La capital italiana amanecía este viernes, a las siete de la mañana, con el cierre de una nueva estación de metro. Esta vez, se volvía a tratar de una de las de la línea A, en este caso la de Battistini. El motivo, según informó la RAI: una caja de cartón vacía y abandonada en un armario reservado para la empresa de limpieza que opera en el subterráneo y que habría sido encontrada por los guardias de seguridad de la estación. Cuatro horas más tarde Il Corriere della Sera informaba del aviso a la policía de un doctor del hospital de San Giovanni. El médico afirmaba haber visto a un hombre, vestido de negro, cruzar las puertas del edificio armado con un fusil sobre el hombro.
En ambos casos, y tras la intervención de las fuerzas de seguridad, el peligro no resultó ser real. La ciudad de Roma permanece custodiada por los cuerpos de seguridad. Algunas de las entradas a las bocas de metro, así como algunos pocos de sus andenes, están bajo custodia de dos o más militares, que portan armas de gran calibre. Los lugares más emblemáticos, así como las iglesias, son los más escoltados. El Coliseo, por ejemplo, se encuentra acompañado de varios militares y sus vehículos con tintes de camuflaje. También el Castillo de Sant Angelo o la plaza de San Pietro son vigilados por los mismos, además de por la policía.
Asimismo, algunos de los eventos y manifestaciones que tienen lugar estos días en la ciudad sufren alteraciones y precauciones especiales. La Embajada francesa acogía esta semana el círculo de conferencias Eurovisioni, acerca de lo audiovisual y la era digital. Cuando el estudiante vasco Ander Makazaga quiso entrar al edificio, se encontró con la imposibilidad de hacerlo si la inscripción para acudir al evento se había realizado después de los atentados en París. Afortunadamente, él lo había hecho con anterioridad, y pudo acceder tras superar unos estrictos controles de seguridad. El joven declara que cada sirena y cada helicóptero que se escucha causa sensación de malestar y precaución, pues “ nunca se sabe qué puede llegar a ocurrir”, afirma el universitario. “ Salir a la calle esta semana no ha sido fácil, ni lo será la siguiente. Hay controles por todos lados y tanto los medios de comunicación, como las redes sociales y la presencia militar, fomentan el miedo psicológico”, confiesa Makazaga.
El aviso del FBI a las autoridades italianas que advertía de posibles atentados en lugares emblemáticos como la catedral de San Pedro del Vaticano, en Roma, no ha sido tomado a la ligera. Sin embargo, la realidad es que a pesar de la existente precaución, el temor a un ataque no paraliza la vida de los ciudadanos que habitan en Roma. Tampoco la de los cientos de turistas que visitan la ciudad, como en cualquier otra época. Los falsos legionarios del Imperio Romano siguen abalanzándose contra los viajeros con la intención de intercambiar una foto de recuerdo por algunas monedas, los independientes guías turísticos ofrecen sus servicios como siempre y los ciudadanos italianos continúan con su lucha en su rutina diaria.