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Viernes, 31 Octubre 2014 01:00

Desde el otro lado

Escrito por 

La valla de Ceuta y Melilla, que pretende separar Europa del continente africano, ha ido marcando realidades distintas dependiendo del lado desde el que se mire. Desde el lado africano, los inmigrantes que provienen del sur tardan años en llegar a Marruecos y generalmente permanecen otros tantos hasta enfrentarse a lo que muchos definen como “el peor recuerdo”.

Madaddo salió de Níger dejando toda su familia atrás: sus padres, su mujer y sus cuatro niños; allí no tenía trabajo para poder mantenerles. Decidió emprender un viaje para poner fin a la difícil situación de pobreza que vivía en su país. “Quería dar un futuro mejor a mi familia, su vida dependía de mi situación” explica con brillo en sus ojos; entonces “doy gracias a Dios por haber podido cruzar la valla porque justo cuando creí haber llegado a Europa, por un momento, estuve entre la vida y la muerte”. Él consiguió sobrevivir y sonriendo dice “¡ahora estoy feliz! Tengo más esperanza en el futuro. Es difícil, pero no podía volver atrás”.

Sin embargo Karumi, con un rostro aparentemente despejado y sereno; enseña las heridas en piernas y brazos, consecuencia de sus reiterados intentos de saltar la valla, pero con toda seguridad asevera: “¡No tengo miedo a la muerte!”. Huérfano de padre y madre, lleva seis años de viaje desde que decidió abandonar su país y venir a Europa. Ha tenido que cruzar muchos países, piedras y dunas del desierto, entre el frío y el calor. No ha sido fácil recorrer Nigeria, Níger, Mali, Mauritania y Sahara Occidental hasta llegar a Marruecos y la  valla de Melilla. Sin apenas vehículos, tuvo que cruzar todos estos países y ahora sonriendo confiesa: “Más difícil que cruzar el desierto ha sido sobrevivir en el monte Gurugú en Marruecos”. Karumi recalca que tiene claro que solo Europa puede cambiar su vida.

La Asociación Karibu cuenta con un grupo de acompañamiento para personas que se encuentran en el CIE (Centro de Internamiento de Extranjería) de Aluche. Hacen un seguimiento personal de los internos que lo solicitan, además deprestar asistencia sanitaria, velar por los derechos de las personas detenidas allí yllevar a cabo la labor de denuncia pública. Todo ello lo recogen en un informe anual. Muchos de los internos llegan desde Ceuta y Melilla después de haber saltado la valla. Si bien para algunos la tristeza y el mal recuerdo les imposibilita hablar de esta experiencia, otros, sin embargo, acceden a compartir lo que ellos definen como el reto más difícil de toda su travesía, contemplándolo estoicamente como una fase más dentro de su largo viaje.

Fabiola Barranco, periodista y exvoluntaria en el grupo de acompañamiento a migrantes del CIE en Aluche, describe cómo “las personas que llegan desde África previamente se enfrentaron a un largo viaje, lleno de inconvenientes y dificultades, que puede durar años, y no acaba en Europa”. Este centro  recluye a inmigrantes por encontrarse en situación irregular. “Muchas de las personas que visitaba habían cruzado la valla y llevaban incluso años intentándolo. Todos coincidían en que sus peores momentos los pasaron en Marruecos. Allí sufren la presión policial y el acoso constante. Además tienen que sobrevivir como pueden”, recuerda.   

Desde el otro lado, África, según cuentan los afectados, cada vez que se van acercando al continente europeo aumenta su alegría y esperanza; que desgraciadamente choca con la realidad de la valla. Creen que viajar vía tierra supone llegar con más rapidez y seguridad que cruzar el océano o el mar Mediterráneo. Desgraciadamente, cuando llegan al único punto terrestre de entrada a Europa, tienen que superar una valla de seis metros de altura llena de alambres, concertinas y cuchillas.Unos lo consiguen pero otros tantos se quedan en intentos infructuosos. Una valla que, según algunas ONG como Amnistía Internacional, deja huellas y secuelas, tanto a nivel físico como psicológico, es algo contradictorio a los principios que defiende la Unión Europea.

Pero ellos se caracterizan por su perseverancia, solo quieren venir a Europa. Maddado sostiene que la mayoría coincide en su reacción ante la realidad del rechazo a la inmigración en Europa, aseverando que “ellos tienen derecho a expoliar nuestros recursos y nosotros no a vivir un futuro mejor aquí”.

“Nos pegan, nos torturan y nos queman los pies para que no volvamos a hacerlo”

Conseguir o no cruzar la valla marca un antes y un después en la vida de cada uno de los inmigrantes. Unos logran llegar a España como final de su viaje, otros desde España parten hacia otros países Europeos, aunque estos sólo son los más afortunados. Existe una gran mayoría silenciosa cuyas historias no llegan a oírse porque no todos consiguen su objetivo, bien porque pierden la vida durante el viaje, o bien porque caen en las manos de las fuerzas de seguridad marroquíes  “Nos pegan, nos torturan y nos queman los pies para que no volvamos a hacerlo”, explica Karumi. Otros muchos se esconden en el monte Gurugú, que hace frontera con Melilla y está tomado totalmente por la gendarmería marroquí. También cuenta cómo fue su primera experiencia en la valla: “la primera vez que intenté cruzar la valla los marroquíes me lanzaron piedras y con palos hicieron que me cayera”.

Según las fuentes anteriormente mencionadas, en el asentamiento vivían en condiciones de extrema pobreza  y miseria, pero se solidarizaban entre ellos, había mucho apoyo y crearon sus nuevas familias y entornos para sobrevivir.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) destaca que “desde 2013 se ha registrado un aumento en el número de personas que llegan de forma irregular a través de esta ruta y, al mismo tiempo, se ha incrementado la proporción de las personas que vienen de países asolados por la guerra, la violencia y la persecución, como Siria, la República Centroafricana o Malí”.

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