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Martes, 11 Diciembre 2012 01:00

“Yo en cuanto me jubile me voy para España”

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El pasado 28 de noviembre se cumplieron 56 años de la firma del Acuerdo Hispano-belga de Emigración de 1956. Aquel tratado constituyó el primer paso de lo que fue la exportación a Europa de algo más de dos millones de trabajadores españoles. Años más tarde se firmarían acuerdos similares con Alemania, Suiza, Holanda y Francia.

Aquel primer Tratado se postulaba como una vía de escape para el excedente de trabajadores en una España devastada por la Guerra Civil. Pero la emigración de los más de dos millones de españoles supuso un balón de oxígeno a la economía nacional gracias a las remesas de dinero que los emigrantes mandaban a sus familias en España. De hecho,entre 1961 y 1972 se enviaron 4.042 millones de dólares a nuestro país. Con esa cantidad daba para pagar el 54’5% de los bienes necesarios para desarrollar la industria española.

El acuerdo trataba de permitir que las empresas belgas pudieran difundir ofertas de empleo en España, así como asegurar el reclutamiento de trabajadores y su traslado en unas condiciones aceptables. Bélgica necesitaba desesperadamente mano de obra, en especial mineros para las minas de carbón de Charleroi (Rey Carlos, en honor al Borbón Carlos II). Afortunadamente el Gobierno de Franco no estaba muy por la labor de exportar mineros, que aún seguía necesitando en las cuencas mineras del Cantábrico. De tal forma que el Tratado quedó en papel mojado y más de 70.000 españoles entraron de manera ilegal al pequeño país europeo, en muchos casos “con una mano delante y otra detrás”.

A pesar de que el Instituto Español de Emigración avisaba sin éxito a los que viajaban con pasaporte de turista “del peligro de caer en Bélgica en las garras de los traficantes de seres humanos”, muchos españoles decidieron trasladarse al país del chocolate en busca de un futuro mejor para los suyos. En la mayoría de los casos, el plan era trabajar durante unos años para ganar el suficiente dinero para poder volver a España y montar un próspero negocio, pero en muchos casos (más de 40.000) esos pocos años se convirtieron en toda una vida.

Este es el caso de Amalia López. Esta gallega de El Ferrol llegó a Bruselas cuando tenía tan sólo 10 años, después de que su padre se arruinara en España tras montar un bar, con el dinero de un boleto de lotería premiado, que fue pasto de las llamas.

“Al principio todo fue muy difícil, yo no tenía ni idea de francés y no congeniaba con el resto de las niñas” relata Amalia. “Pero tuvimos suerte, mi padre encontró un buen trabajo en Coca-Cola y así no tuvo que esforzarse en las minas, que dejaban a los hombres exhaustos”.


El sector donde los españoles encontraron más ofertas de empleo fue el servicio doméstico, ocupado en casi un 80% por mujeres. Este también fue el caso de Amalia, quién a los 18 años decidió dejar de estudiar y empezar a trabajar en una empresa de limpieza en la que lleva 40 años.

A comienzos de los años 70, muchos españoles decidieron volver a su tierra con el dinero ganado durante años de duro trabajo. Pero otros muchos determinaron quedarse al haber formado una nueva familia en Bélgica. “De los seis hermanos, yo soy la única que sigo en Bélgica, el resto se han vuelto a España, porque aquí las cosas ya no son como antes” nos aclara Amalia con tristeza, aunque en ese momento recobra la sonrisa y dice “¡y yo en cuanto me jubile me voy para España también!”.

“Bruselas se ha vuelto una ciudad difícil para vivir, ya no hay belgas” afirma tajante la gallega tras relatarnos como hace un par de años tuvo que ser ingresada en un hospital por el robo con violencia que sufrió a manos de unos jóvenes de origen marroquí. “Todos mis amigos belgas dicen que Bruselas ya no es su ciudad, ¡que les han echado!, ellos, como yo, quieren jubilarse e irse a vivir a España… aunque ellos prefieren Andalucía o Mallorca (risas)”.

La inmigración es uno de los problemas que más preocupan a los belgas, en especial a los ciudadanos de Bruselas. En 10 años la religión mayoritaria de la ciudad será el islamismo, algo que ha provocado que en los últimos años cobren relevancia partidos de extrema derecha.

Si hace 50 años, la mayoría de los inmigrantes que llegaban a Bélgica eran españoles, hoy, tras las llegadas masivas de inmigrantes del norte y del centro de África en los años 80 y 90, miles de jóvenes españoles altamente cualificados eligen este país, para como hicieron décadas atrás sus abuelos, encontrar un trabajo.

 

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