Uno de los principales quebraderos de cabeza durante los últimos 60 años del país más poblado del mundo ha sido el control de natalidad. La sobrepoblación del gigante asiático llevó, en 1978, a la aprobación de una controvertida medida por la que se prohibía a las parejas chinas la concepción de un segundo descendiente. Casi tres décadas después, esta política ha sido abolida, coincidiendo con el treceavo Plan Quinquenal para el lustro que transcurrirá entre 2016 y 2020. El periódico del partido comunista, El Diario, aseguraba el pasado 26 de octubre que: “El nuevo Plan Quinquenal supondrá un nuevo comienzo por completo para China”.
Cuando la política fue ratificada a finales de los años 70, la población de China crecía descontrolada por encima de los 1.000 millones de habitantes, la intención del gobierno era estancar este desarrollo en torno a los 1.200 millones. En 2014 la población china era de 1.367.820.000 personas. De esta forma, se ha conseguido reducir el crecimiento demográfico a un 0,47% según datos de Unicef.
A pesar del estudio realizado por el centro de investigación del banco de China, por el cual el 75% de la población china apoya esta política, la medida en cuestión ha encontrado un gran número de detractores, sobre todo fuera de sus fronteras. Entre sus consecuencias más inmediatas destaca la gran cantidad de abortos de niñas llevados a cabo en las últimas décadas debida a una clara preferencia de los padres hacia los varones, más capacitados para los trabajos físicos. Esto ha dado lugar a una diferencia, según los datos oficiales, de 116 niños por cada 100 niñas cuando la proporción habitual es de 104 frente a 100.
También ha propiciado un importante envejecimiento de la población, según el medio China Files, en 2042 más de un 30% de los habitantes superará los 60 años, lo cual podría perjudicar gravemente la economía debido a un gran descenso de la población activa. Según los cálculos del periódico China Daily, aproximadamente 100 millones de parejas se verían beneficiadas ante la abolición de la norma en el próximo año, con lo que el Gobierno chino espera compensar este inconveniente demográfico producido por la ya obsoleta política y esquivar el posible declive económico.