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Martes, 11 Diciembre 2012 21:52

¿Quién acompaña a la sirena?

Escrito por  Sergio Lozano Álvarez

Copenhague, la capital de Dinamarca, no en vano tiene como emblema la Sirenita. Y es que esta es una ciudad de marineros por excelencia. Ya lo demostró Federico IX, anterior rey y padre de la reina Margarita, cuando se enroló en la Escuela Naval de Dinamarca e incluso llenó su cuerpo de tatuajes, como el resto de la tripulación. Y la Sirenita está ahí para recordar a la sociedad danesa la tradición pesquera, pues se decía que atraía con sus cantos a los jóvenes que faenaban para después ahogarlos.

Sin embargo, hoy día la Sirenita no es más que una estatua de bronce en mitad del Parque Langelinie, rodeada de pisos de nueva construcción y outlets que venden restos de temporadas pasadas. De fama internacional, la pequeña señora del mar, como se dice en danés, sigue llamando la atención de todos los turistas. Armados con sus cámaras, compactas y réflex, toman un sinfín de instantáneas. Pero para los locales “no deja de ser una atracción turística más, como el Parque Tívoli o Amalienborg”, reconoce Carsten, estudiante que visita la zona cada mañana para hacer footing. “No verás adultos daneses aquí porque da igual de qué ciudad seas, cuando estás en la escuela primaria te llevan a visitarla al menos dos veces”, añade.

Alrededor de la escultura se pueden escuchar muchas lenguas y rara vez alguna de ellas es el danés. Si la marea está baja, los turistas descienden por las piedras y posan a escasos dos metros de la sirena. Lo difícil es encontrar el ángulo perfecto. Todos quieren ponerse enfrente de ella pero hay demasiada gente y poco espacio. Y muchos protestan por el tamaño de la estatua. Vanessa, ciudadana estadounidense, lleva viviendo desde hace más de seis años en Dinamarca, y en cuanto ha visto a la Sirenita ha exclamado: “Mírala, si es tan pequeña. Yo creía que era más grande”. Trabaja como biomédica en un laboratorio en Odense y es la primera vez que está en la capital. “Soy de Brooklyn y Copenhague no es una ciudad tan importante como para que hubiera llamado mi atención antes. Ni tampoco lo es la Sirenita”, determina.

Junto a la ingente cantidad de turistas y estudiantes de intercambio haciéndose la foto de rigor aparece un grupo de niños pequeños acompañados por sus profesoras. “Traemos a los niños para que se familiaricen con la cultura de Dinamarca”, dice Birgitte, maestra en una escuela primaria en Ringsted. “Es para que educarlos culturalmente. No tiene nada que ver con las raíces, para ello les hablamos de la bandera y de la reina Margarita”. Los niños son los únicos que no se hacen fotos. Atienden a sus profesoras y dibujan después la estatua en sus cuadernos.

“A mí me sigue gustando tal y como es”, reconoce Sanne. Esta estudiante holandesa realiza su Erasmus en Copenhaguen School of Design and Technology y afirma que “si la gente se interesara un poco más por la ciudad a la que va a visitar, sabría el verdadero tamaño de la estatua”. Para ella el turismo no es visitar los lugares más emblemáticos cámara en mano, sino ver las semejanzas y diferencias con el lugar de origen. Reconoce haber venido a hacerse la “típica foto de estudiante Erasmus” porque se lo han pedido sus compañeros de residencia.

Esta ciudad en donde el Mar Báltico y el Mar del Norte se juntan tiene en sus orillas a una de sus habitantes más antiguas. La pequeña señora del mar en 2013 cumplirá los cien años. Y aunque por ella han pasado diversos actos de vandalismos y hasta varias guerras, sigue conservando ese halo de atracción con el que llamaba a los marineros. Sin embargo, la imagen actual se asemeja más a la que Hans Cristian Andersen da en su cuento que a la que difundían las leyendas, hoy día ya olvidadas. Andreas, estudiante de Derecho en Syddansk Universitet, se ríe de ello. “Yo soy mitad danés mitad de Sri Lanka y, sin embargo, soy más consciente de lo que originariamente significaba la Sirenita que los daneses que viven en Copenhague”. Afirma que la gente sólo recuerda el bonito cuento de hadas de Andersen pero nadie la leyenda, que aprendió cuando era sólo un niño.

Con esa imagen de dama que renunció a su inmortalidad por enamorarse de un pescador, la estatua descansa entre rocas en el Parque Langelinie. De día acompañada de flashes y turistas, y de noche completamente abandonada. Sin embargo, sigue siendo el souvenir más codiciado, ya sea en foto, en camiseta o en pisapapeles.

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