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Martes, 28 Abril 2015 00:00

La Noruega nazi

Escrito por 
Bombardeos sobre Bodø / Foto: Nordlandsmuseet Bombardeos sobre Bodø / Foto: Nordlandsmuseet

A menudo los mapas de Europa que representan el nacionalsocialismo suelen poseer un color más vivo en el sur que en el norte. Esto se debe a que en esta región de Europa, tan sólo Noruega vivió una dictadura comparable a la que vivió Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Judíos deportados en Polonia, un discurso oficial empalagado de patriotismo y un brazo paramilitar similar a las SS en Alemania, formaron parte de un momento de la historia de esta nación nórdica llamado “La época Quisling”.

Noruega atrajo tanto la atención del Tercer Reich como de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. La navegabilidad de sus fiordos la convertía en un lugar idóneo para acceder a Suecia, un Estado que nutría de hierro al país germano. Para las potencias aliadas, suponía un buen enclave para amenazar militarmente a Alemania.

Como en gran parte de los malentendidos, todo empezó con un encontronazo. Una tarde de febrero de 1940, la aviación británica avistó al buque de prisioneros alemán Altmark cerca de Egersund, una ciudad del sur de Noruega. Su presencia en estas aguas, además de violar el derecho internacional, constituía un abuso de la neutralidad del país nórdico. El destructor británico HMS Cossak navegó hasta allí para abordarlo y Altmark se vio obligado a refugiarse en el fiordo de Jøssingfjord. Pocos momentos después, varios navíos noruegos apuntaban sus torpedos hacia el cosaco británico que también acababa de quebrantar la neutralidad.

Ambos bandos se enzarzaban a tiro de bayoneta en la cubierta del Altmark al final de la tarde. Siete marineros alemanes fallecieron y seis resultaron gravemente heridos. Los prisioneros se encontraban en la bodega. "¡Está bien, la marina británica está aquí!”, sonó entonces. Y al momento, según la versión que relató uno de los cautivos para The Times, una lluvia de aplausos ensordeció el ambiente.

Este incidente tuvo una gran resonancia en la propaganda británica, que consiguió el respaldo popular suficiente para instalar minas en las aguas territoriales de Noruega. El Tercer Reich, aprovechando este acto perceptible como una invasión, decidió “proteger” a los habitantes del país nórdico poniendo en marcha la Operación Weserübung, un sesudo plan para ocupar Dinamarca y Noruega.

Bodø, la ciudad que dejó de existir

Alemania fijó su objetivo en Narvik, una ciudad portuaria situada por encima del círculo polar ártico que constituía un trampolín hacia Suecia. La resistencia noruega combatió con alarmantes carencias. En apenas cuarenta y ocho horas, sus poco menos de sesenta aviones quedaron derribados por las fuerzas invasoras. Gran Bretaña envió refuerzos desde el norte de Escocia, pero una vez más Alemania demostró ir un paso por delante al contar con una base aérea en la recién ocupada Dinamarca.

La operación de guerra relámpago puesta en marcha, similar a la de la invasión de Polonia, avanzó hacia el norte a gran velocidad. Las localidades de Namsos, Steinkjer, Elverum, Molde y Kristiansund quedaron en ruinas. A finales de mayo apenas quedaban días para que la ocupación terminara. Cerca de Narvik, a pocas millas marinas del fiordo de Ofotfjorden, la aviación alemana se detuvo en Bodø, una ciudad capaz de albergar una posible base aérea inglesa.

“Hacía un día tan agradable y tranquilo que se podía ir con una vela encendida por la ciudad. Hacían 22 grados”, relataba hace veinte años Georg Andersen, un habitante de Bodø, durante una entrevista. A las seis de la tarde comenzó el bombardeo. “Primero destruyeron la granja de Andersen, cerca del lugar donde ahora se ubica el hotel SAS, y a continuación alcanzaron el Café Fénix”, recuerda. Para las ocho y media, más de mil bombas incendiarias habían dejado la ciudad en ruinas.

Quince personas fallecieron. Tres mil setecientos habitantes, alrededor del 59% de la población, perdieron su hogar. Apenas un tercio de los edificios de la ciudad consiguió sobrevivir. El funcionamiento de las instituciones, los servicios y los comercios se frenó en seco. El hospital quedó tan dañado que suspendió su actividad. Varios campamentos provisionales en las afueras ocuparon el lugar planeado para las futuras ampliaciones de la ciudad.

En julio llegó la Nasjonalhelpen (Ayuda nacional) de la Cruz Roja sueca. A partir de casas de madera prefabricadas en la nación vecina, comenzó la reconstrucción. En 1950, Bodø ya tenía el mismo número de edificios que antes del bombardeo. Pero la ciudad del pasado había desaparecido para siempre.

Un líder vikingo

“¡Hombres y mujeres de Noruega! Después de que Inglaterra violara la neutralidad de Noruega instalando minas en sus aguas territoriales, sin más oposición que las endebles protestas del gobierno de Nygaardsvold, Alemania nos ha ofrecido su ayuda acompañada de una solemne declaración de que respetará nuestra independencia nacional y las vidas y propiedades de los noruegos”, así sonaba la voz del futuro líder del país, Vidkun Quisling, una tarde de abril desde una estación de radio de Oslo.

La monarquía quedó suspendida al final del año. Quisling se propuso terminar con el legado de la Revolución Francesa hostigando el pluralismo y el régimen parlamentario. El nuevo Gobierno, como en el resto de la Europa bajo la tutela de Hitler, ordenó el arresto de los líderes del Partido Comunista y los sindicatos.

El instaurado Reichskommisariat Norwegen autorizó las deportaciones de judíos a los campos de concentración de Polonia. “Quisling no tomó ninguna iniciativa para prevenirlo, a pesar de que claramente conocía su destino. Cuando los judíos fueron arrestados en octubre de 1942, confiscaron sus propiedades y el dinero de sus cuentas bancarias”, indica Vibeke Kieding Banik, doctora en Historia y experta en judaísmo y minorías religiosas.

“Fue un régimen nazi, por supuesto que lo fue. La población en general en Noruega se asemejaba a la del resto de Europa: Muchos se resentían hacia los judíos y otros no. Muchos permanecieron indiferentes”, indica esta doctora. Según aclara, la crítica social apareció en cuanto los periódicos ilegales dieron a conocer las deportaciones.

Tras la rendición de Hitler, el recién restaurado Gobierno juzgó a Vidkun Quisling por los cargos de malversación de fondos, asesinato y alta traición. Finalmente falleció en un pelotón de fusilamiento en Oslo. Su visión religiosa de la guerra como el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra le ha costado un legado oscuro en la historia de Noruega. No por cualquier razón la palabra “quisling” ha pasado a la posteridad como un sinónimo de traidor en lenguas como el noruego, el sueco, el griego, el croata o el serbio.

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