Tras un periodo de tensas relaciones, el 30 de noviembre de 1939, la Unión Soviética comienza la invasión de Finlandia. Con una relación de fuerzas muy superior, y con una proporción de tres a uno, el Ejército Rojo planeaba hacerse con el control del país en apenas dos semanas. Los fineses, que ya estaban alertados por las anexiones previas de Rusia de las tres repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y Lituania, y del este de Polonia, llevaban tiempo preparando las defensas en previsión de un ataque del gigante ruso. Todo hombre de más de 18 años fue instruido en el uso de las armas y en las técnicas de guerrilla, las mujeres se involucraron en la producción y la intendencia para cubrir las necesidades del Ejército y a los granjeros les fueron requeridos todos los tractores y camiones para contribuir al esfuerzo bélico. El país entendió que no era un simple acto de defensa, era una cuestión de la supervivencia de Finlandia como nación.
Los finlandeses apostaron todas sus cartas a la defensa de la frontera este del país, el objetivo era dilatar lo máximo posible el conflicto para contar con el invierno como aliado. Un gran ejemplo de esta estrategia defensiva se encuentra en la conocida como ‘Línea Mannhereim’, una línea de fortificaciones situada a lo largo del ismo de Carelia, dónde se aprovecharon los accidentes geográficos y naturales para construir la línea defensiva que haría que las tropas soviéticas tuvieran que luchar a sangre y fuego cada kilómetro de terreno.
La guerra de guerrillas fue exitosa para detener el avance ruso, y con la llegada del invierno, el ejército invasor sufría multitud de bajas humanas y materiales. La fiereza de la defensa nórdica logró resistir cuatro largos meses, lo que propició que se alcanzara un armisticio entre los dos países. Finlandia dio el ismo de Carelia a los rusos, marcando unas fronteras que se mantienen hasta hoy.
La muerte blanca
Simo Häyvä tenía treinta y cuatro años cuando fue movilizado por el Ejército finlandés desde la reserva. Previamente, con veinte años, había realizado el servicio militar, destacando en sus habilidades como tirador de élite, donde recibió diversos trofeos que acreditaban su pericia con el fusil.
En el trigésimo cuarto regimiento, que estaba englobado dentro de la duodécima división fue donde “la Muerte Blanca” causó el terror entre las filas enemigas
Las tácticas utilizadas por Häyvä fueron de gran creatividad y pericia.
Häyvä utilizaba la mira de acero del fusil en vez de la mira telescópica, para no tener que alzar la cabeza y evitar el posible reflejo del sol en la lente, lo que podía delatar su posición. También compactaba la nieve sobre la que se situaba para evitar que esta se dispersara tras un disparo. Esta nieve, además, la ponía sobre la boca para evitar que el vaho fuera visible. Todo ello acompañado de un camuflaje impecable que le hacía mimetizarse con el entorno, a lo que también ayudaba su corta estatura, de poco más de metro y medio.
Los rusos además de lidiar con un invierno durísimo, con temperaturas entre los -20º y los -40º también tuvieron que luchar contra un fantasma que minaba la moral de su tropa. Simo Häyvä elegía los objetivos entre los soldados de mayor rango y los operadores de radio, con el fin de que el desconcierto se extendiera entre el enemigo. Las víctimas oficiales contabilizadas con el fusil M-28 (una variación finesa del fusil ruso ‘Mosin-Nagat’) fueron 505, aunque algunas fuentes lo las elevan a más de 540, a las que habría que sumar otras 200 con el rifle de combate, lo que convierte a Simo Häyvä en el francotirador más mortífero de la Historia.
Cada víctima caía como un mazazo entre los soviéticos. El francotirador, sin buscarlo, se había convertido también en un arma de propaganda, conocido entre sus enemigos como “Belaya smert”, o en español, “la Muerte Blanca”. El alto mando ruso organizó diversas acciones con el objetivo de neutralizarle, incluyendo el desplazamiento de un grupo de élite de francotiradores, que también murieron a manos de Simo Häyvä, que demostró la superioridad técnica sobre unos rivales de sus mismas características.
El 6 de marzo de 1940, y a pocos días de que cesara el conflicto, Häyvä fue alcanzado por una bala expansiva que le destrozó casi la totalidad de la mejilla izquierda. Al borde de la muerte, y tras haber acabado con los enemigos antes de caer inconsciente, el héroe finlandés sobrevivió tras varias operaciones de cirugía, recobrando la consciencia el 13 de marzo, el mismo día que se declaraba la paz entre ambos bandos.
Un héroe olvidado
Pese a la magnitud de las proezas alcanzadas por este personaje, no todos los finlandeses, sobre todo los más jóvenes, conocen las gestas de este soldado. Mika, un estudiante de primer curso de universidad conoce vagamente el nombre, pero no el por qué fue tan relevante en el transcurso de la guerra. En este sentido, apunta el historiador Antero Holmila, que achaca este desconocimiento a la falta de documentos audiovisuales y/o películas entorno a la figura de Simo Häyvä pese a lo atractivo del personaje. La vida de los francotiradores ha sido llevada en varias ocasiones a la gran pantalla, desde “Enemigo a las puertas”, que relata las actuaciones de Vassili Zaitsev, y que contó con actores de primera fila como Ed Harris o Jude Law, a la última producción de Clint Eastwood, “El francotirador”, centrada en Chris Kyle, el francotirador más mortífero del Ejército estadounidense y que aun así está lejos de las cifras de Häyhä.
Con la finalización del conflicto, Simo Häyhä fue condecorado con las mayores distinciones del Ejército finés, la Cruz de Kolla y la Cruz de Plata, algo que no había sucedido anteriormente ni que sucedería después. Décadas después de la finalización de la guerra, y ante la pregunta de cuáles eran los sentimientos acerca de ser el francotirador más letal y mortífero, Simo contestó: “Sólo cumplí con mi deber de la mejor manera que pude”.