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Laia Falcón: “La ópera es como una fiesta y el libro es una invitación a esa fiesta”

Laia Falcón / Foto: Miguel Ángel Rubio Laia Falcón / Foto: Miguel Ángel Rubio

La ópera nació como una fiesta, como el escaparate más mágico y más llamativo que el hombre pudiese imaginar.  Inundada de esa magia, del encanto de un género que le cautivó, y que creció en su vida al mismo ritmo y colorido que los rizos de su pelo, Laia Falcón ha plasmado los orígenes de la ópera en un libro que consagra aún más su carrera dentro de este mundo.

I.: “La Ópera: Voz, emoción y personaje”, es título del libro que acaba de publicar recientemente. ¿Definen esos tres términos un género como es la ópera?

L.F.: Yo creo que sí. Entre otras muchos, pero las escogí por eso. Quizás  lo que más valoro de la ópera es el modo en el que acoge al público, en el que nos habla de lo que nos interesa y nos hace de espejo. Entiendo que la ópera es como una fiesta y el libro es una invitación a esa fiesta. Como un arte que siempre va a estar ahí para acompañar. Quienes están en el escenario son realmente representaciones de nosotros mismos

I.: Hablaba de la ópera como una fiesta y con ese sentimiento es posible trasladarse hasta 1607, aquel carnaval en el que se representa por primera vez la Fábula de Orfeo de Monteverdi. ¿Qué supuso aquel acontecimiento?

L.F.: Había óperas antes, en otros contextos lingüísticos y sociales. Es verdad que en las zonas de habla italiana se fraguó con más interés. Lo que querían los artistas era conseguir un arte moderno a la altura de los nuevos tiempos. Y ese arte tenía que recoger todas las artes previas, tendría que reunir todos los lenguajes previos; la pintura, la literatura, el arte escénico, la música; en un arte más amplio y más potente. Ya había habido experimentos en otras cortes y lo que pasó en esa noche de carnaval es que con Monteverdi estrenándose como compositor en este nuevo lenguaje probablemente se asistió a la primera obra maestra de este nuevo universo artístico. Y esto lo que garantizó, probablemente que se quedase.

I.: Tenía antecedentes la ópera ya de lo que es La Tragedia griega, pero se podría decir que es en este momento cuando ya empieza a brillar este género por sí mismo…

L.F.: Antecedentes ha habido en todas las culturas, reunir teatro con música forma parte de la necesidad expresiva de muchas civilizaciones. El vínculo con la tragedia Griega se establece porque estos nuevos artistas modernos veían como las otras artes encontraban en las tripas de la tierra tesoros de la Grecia clásica y querían hacer algo con el arte de la interpretación y de los sonidos, que no habían podido ser rescatados. Los grandes actores griegos se llevaron su arte con ellos. Lo que estos artistas querían es algo que pusiese reunir poesía, teatro y música de una manera parecida a la que los admirados griegos habían conseguido. Salieron en expedición para encontrar la isla del tesoro pensando que estaba en esta dirección y encontraron este otro.

I.: La ópera llega a la ciudad Mantua, que queda sorprendida de esa novedad florentina, y quiso superarlo…

L.F.: Era una época muy parecida a la que vivimos ahora, donde era necesario encontrar una magia que insuflase de energía los tiempos en los que vivían. El Duque de Mantua había asistido a uno de estos experimentos en una fiesta previa en otra corte, lo habían arrastrado sus hijos. Y decidió que en su corte iba a hacer algo parecido, pero mejor. Contrató a su siervo Monteverdi algo parecido a lo que había visto. Estudió todo lo precedente, como un mapa del tesoro, vio lo que le gustaba, vio los puntos débiles y compuso la suya. Lo que probablemente trajo de nuevo es que la suya estaba dedicada a los hombres y a las mujeres, tendría que hablar de ellos, era una obra que tenía que emocionar. 

I.: Habla de emoción. ¿En qué momento la ópera consigue cautivarla, atraparla, hasta tal punto que nunca se ha separado de ella?

L.F.: Todo comenzó al principio, la ópera es así. Quizás voy a volver a una idea que me gusta mucho. Todas estas narraciones que reúnen muchos lenguajes en uno. La ópera es su gran abuela. Lo que estos artistas querían hacer en esta época era hacer películas, pero todavía no existía la maquinaria. Probablemente empecé a fascinarme a los cuatro años, cuando vi “Cantando bajo la lluvia” o cuando vi la serie “Fama”. Yo considero que yo me enamoré ahí de la época.

I.: ¿Cuándo fue la primera vez que asistió a la ópera?

L.F.: Cuando mis padres grabaron en la televisión los cuentos de Hoffmann y me lo pusieron en el VHS. Es una obra que habla mucho de nosotros, de nuestras rarezas, de los sueños. Yo me la ponía, aunque no entendía el texto, y me lo inventaba, me ponía a bailar por el salón… Yo considera que esta fue la primera vez que fui a la ópera.

I.: A partir de ahí comienza una carrera imparable, con multitud de  reconocimientos… ¿Podría concebir hoy su vida sin la ópera?.

L.F.: No. Sin la música, sin las palabras… Espero formar parte de eso mucho tiempo, desde la parte de la casa que me corresponda. Entiendo que la ópera es como una casa donde hay muchos gremios trabajando a la vez para que eso siga adelante. Y espero poder quedarme en la casa mucho tiempo.

I.: Si tuviera que resumir su vida con un fragmento de una ópera, ¿Cúal sería?

L.F.: A mi hay una ópera que me conmueve mucho, como a media parte del planeta, que es La Flauta Mágica. Es la última ópera de Mozart, donde se jugó el todo por el todo, en su particular tiempo de crisis. No terminaba de conseguir lo que él quería y se alió con un artista, que también estaba en su particular crisis, era Schikaneder, era una actor, había sido un galán toda su vida. Los empresarios le decían que lo fuese dejando que quizás el papel de galán ya no le iba tan bien. Estos dos genios inventaron la flauta mágica para salir de su crisis personal. Schikaneder encontró el papel de Papageno, que es un personaje que está lleno de plumas, y que es un galán y que ya no le importaba si era tan guapo, porque el disfraz lo tapaba. Sus frases eran más encantadoras que nunca. Lo que más me gusta de esta ópera es que parece que realmente está dedicada a todo el mundo. Es una galería de personajes muy distintos, pero lo que Mozart insiste en decirnos todo el tiempo es que todos son iguales. Es verdad que al principio no se reconocen porque todos son distintos, pero al final lo más importante de todo es que todos son iguales. Y eso es lo que va a llevar la historia adelante. Hay un momento muy bonito donde este personaje que va cubierto de plumas se encuentra con Monostatos y no se reconocen. Y desde el pavor más absoluto se preguntan “¿tú qué eres”? Y responde uno de ellos: “soy un ser humano como tú”. Esa frase, todavía con la Revolución Francesa fraguándose, resume todo lo que hemos venido a hacer aquí.

 

Visto 15447 veces Modificado por última vez en Jueves, 17 Septiembre 2015 16:40

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