El 18 de septiembre de 2014 es la fecha elegida para el referéndum que determinará si Escocia continuará o no perteneciendo al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Las encuestas más recientes no terminan de aclarar la opinión de los escoceses y por eso los principales líderes políticos de la región tratan de atraer en sus discursos al máximo número de adeptos posibles.
Alex Salmond, ministro principal de Escocia y miembro del Partido Nacionalista Escocés (SNP), lideró recientemente una marcha por las calles de Edimburgo en la que miles de seguidores manifestaron su apoyo a la independencia entre pancartas, silbatos y colores de su bandera. Por otro lado, el ministro británico para Escocia, Michael Moore, posicionado en contra del plan de Salmond, exige a éste explicaciones en temas como defensa o economía, que considera fundamentales en un Estado independiente y cree que no están bien planteados.
Entre detalles sobre el proyecto aún sin resolver, muchos manifiestan su opinión atrayendo la atención de los indecisos. Este referéndum establece por primera vez la edad para votar en los 16 años y según una investigación reciente de la Universidad de Edimburgo, son los jóvenes los más inclinados a votar por el no.
Hannah Grieve, estudiante escocesa de Ciencias Políticas en Edimburgo es una de ellas. La joven no cree que una Escocia independiente sea económicamente viable y piensa que el proyecto no seguirá adelante. Grieve declara que “aunque hay mucho patriotismo y los escoceses se sienten orgullosos de su región, para mucha gente no hay bastante información sobre lo que cambiaría o los planes de futuro”, y es por ello que cree que los votantes tienen miedo a un cambio así. Los jóvenes partidarios de la independencia, por el contrario, sienten que la autonomía aportaría muchos beneficios para Escocia, ya que, afirman, se potenciarían más los recursos de la región.
Hasta el momento, la mayoría de las encuestas dan la victoria a los partidarios de permanecer en el Reino Unido; sólo entre un 25 y un 37% de los escoceses apoyarían la independencia. No obstante, un reciente sondeo encargado por el Gobierno escocés rompe con esas cifras, ya que afirma que un 44% votaría a favor frente a un porcentaje del 43% que lo haría en contra.
Más allá de las conjeturas sobre la decisión final, algunos eligen la tradición histórica y el sentimiento de pertenencia para defender su postura. A eso se aferra Alex Jarvis Collins, estudiante del doctorado de Historia del Arte en la Universidad de Edimburgo, quien espera que la respuesta del referéndum sea un “n”o. Collins se siente orgulloso de ser británico y escocés a la vez, ya que su familia proviene de partes diferentes de Reino Unido. “Me sentiría triste si Escocia se independizara” confiesa, “habría perdido entonces parte de mi identidad nacional, y elementos de Inglaterra, Gales e Irlanda que forman parte de mí y de mi entorno social, desaparecerían.”
¿Qué ocurriría si finalmente Escocia se independizase? ¿Qué cosas cambiarían y cuáles se mantendrían? ¿Qué pasaría con la moneda? ¿Y con la Unión Europea? Son muchos aún los interrogantes que hacen que la independencia de Escocia siga siendo una incógnita. Alex Salmond se ha comprometido a presentar una visión final al Parlamento el próximo noviembre. Mientras tanto el debate está abierto, la opinión en los medios de comunicación y el futuro de la región, en manos de los escoceses.