Las jams sessions hacen parte de la cultura nocturna de la ciudad. Una jam session es un encuentro transitorio y recreacional formado por un grupo de personas que se reúnen con el motivo principal de hacer música, que crean en concordancia con sus propios estándares estéticos y sin ningún tipo de reglamentación original. En otras palabras, es una reunión informal de improvisación musical. La definición clásica de este término se debe a George Frazier, periodista estadounidense y crítico de jazz, quien la describió como "una reunión informal de músicos de jazz, con afinidad temperamental, que tocan para su propio disfrute de la música no escrita ni ensayada". En este caso, los encuentros no se reducen solo al jazz; las noches musicales en Bruselas comprenden una amplia variedad de géneros que surgen a partir de quien marque el primer ritmo o dependiendo de la evolución de la noche y sus participantes.
El folclore de diferentes países se reúne en distintos espacios donde la música se convierte en el lenguaje universal. El francés, el inglés, el neerlandés, el español y hasta el wolof (lengua hablada en Senegal, Gambia y Mauritania) son algunos de los idiomas que pueden escucharse tanto en el escenario cómo entre el público. La comunicación musical es el punto de entendimiento entre las diferentes nacionalidades. Éste es su idioma, con él, se baila, se habla, se canta, y se siente.
La improvisación, su lengua común
El bar Kafka abre la jornada musical de la semana. Este famoso lugar de las noches de ocio en Bruselas se encuentra en pleno centro de la ciudad y es la ‘guarida’ del reggae cada lunes. Guitarristas, cantantes, bajistas, percusionistas, y cualquier otro talento que se quiera expresar, es bienvenido en este escenario abierto a los ritmos lentos y continuos de la tradición jamaicana.
La música continúa los miércoles en el bar Floreo. Diversos conciertos de grupos locales e internacionales abren la noche a un sinfín de géneros musicales que varía según los participantes de cada noche. Desde un ritmo senegalés, pasando por un blues o un jazz, hasta una improvisación de rap o un clásico de rock, las jams en el bar Floreo siempre ‘alimentan’ el pluralismo de los gustos musicales.
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Jam session / Foto: Manuela Duque |
Así mismo, los miércoles son de jazz en el bar Bravo. Este local reconocido por su calidad musical, acoge a grandes exponentes de este género y es más estricto en cuanto a sus presentaciones, aquí los jammeurs no son admitidos. Jammeurs es un término que los propios músicos utilizan de manera despectiva para referirse a aquellos ‘amateurs’ o carentes de profesionalidad. En el Bravo las exigencias, por lo menos implícitas, son más notorias. Estudiantes, profesores de conservatorio y aficionados participan en una noche de improvisaciones que demuestra la experiencia, la profesionalidad y el recorrido musical de quienes se atreven a subir al escenario.
Por el contrario, la Cave, una cava como su nombre indica, forma parte del mundo clandestino o underground de la ciudad. Hace cinco años era un lugar de encuentro de los músicos del momento, pero debido a problemas internos se vieron obligados a cerrar. Hoy en día está en proceso de reapertura. Cada viernes resurge su atmósfera musical. Con paredes pintadas de bocetos y diseños artísticos, muros roídos, escaleras torcidas, un techo bajo, una chimenea de leña y un bar abastecido por latas de cervezas y un par de botellas de alcohol, este mítico lugar acoge a las nuevas promesas musicales de la ciudad.
Quien quiera toca, quien quiera canta, quien quiera baila. Un lugar subterráneo donde la expresión artística varía según la ocasión, prácticamente sin ningún tipo de organización, salvo por un evento en Facebook que informa a todos los interesados y que llena el aforo del local.
Los domingos se cierra la jornada musical en el bar Bonnefoi con conciertos específicos abiertos a cualquier instrumento que se quiera incorporar. Si se empieza con una guitarra, un bajo, un piano y una batería, puede concluir con trompetas, saxofones e incluso marimbas. Es un escenario abierto a la expresión, un lugar donde la música acerca a las personas, donde los instrumentos hablan con el espectador.
Es así como el ambiente musical bruselense recoge múltiples nacionalidades y variedad de lugares donde se puede disfrutar de la música en vivo. Muchos vinieron a estudiarla, otros la aprendieron mediante la práctica, unos viven de ella, otros la tienen como pasatiempo. Todos la disfrutan y la viven donde lo permita el encuentro. Juan, el intérprete del bajo viene de Argentina, Samba (micrófono) de Senegal, David (piano) es de Colombia, Gerald (guitarra) es belga y Brice (saxofón) francés, todos unidos en encuentros musicales motivados por el simple placer de disfrutar de su arte.
Aquí todos son una familia, aquí se baila al son de la cumbia y la salsa latinoamericana, aquí se manifiestan los diversos ritmos africanos y se siente la armonía y melodía de la tradición europea. Aquí todos se convierten en uno, aquí una canción no entiende de orígenes, aquí una canción -concretamente una improvisación musical- es la combinación perfecta de todos y cada uno de ellos.