En los alrededores de Alepo (Siria) está teniendo lugar una batalla que define el desenlace de la guerra civil Siria. Se trata de un conflicto que tiene un gran alcance debido a que un paso en falso puede desencadenar una guerra aún mayor. A pesar de las negociaciones para el alto el fuego, cada día crece el pesimismo de alcanzar dicho acuerdo en el que Estados Unidos (EEUU) y Rusia juegan un papel decisivo.
Los múltiples bombardeos de los aviones de la fuerza militar rusa apoyan a los ataques por tierra de las milicias iraquíes y libanesas. En el otro bando, un conjunto de grupos de opositores respaldados por EEUU, Turquía, Arabia Saudí y Qatar intentan frenar su avance. Este escenario desemboca en un caos que aprovechan los kurdos para ganar terreno desplegando toda su fuerza militar. A este conflicto se añade el Estado Islámico, que también ha aprovechado este desorden para ejercer su control sobre algunas poblaciones.
Esta situación ha propiciado numerosas reuniones entre todas las potencias mundiales para intentar llegar a un acuerdo y detener la violencia que se está viviendo en Siria. No obstante, pese a los intentos de unas y otras fuerzas militares, tanto la Conferenciad de la Paz de Ginebra III como en la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC) no han logrado llegar a un pacto definitivo. De hecho, se percibe la sensación de que la violencia en esta región está alcanzando niveles hasta ahora nunca vistos en conflictos similares.
Asimismo, en el arranque de la Cumbre Internacional sobre Siria que se celebró en Múnich, el primer ministro ruso Dimitri Medvedev señaló: “Todas las partes deberían estar obligadas a sentarse a la mesa de negociaciones, en lugar de desencadenar una nueva guerra mundial”. Además, Medvedev afirmó que le corresponde a Rusia y Estado Unidos -en su papel de mediadores del conflicto- presionar a las partes enfrentadas para lograr acuerdos y conseguir el alto al fuego.