Todos y cada uno de los habitantes del pequeño pueblo de Blagoevgrad vieron en el mes de noviembre de 1991 cómo la hoz y el martillo que presidían el edificio más importante de su humilde localidad se fundían convirtiéndose en una bandera llena de barras y estrellas. Ver cómo sus símbolos yacían ante la aplastante cultura americana y europea era la parte evidente, la parte visible, de que algo estaba pasando. Sin embargo, no solamente las banderas cambiaron.
El capitalismo llegó a Bulgaria y no lo hizo poco a poco. Lo hizo sin llamar a la puerta y trayendo consigo a millones de invitados; los ciudadanos búlgaros se sumergieron en el mundo Inditex sin darles tiempo a sacar del armario el abrigo comunista. La American University (AUBG) no fue más que un paso, un detalle, un ejemplo dentro de todos los cambios drásticos que este pueblo vivió.
Dos años después de la caída del Muro de Berlín, en 1991 los americanos cerraron un contrato con la alcaldía de Blagoevgrad. El Ayuntamiento no estaba interesado en el cuidado y mantenimiento de este enorme edificio que tanto trabajo lleva a sus espaldas, por ello, no tuvo ningún inconveniente, según cuenta Melody Gilbert, profesora de Periodismo y Comunicación de Masas en la AUBG, en alquilar este edificio a una nueva universidad privada americana que llegaría a la ciudad, con la condición de mantener su sobrio estilo coherente con el resto del estilo arquitectónico que lo rodea.
Según Gilbert, la renta del bloque, en un principio, fue de 200 dólares americanos al mes, sin embargo, a día de hoy, se paga a la municipalidad un dólar anual. Precio simbólico que está al borde de convertirse en historia, pues la Universidad planea comprar el edificio en los próximos dos años.
Albena Akostadinova, una trabajadora de la Universidad en la sección de Marketing y Comunicación, es la empleada más antigua del centro, lleva en él desde su inauguración. “Érase una vez el Comunismo…”, empieza al narrar cuando cuenta cómo el primer año de vida de esta institución fueron 208 los valientes estudiantes que se atrevieron a formar parte de esta gran novedad.
No fue hasta 1998 cuando se inauguró por primera vez, a un kilómetro del Main Building, la ‘Skaptopara 1’, es decir, el primer edificio que formaría la residencia de estudiantes de esta universidad, con la finalidad de acoger y facilitar la vida de los estudiantes internacionales que decidieran formarse en ella. A día de hoy, la residencia cuenta ya con tres edificios, centro de salud, gimnasio, dos cafeterías, un restaurante, múltiples salas de ordenadores, campo de fútbol americano, pista de soccer y un largo etc.
La coordinadora Erasmus de AUBG, Mariya Hanziyiska, afirma que la finalidad de instalar en un país de la Europa del Este una entidad americana fue la de firmar un tratado de paz, es una forma de decir que “a América le importa Europa del Este”.
Muy distinta es la opinión de Pannayot Iliev, un vecino de Blagoevgrad, ajeno a la universidad y dueño de un humilde quisco en la calle central, quien opina que los americanos vinieron aquí para traer un modelo de vida en el cual los búlgaros no estaban interesados, que lo único que han hecho “ha sido pavonearse con sus nuevas tecnologías y su moda capitalista”, sin embargo, no niega que gracias a esta Universidad la economía de la ciudad se ha visto incrementada gracias a todos los estudiantes que dotan a de energía y vida.
Se alza así, en un rincón de Bulgaria, una de las universidades con más prestigio de los Balcanes, sumergida en una arquitectura comunista que contrasta con la cantidad de ordenadores, cámaras de video y grandes televisiones de plasma que se encuentran en su interior; dispuesta a formar a futuros profesionales que decidirán si prefieren quedarse en la humilde Bulgaria o marcharse a Estados Unidos para pasar el resto de su vida.