El número de organizaciones y voluntarios implicados en la causa de los refugiados en Holanda ha crecido en los últimos meses, según afirma Margje de Mik, voluntaria de Humanitas. “La población holandesa es muy abierta y voluntariosa. Te ayudan mucho y te hacen sentir bien”, explica Sami, un joven yemení de 28 años que se trasladó a Europa en 2013. Nour, una mujer siria que llegó en abril para reencontrarse con su marido, también refuerza esta idea: “La gente es muy amable y los vecinos te saludan. Aquí me siento segura y en paz”.
En la otra cara de la moneda se encuentra el sector ultra-derechista, contrarios a la nueva situación. “Se trata de un grupo minoritario pero que genera mucho ruido”, explica Joost Herman, experto en Ayuda Humanitaria Internacional. Según el profesor, la población siente miedo ante el nuevo panorama y los políticos canalizan este pánico para ganar popularidad. “Necesitamos políticos que utilicen adecuados mecanismos de comunicación para explicar a los ciudadanos la complejidad del asunto. El problema radica en que se centran demasiado en ser reelegidos y contentar a su electorado”, añade Herman.
La integración de los asilados
Tal como distingue el experto en Ayuda Humanitaria Internacional, existen dos tipos de refugiados: los altamente cualificados y los de bajo nivel educativo. Ambos aportan beneficios al país. Los primeros, porque ingresan en las universidades y se integran fácilmente. Los segundos, porque ocupan los trabajos que los holandeses rechazan e incrementan la tasa de natalidad. “La inmigración es beneficiosa para Holanda y ha estado presente en cada período de la historia”, asegura el profesor remitiéndose a épocas pasadas.
En el siglo XVII se produjo la llegada masiva de los judíos perseguidos por el catolicismo. Durante la Primera Guerra Mundial, un millón de belgas emigraron al país vecino. Asimismo, en los años sesenta fueron los checos y húngaros quienes se trasladaron. “Llegaron, se integraron y pasaron a formar parte de la economía, la cultura y la sociedad holandesa. Lo mismo sucede ahora con los sirios”, argumenta Herman. Desde su grata experiencia, Sami también reivindica la importancia de ayudar a los refugiados porque “si no fomentas que se integren, ellos por sí solos no lo harán”.
El aumento en los últimos años
En 2014 el país alcanzó las cifras de peticiones de asilo más altas de la última década. Según la Oficina Central de Estadística de los Países Bajos, el año pasado se registraron 24.500 peticiones, de las que el 39% de los solicitantes eran sirios y el 16% eritreos. Unos índices que todavía quedan lejos de los datos de 1994, cuando se alcanzó un total de 52.500 con la llegada masiva de exiliados procedentes de la antigua Yugoslavia. Aún así, suponen un incremento del 47% respecto al año 2013.
La última estadística de la Oficina Nacional para Refugiados realizada en agosto determina unas 26.000 solicitudes de asilo. La inestable situación ha obligado al Gobierno a aumentar el presupuesto para refugiados de 300 a 1.000 millones de euros. A pesar de las críticas que el Ejecutivo ha recibido, Herman sostiene que “sin duda, Holanda acata sus obligaciones seriamente”. No obstante, defiende que este tipo de desafíos ya no son para países individuales, mientras gira la mirada a una Europa con débiles mecanismos para afrontar la nueva realidad.