“El periodismo es una profesión preciosa, pero hace falta coraje. A veces, por desgracia, puede ser muy arriesgada”. Así se expresa para Infoactualidad Gwendoline, una ciudadana irlandesa, mirando con profunda tristeza el edificio que tiene justo delante, sede de la revista satírica Charlie Hebdo. La misma donde, horas antes, una docena de personas fue asesinada a sangre fría a manos de terroristas. Entre ellas se encuentran los principales dibujantes para el medio, como Cabu, Tignous, Wolinski, y su editor y también dibujante Stéphane Charbonnier.
“Ni vivimos cerca ni trabajamos aquí, hemos venido hasta aquí únicamente para encender una vela en honor a esta horrible masacre” explica esta mujer. Como ella, muchos otros han decidido rendir homenaje a las víctimas, dejando flores, velas o pequeños mensajes en las zonas próximas a la calle Nicolas Appert del distrito XI de París, actualmente cortada y rodeada por un perímetro de seguridad custodiado por agentes de policía. Son cientas las personas congregadas en el cruce entre esta calle y el pasaje Sainte-Anne Popincourt, uno de los lugares más cercanos al suceso, donde, a pesar de los incesantes flashes y las continuas retransmisiones de periodistas de todo el mundo, hay una sensación de luto y silencio generalizado. Se respira tristeza, impresión y cierta incredulidad ante lo ocurrido. Las lágrimas de los presentes se mezclan con la lluvia, pero queda clara una actitud: Francia entera condena la tragedia, y luchará para proteger y defender su libertad de expresión ante todo.
“Yo estaba trabajando aquí mismo cuando ocurrió”, cuenta a Infoactualidad la dueña de una farmacia del Boulevard Richard Lenoir, a escasos metros del atentado, quien ha preferido no revelar su identidad. Sin embargo, relata cómo no se dio cuenta hasta más tarde de que se trataba de un ataque. “Únicamente se oía una mezcla de sonidos de coches de policía y las sirenas de los bomberos, hubo mucho ruido ayer”, explica, añadiendo que solo supo realmente lo que había pasado gracias a la posterior llamada de un periodista. “Es realmente horrendo”, se lamenta, “ha muerto gente, es algo terrible” recalca esta profesional, insistiendo en que, en su opinión, la mentalidad reivindicadora de las personas cambiará a raíz del atentado. Como muchos otros ciudadanos, explica que “es un ataque a la libertad de Francia, a nuestra libertad de expresión, algo que nadie nos puede a quitar”.
“¿Usted lo oyó? Créame, es mejor no oír estas cosas”, afirma otra comerciante del mercado de Richard Lenoir, cuyo compañero se muestra optimista ante el futuro del país tras la tragedia: “No puede ser en vano, creo que mucho va a cambiar, porque han tocado algo muy delicado.” Se refiere de nuevo a la libertad de expresión, esa gran damnificada la mañana del miércoles siete de enero. “El pueblo se movilizará todo lo que haga falta para que algo semejante no vuelva a ocurrir, y para dejar claros nuestros derechos”.
El mensaje es claro, como lo muestran las miles de pancartas colocadas por toda la ciudad: “Je suis Charlie”, con las que el pueblo se pone en lugar de las víctimas. Pocas horas después del atentado, ya se habían convocado concentraciones no solo en París, en la famosa Plaza de la República muy cercana al atentado, sino en cientos de puntos a lo largo de todo el país: Toulouse, Marsella, Lyon o Nantes también participaron activamente en las multitudinarias protestas. Las movilizaciones no se han quedado en Francia; gracias a las redes sociales, el mundo entero se ha hecho eco de las protestas, y ciudades como Berlin, Londres, Madrid, Lima, Washington y Nueva York han tenido también su propio homenaje.
Los atacantes han sido identificados como dos hermanos, Chérif y Said Kouachi, de 32 y 34 años, respectivamente, ciudadanos franceses con antecedentes jihadistas, quienes acribillaron la sala de reuniones de la revista al grito de “Alá es grande” y “pagaréis por esto, porque habéis insultado al Profeta”. Tras haberse dado a la fuga, ambos sospechosos fueron avistados en una gasolinera en el departamento de Aisne al norte de París. Horas después, la policía desplegó un fuerte dispositivo policial al Norte de Francia en búsqueda de los terroristas.
Cuarenta y ocho horas después del ataque, los hermanos Kouachi siguen libres y se han atrincherado en una empresa al norte de París donde han capturado un amplio número de rehenes. La policía francesa tiene acordonada la zona y sobrevuela con varios aviones la empresa donde se encuentran los terroristas.
El jueves fue declarado jornada de duelo en Francia en recuerdo de las víctimas, con las banderas ondeando a media asta durante tres días. A las doce del mismo día se convocó asimismo un minuto de silencio en todo el país, marcado por las campanadas de la Catedral de Notre Dame de París, una ceremonia que no se llevaba a cabo desde el accidente ferroviario de Santiago de Compostela de 2013.
Por otra parte, esa misma mañana del jueves tuvo lugar otro tiroteo en el sur de París, en la localidad de Montrouge, resultando en la muerte de una policía, con autoría asimismo presuntamente yihadista. Estos incidentes, sumados a los de varias explosiones cercanas y ataques a mezquitas y salas de oración musulmanas en varios puntos del país en un margen de 24 horas, hacen saltar las alarmas de posibles futuros actos de violencia generalizados.
Francia, con entre 3,5 a 5 millones de fieles, es el país europeo con mayor concentración de musulmanes. La mayoría de las grandes federaciones de esta religión ya han condenado lo ocurrido, y más de una veintena de imanes se han congregado a la entrada de la sede de Charlie Hebdo para mostrar sus condolencias y desvincularse absolutamente de estos ataques. Tanto religiosos como no religiosos insisten asimismo en “no hacer un amalgama” y no confundir a un grupo terrorista aislado con toda una comunidad.
Con el nivel de alerta elevado al máximo en Francia, el ambiente, especialmente en la capital, es de una tensión incrementada, y el futuro de su seguridad nacional queda incierto. Sin embargo, el espíritu del país no es de paranoia, sino reivindicativo y solidario. Los principales diarios nacionales e internacionales también se han solidarizado con el ataque, volviendo a publicar las viñetas de Charlie Hebdo y publicando cientos de nuevas ilustraciones en honor al atentado, defendiendo la libertad de expresión.
“No tenemos miedo”, expresa Gwendoline, con una sonrisa, “eso nunca, no podemos tenerlo.” Y es que, sin duda, el ataque la mañana del miércoles 7 de enero también lo fue a la libertad de expresión en todo el mundo, pero las reacciones por parte de periodistas y ciudadanos demuestran que no es tan fácil arrebatarsela. El asesinato de doce personas por ninguna otra causa que unas palabras y unos dibujos han conmocionado y movilizado al planeta. La incógnita es, ¿Qué pasará ahora?.