La capital belga vivió momentos de miedo en los últimos días; sus calles estaban vacías, los comercios cerrados, así como el transporte público, los colegios y las universidades. La vida de muchos habitantes en la capital europea se vio paralizada; incluso algunos, como ciertos estudiantes extranjeros, decidieron retornar a sus países por el miedo a un posible atentado. Las calles fueron refugio de policías, militares, personas sin hogar, y algunos turistas que no se resistían a tomar fotos a las llamativas tanquetas que poblaban las calles desiertas.
Estas medidas fueron tomadas debido al estado de alerta máxima de terrorismo y de las recomendaciones del Centro de Crisis Belga para hacer frente a la situación. Para garantizar la seguridad de los ciudadanos, se prohibió la organización de eventos donde hubiera una gran concentración de personas, por lo que conciertos y manifestaciones se vieron afectados.
No obstante, miles de personas decidieron realizar una cadena humana el pasado 29 de noviembre con motivo de la convención sobre el clima que se celebra estos días en París (COP21). Organizada por los colectivos Climate Express y Klimaatcoalitie, la manifestación tuvo como objetivo exigir un acuerdo climático sostenible y ambicioso que beneficie al planeta y no a las grandes empresas y sus intereses económicos. De esta manera, los manifestantes hacían alusión a la alerta nivel 4, no de terrorismo, sino del cambio climático, y la importancia de actuar frente a esta situación que también se presenta como estado de emergencia para el planeta.
Reivindicar el derecho a la libertad de reunión fue otra de sus demandas. Los manifestantes protestaban contra las medidas de seguridad tomadas por el gobierno que en su opinión, coartan la libertad. Así lo manifiesta Jean Pierre Dubois, presidente de honor de La Liga de los Derechos del Hombre, quien afirma que no se puede utilizar la determinación de un estado de emergencia como medida para restringir las libertades y silenciar los movimientos sociales. De igual forma, Louis Keumayou, integrante del Club de la Información Africana, sostiene que “hay que ser conscientes de la gravedad de la situación, aunque la vida debe continuar sin miedo ni psicosis”.
Con esta cadena humana que recorrió gran parte del centro de Bruselas, miles de personas demostraron que no temen, que no callan, que reivindican su derecho de libertad de expresión para defender el planeta y luchar contra el cambio climático. Esta manera diferente y creativa de manifestarse persigue la idea de construir un mundo libre de guerras y de represión, y a su vez lograr obtener una justicia climática que prevenga de caer en un Plan B, ya que como los propios manifestantes afirman, no hay un planeta B.