Kibera es el segundo slum más grande en África, un asentamiento informal donde se concentran más de un millón de personas que viven inmersos en la pobreza, familias enteras sin ningún tipo de ingresos económicos y que viven en condiciones infrahumanas. Los más vulnerables son los más pequeños, los niños, que en su mayoría son huérfanos y no tienen acceso a la educación.
Laura tiene seis años y fue rescatada de los abusos que sufría por parte de su tía por ser albina, para trasladarla a `KiberaPride´, una ONG que se dedica a la acogida y cuidado de los niños más desfavorecidos. Allí pasó el primer mes con mucho miedo. Le inquietaban las personas, los demás niños, reaccionaba de una forma muy agresiva sacando todo su carácter y tenía mucha ansiedad cuando comía y bebía. No soportaba ni el sol ni la luz y temía pasear por las calles del Slum para no enfrentarse con gente que pudiera molestarle.
KiberaPride es el lugar ideal, en el que Laura, poco a poco, se dio cuenta que nadie la maltrataría, puede comer todos los días y allí comenzó a disfrutar y a jugar con los demás niños. Pero sobre todo, gradualmente ha ido dando cariño a medida que lo recibía. Ahora va al colegio, se esfuerza en leer y escribir a pesar de las molestias que tiene en los ojos, y se encuentra rodeada de una gran familia compuesta por muchos hermanos que no son albinos, pero que la arropan y la protegen con mucho afecto.
Andrea Irisarri, directora regional de KiberaPride (España), explica que allí les proporcionan desde las necesidades más básicas hasta becas y apadrinamientos para que puedan ir al colegio, e indica que cuando supo que Laura se incorporaría al centro “tenía muchas ganas de conocerla, de hacerle reír y de darle mucho cariño, al igual que al resto de los niños.”
Antes de la llegada de la Laura a la casa de acogida, Andrea advierte que tuvieron que organizar una charla para los niños que vivían en el orfanato. “Intentamos ponerles en su lugar social para que nos dijeran cómo se sentirían si hubiesen sido tratados de esa manera por su aspecto físico, a lo que respondieron: `mal..., muy triste... solo...´explicándoles así que no hay ninguna diferencia por tener la piel blanca. Al preguntarles si creían que Laura les haría daño por el color de su piel, su respuesta fue un `no´ rotundo”.
Irisari continuó entonces con este ejercicio de educación entre los niños y niñas del centro y destaca uno de los momentos más emotivos del mismo: “acabé preguntándoles por el color de su corazón, a lo que todos me contestaron fuerte y claro: `¡rojo!´; y yo seguí diciendo: ¿sabéis de qué color es el mío? Se quedaron pensativos... y afirmé: rojo también. Con esto los niños entendieron que en el fondo todas las personas son iguales, a pesar del color, de la altura, del idioma, de la cultura, que nuestros corazones son iguales, y eso es lo importante”.
Irisari afirma que Laura “es la más terremoto de todas, es increíble cómo se gana el respeto de todo el mundo sabiendo lo rechazados y marginados que son los albinos en la sociedad”. Asegura también que “ahora se puede ver que Laura está feliz al sentirse integrada en un grupo y parte de una familia como la nuestra. La hacemos sentir una más”.
En KiberaPride, ayudan a todos los niños en general pero no se hace nada específico para que los ciudadanos entiendan la condición de los albinos. Pese a ello los profesores del centro trabajaron de forma constante y positiva en la integración de Laura. Irisari señala que “es un tema que tenemos muy presente y que en un futuro cercano nos gustaría trabajarlo muy a fondo para que poco a poco vaya concienciándose cada vez más gente”.
Con este panorama es difícil imaginar el futuro de alguien cuando es solo una niña. Irisari expresa que no quiere pensar que, por ser albina, Laura vaya a tener un futuro condicionado. De hecho, esta niña de alma negra y piel blanca tiene la sensación de que el hecho de ser albina no va a ser un gran impedimento para ella, puesto que siempre acaba ganándose el respeto de todos. Fascina ver cómo los demás niños y niñas le ayudan, asegurándole un feliz presente y un futuro esperanzador; y sus hermanos le ayudan a olvidar el pasado. Quiso teñirse el pelo de negro y hacerse unas pequeñas trenzas, para parecerse a las demás niñas. Es muy inteligente y fuerte. Ha aprendido a defenderse frente a aquellos que la consideran inferior o diferente. No sabe el futuro que le espera, pero su actitud demuestra que o la sociedad la acepta, o ella hará algo para cambiar esta discriminación.
Los albinos en Tanzania
Aun con todo lo que ha padecido a sus siete años, Laura se encuentra a salvo en Kenya. En Tanzania ser albino es un riesgo vital. En este país viven perseguidos y asesinados. Es entonces cuando las partes de sus cuerpos acaban en un sórdido contrabando creyendo que dan buena suerte para evitar la muerte.
Aunque el gobierno lleva a cabo proyectos para que los niños albinos, como Laura, puedan ir a las escuelas y estar protegidos, no se protegería a los 270.000 albinos que se estima hay en Tanzania.
Estas supersticiones a veces son muy negativas para la sociedad. Supersticiones que condenan la vida de los albinos que con el aislamiento, la marginación y la falta de recursos para cuidar las secuelas de esta anomalía (podría causar ceguera), se agrava tanto física como psicológicamente.