales y las fuertes tormentas han trasformado el árido desierto sahariano en lagos de arena. ACNUR ha denunciado en un informe que más de 25.000 familias se han quedado sin hogar y recoge que esta situación ha afectado a más de 90.000 personas. La Media Luna Roja Saharaui (MLRS) asegura que un 40% de la población se ha visto afectada por las lluvias.
Las débiles casas de adobe han caído como castillos de arena. Los hospitales, colegios e instituciones han quedado totalmente destruidos. La vida en los campamentos se ha estancado y muchos saharauis huyeron a las montañas del desierto, del desierto para salvarse del agua hasta que volvió a salir el sol.
Ahora, bajo un cielo azul soleado, todos los esfuerzos se aúnan en tratar de reconstruir las infraestructuras destruidas y volver a la normalidad. Sin embargo, desde el ministerio de Cooperación aseguran que la gente no quiere volver al lugar del siniestro donde las casas se han derrumbado y todo está inundado. La población teme que se produzcan derrumbamientos cuando las construcciones se sequen.
Distintas organizaciones internacionales alertan de la gravedad del asunto. Las reservas de agua potable y la comida escasean, según informa Bárbara González, representante de la delegación permanente en los campamentos de Cruz Roja Española. En cuanto a las enfermedades y epidemias, consideran que la situación está bajo control aunque no se controla lo que pueda ocurrir a partir de ahora.
Solidaridad internacional
En medio del caos, el pueblo saharaui ha recibido ayuda directa del Gobierno de Argelia, además de una pequeña cantidad procedente del programa Mundial de Alimentos. Asimismo, en la noche del pasado miércoles llegó un “avión grande” del Alto Comisionado de Naciones Unidas para el Refugiado con tiendas, mantas y cocinas de butano. Así lo explica el titular de Cooperación, Brahim Mujtar, en declaraciones a Infoactualidad.
Por otra parte, desde el ministerio informan de que hay muchos compromisos de parte del Gobierno de Italia, Organización de la Unión Africana, Gobierno de Brasil, OXFAM y UNICEF y Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) aunque esta última colabora con una cantidad nimia.
En España, la sociedad civil está muy movilizada con la recaudación de fondos y ayudas y han tenido una extraordinaria reacción todas las asociaciones y familias de acogidas, ayuntamientos y comunidades autónomas. Así lo afirma Pepe Taboada, el presidente de CEAS, la Coordinadora Estatal de las Asociaciones Solidarias con el Sahara.
Sin embargo, dice, “nos avergüenza que el Gobierno de nuestro país mande ayuda a otras partes y no a todos los españoles que están allí”. Taboada reafirma así que los saharauis son españoles y que “están en estas condiciones por culpa de España”.
Resistencia ante la adversidad
Mientras llegan las ayudas humanitarias “nosotros nos ayudamos entre todos, entre todos los vecinos intentamos que nadie se quede sin comida” indica Mariem Mohamed H., que vive en el campamento de Dajla, uno de los más afectados por la lluvia. La joven saharaui expone además cómo el ejército saharaui se ha predispuesto a ayudar a todas las familias a recoger sus enseres y ha ayudado a la gente a instalarse en las partes de mayor altitud. “Estamos unidos y nuestro gobierno ha reaccionado muy bien ante la catástrofe” dice Mohamed H.
La joven saharaui exterioriza que “la población tiene la moral muy alta y mucha fe, y esto les ayuda a superar toda esta adversidad”. Coincide con otros jóvenes y compaisanos en que no quieren que se les reconstruyan sus casas o se les de pan. Lo que quieren es volver a su tierra, el Sahara Occidental y salir definitivamente de aquel inhóspito desierto, donde ni siquiera el sol y las nubes se concilian.