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Viernes, 27 Noviembre 2015 10:56

La gentrificación y el ideario ‘hipster’

Escrito por 
Mapa de París a mediados del Siglo XVI Mapa de París a mediados del Siglo XVI

La sociedad viene siendo testigo de una transformación radical del paisaje urbano parisino en los últimos tiempos a causa de la gentrificación resultante de lo que algunos expertos han denominado "economía hipster", un fenómeno que se hace especialmente evidente en un enclave tan turístico como París.

Al hablar de París, como cuando se habla de cualquier sitio, uno se refiere a un sujeto que surge más del propio ingenio que del hecho físico per se; es importante dilucidar a qué se remite uno realmente al expresarse, pues cuando se enuncian lugares que son totalmente ajenos o peligrosamente cercanos, uno cae en el artificio de referirse a la estética más que al lugar en sí mismo.

Así, cuando uno se refiere a París piensa rápidamente en la Torre Eiffel, en los Campos Elíseos, en montar en barco por el Sena o en besarse entre las estrechas calles del Barrio Latino; todas estas esperanzas conforman una estética que obedece al paisaje especulativo de la ciudad. La estética, del griego aisthetike (“sensación”, “percepción”), es por tanto un concepto que parte de nuestra capacidad de subjetividad.

Es del choque entre diferentes idearios que surgió en los años 60 la noción de “gentrificación” allá en Reino Unido y América del Norte, que tantos estudios ha dado, y sobre la cual gira últimamente el debate en Francia y, más concretamente, en París, sobre la configuración urbana de la ciudad y su relación con la desigualdad social.

Este concepto, que bebe del posfordismo, se sitúa especialmente en determinadas zonas del mundo occidental, donde barrios históricamente vinculados a la clase obrera, generalmente parte del casco histórico de una ciudad, comienzan a ser ocupados progresivamente por grupos de mayor nivel adquisitivo con fines especulativos. Esta nueva dinámica espacial es consecuencia de la reestructuración económica, sociocultural y demográfica de las ciudades que se desarrolla desde mediados del siglo pasado. "El deterioro urbano ha convertido algunos barrios de las principales ciudades del mundo en un conjunto de piezas urbanas para ser remodeladas o idealizadas por la gentrificación", relata la investigadora estadounidense Sarah Kendzior en un reportaje para Al Jazeera.

Según la autora, estos barrios -cargados de una atractiva estética nostálgica y de enriquecedora "vida urbana"-, estimulan el arribo de nuevos residentes de altos ingresos. Estos grupos socioeconómicos buscan ese estilo de vida en vecindarios históricamente asociados a poblaciones marginales -carentes de servicios públicos y oportunidades de trabajo-, los cuales terminan siendo desplazados a suburbios empobrecidos. "Quieren mudarse a una memoria que otros ya han construido. Esto es la economía hipster", señala Kendzior.

Un proceso caótico pero sistemático que puede darse bajo muchas formas, aun con el elemento en común de una progresiva transición de barrio histórico degradado o vieja zona industrial en reclamo turístico, incentivado por presiones de tipo inmobiliario y, por ende, hostelero y comercial. Su factor fundamental gira alrededor de la existencia de una población humilde desplazada y la consecuente invasión del espacio por clases de mayor nivel de renta, así como la revalorización del suelo. La consecuencia: el desplazamiento masivo de población de pocos recursos a la periferia por no poder costearse el nivel de vida en su barrio natural, inflado artificialmente por la aristocratización del suelo y los comercios.

“Lo cierto es que el barrio se ha transformado completamente en los últimos 10 años”, asegura Étienne de Charentenay, regente de una brasserie en el barrio multicultural de Ménilmontant, uno de los últimos bastiones de la resistencia hipster intra-muros. El regente se refiere no sólo a los comercios, sino también al tipo de gente que los frecuenta. “Si no fuera porque este local es nuestro desde hace varias generaciones, lo más probable es que no pudiésemos afrontar un alquiler en un lugar como este, lo cual es triste”, explica de Charentenay, que asegura que en muchas ocasiones se han planteado vender el local y marcharse. “Nadie quiere entrar a un bar corriente de barrio cuando este está plagado de tiendas de diseño”, concluye el francés.

La mixité sociale

La llama de la discordia se aviva una vez más dentro del foro de debate ciudadano a manos de la actual alcaldesa de la ciudad de París, Anne Hidalgo, que a principios de año anunció un listado de 257 direcciones -8.021 apartamentos-, en los cuales el ayuntamiento se otorgaría el derecho a rechazar la venta de inmuebles, con tal de convertirlos en viviendas subsidiadas. Siguiendo a su mentor político Bertrand Delanoë, los planes del Gobierno regional de París apuntan tanto a incrementar las opciones de arriendo subsidiado como a asegurar zonas residenciales en el centro histórico a personas de bajos y medios ingresos, evitando su expulsión a la periferia.

El plan se aplicará en ocho distritos (arrondissements) de la capital y los edificios escogidos responden a tres criterios: tipo de condominiums, porcentaje de déficit de viviendas sociales en el área y edificios donde al menos exista un 15% de demanda de vivienda social, según informa Les Echos.

Históricamente, el oeste de la ciudad siempre ha sido la zona predilecta para el asentamiento de las clases socioeconómicas más altas, mientras que el norte y el este han sido lugares reservados para lo que en su momento se podría haber considerado como los estratos socioeconómicos más bajos. Es a partir de los años setenta, con la aparición del concepto de mixité sociale, que se empieza a cuestionar la segregación espacial en París en pos de un mayor encuentro social entre los diferentes grupos económico-culturales.

Para ello, se instalaron viviendas de interés social en zonas con niveles económicos más altos para que los barrios más humildes de la ciudad no se vieran convertidos eventualmente en guettos de pobreza. Si bien se pensaba que la cercanía espacial llegaría a influir en la cercanía social, lo cierto es que dicha medida, lejos de borrar las diferencias culturales entre ambos grupos, consiguió que las diferencias se hicieran más visibles y, por tanto, menos soportables.

Otras alternativas

La búsqueda de un lugar asequible donde vivir lleva a mucha gente a residencias subvencionadas por el Estado, especialmente para estudiantes, o a recurrir a las distintas ayudas que el Ayuntamiento de París y la seguridad social francesa ofrecen, entre las que destaca la llamada CAF (Caisse nationale des Allocations familiales). “Aquí en Francia hay distintas ayudas que te devuelven parte del alquiler en función de tu situación familiar y del tipo de alojamiento en que residas”, cuenta la malagueña Carmen España, beneficiaria de la CAF y residente en el histórico barrio de Montparnasse. “Esto permite que mucha gente pueda permitirse una vivienda relativamente digna porque cada mes te devuelven un tanto por ciento de lo que pagas, reduciéndose el coste total lo suficiente para vivir cómodamente en zonas donde, si no, no tendrías la más mínima posibilidad”, explica la española.

Actualmente, París es de las ciudades europeas donde el coste de vida es más alto. La gentrificación es una consecuencia más de la desigualdad social que acontece en las urbes europeas, y es por esto que para luchar contra ello es necesario reducir las enormes diferencias de ingresos a riesgo de incurrir en una mayor fractura social. Según la propia alcaldesa de la ciudad, mientras los precios de las viviendas en París no estén regulados legalmente, toda acción que busca paliar las consecuencias de la gentrificación seguirán siendo exiguas en comparación con la demanda de viviendas de interés social; es por esto que la implementación de medidas para mejorar el nivel socioeconómico general e igualar la balanza inmobiliaria de precios son imperativas para contrarrestar el proceso de gentrificación que, si no, terminará convirtiendo a París en un vecindario para ricos.

 

 

 

 

 

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