El protectorado de Palestina, hasta ese momento, había sido el refugio de los judíos expulsados en territorio europeo. Este pueblo, en cambio, había ido adquiriendo un sentimiento nacionalista, fruto del espíritu patriótico de la segunda mitad del siglo XIX y coincidiendo con la unificación alemana e italiana, que les empujaba a crear un estado independiente, al igual que los demás pueblos europeos.
Hasta la Primera Guerra Mundial los judíos eran recibidos con los brazos abiertos por parte de las comunidades locales. No eran más de 40.000, muchos eran gente formada y aportaban dinero a la economía territorial. No obstante, al concluir la contienda y haber recibido ambos la misma promesa incumplida, comienzan a organizarse con huelgas y manifestaciones, algunas violentas. Poco a poco también se organizan contra las nuevas metrópolis, sobre todo contra Reino Unido, en forma de guerrillas y atentados.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la situación persiste y Gran Bretaña se ve obligada a buscar una solución en Naciones Unidas. En ese mismo marco, Stalin, con el único fin de debilitar a Reino Unido, principal controlador de petróleo en el Golfo (Irak), territorio limítrofe con Rusia y en tierras que la URSS se disputa con Irán, decide apoyar a Estados Unidos e Israel.
En este sentido, la ONU aprueba mediante la Resolución 181 la participación de los territorios y la concesión de la independencia de los pueblos. En pocos meses, entre el otoño de 1947 y mayo de 1948, los árabes, Siria, Irak, Jordania, Líbano y Egipto, se movilizan para impedir que surja un Estado Israelí independiente y no aceptan la partición.
Los palestinos hicieron la guerra, pero estaban muy divididos y con carencias armamentísticas. Israel, por el contrario, consiguió armas, en su mayoría robadas a los británicos.
El resultado fue favorable para el pueblo judío, que consolidó el nuevo Estado y obligó a 500.000 palestinos a abandonar el territorio. Esto llevará a los árabes a varios intentos de revertir la situación. Destacan tres guerras, en 1956, 1967 y
1973, conocida como la Guerra del Yom Kippur. Ambas vinieron acompañadas de tres nuevas derrotas para el pueblo palestino.
La historia del pueblo judío es la historia de un milagro, en el sentido de que es uno de los pocos pueblos supervivientes que han logrado preservar su identidad, a pesar de haber tenido que superar toda clase de obstáculos: la identidad religiosa, étnica, las costumbres y un embrión de unidad política, al haber tenido que adaptarse a los lugares donde han vivido y han sido expulsados. Sin esa odisea de milenios no se podrían justificar muchas de las acciones que hoy lleva a cabo Israel, que resultan inaceptables para otros pueblos.