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Martes, 24 Marzo 2015 00:00

Un copago de muerte en Portugal

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Enfermos en los pasillos del Hospital São José de Lisboa / Foto: Javier Romer Enfermos en los pasillos del Hospital São José de Lisboa / Foto: Javier Romer

La crisis sigue perpetuándose en el tiempo y los ciudadanos del sur de Europa siguen sufriendo sus consecuencias. Los portugueses, como el resto de países rescatados, tienen que pagar con sus servicios públicos el alto coste del rescate dejando un paisaje desolador del antiguo Estado de Bienestar portugués.

Portugal no es ajeno a las exigencias de austeridad social del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional que obligan, a un Estado rescatado, a aplicar una serie de recortes sociales para la contención de la deuda pública. ¿Pero qué ocurre cuando las exigencias de Europa traspasan las barreras de lo indebido? Con una deuda de más de 228 millones de euros, y en aumento, el despilfarro debe recortarse en Sanidad y Educación publicas principalmente, según los expertos en economías neoliberales.

Pero la mano con tijeras parece haberse cebado en materia de sanidad ya que el Gobierno luso ha optado por el copago o repago sanitario. ¿Qué significa en términos económicos la implantación de esta medida? Supone que el Ejecutivo portugués cobrará en sus centros de salud pública a todos los pacientes; cinco euros la consulta del médico de cabecera y tres euros la utilización del servicio de enfermería. Pero el impuesto en los hospitales públicos alcanza los diez euros por consulta en el médico de especialidad, 20 euros en el servicio de urgencias y hasta 50 euros en el caso de que en el servicio de urgencias se requiera de análisis complementarios del paciente.

Si se carece de ingresos suficientes para hacer frente al copago sanitario, se tiene algún tipo de minusvalía o se es enfermo crónico, el Gobierno permite que se solicite la excedencia de la tasa tras pagar 50 euros para solicitar el estudio, caso por caso, de cada situación personal del paciente. También, quedan exentas de pagar las mujeres que estén de parto, independientemente de su situación socioeconómica, así como los menores que no superen los doce años de edad.

Urgencias colapsadas

Con menos personal sanitario y sin medios técnicos suficientes, el copago sanitario no sólo es lo único que se hace notar en los hospitales lusos, los cuales llevan meses colapsados. Afortunadamente, desde finales del año pasado hasta ahora, sólo han fallecido siete personas en las salas de espera de las urgencias, y parece macabro decir afortunadamente pero la realidad es que las urgencias sufren tal colapso que lo normal es esperar una media de entre cinco y seis horas para ser atendido. La mayoría de estas muertes son de personas mayores que no aguantaron la interminable espera de las urgencias, como el caso de Manuel Regueira, de 92 años, que estuvo cuatro horas en urgencias sin ser atendido o María Vitoria Forte, de 89, que tras nueve horas de espera moría sin ser atendida en la sala de espera. “Llevamos nueve horas esperando diciendo que se le va la cabeza a mi marido y nos dicen que aún tenemos que esperar”, asegura otra mujer mayor en el hospital público São José de Lisboa.

El estado de los hospitales públicos es desolador, parecen auténticos hospitales de guerra, donde las camas y los pacientes se acumulan por los pasillos, los gritos de dolor de algún paciente cortan el silencio del resto que sufre en silencio la larga espera. “No usamos guantes ya para tomar muestras de sangre porque sencillamente escasea el material sanitario”, así de tajante responde uno de los enfermeros del Hospital São José. “Hay algunos hospitales que tienen privatizado el parking y hasta las ambulancias tenemos que pagar por estacionar”, asegura uno de los miembros del INEM (el SAMUR portugués).

No hay acción sin reacción como decía Newton y los portugueses como medida de protesta han decidido no donar sangre o los órganos de sus familiares tras su defunción. Esta medida protesta aumenta el peligro de mortalidad en los hospitales ya que la escasez de sangre en las reservas de los hospitales pone en serio peligro la vida de muchas personas que pueden requerir de la solidaridad de los donantes. “Hay que pagar más y el servicio es peor y encima esperan que les done mi sangre”, comenta uno de los taxistas que espera en la puerta de urgencias del hospital. La solución del Gobierno consiste en considerar como una multa o un impuesto no pagado a los que no paguen las tasas sanitarias derivándolas al ministerio de Finanzas que aplicará un incremento de hasta cinco veces el valor del copago para aquellos que pretendan irse sin pagar la factura del repago sanitario.

En un país donde la protesta de los ciudadanos se relega de puertas para dentro de casa, no es de extrañar la impasividad portuguesa ante tan desolador panorama. Con una población cada vez más envejecida y una juventud emigrante, el problema político de la sanidad lusa no parece estar cerca del final sino camino de continuar.

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