Como si apoyaran la protesta, las negras nubes que durante toda la semana habían descargado intensas lluvias sobre la capital portuguesa dieron por fin un respiro. El sol calentaba de nuevo la plaza de Pedro IV, comúnmente conocida como Rossío, donde comenzaron a congregarse a partir de las tres de la tarde centenares de manifestantes, y de donde partieron, media hora después, rumbo al Palacio de São Bento, residencia del Parlamento portugués.
Bajando por rua Áurea, empezaron a cantar “la calle es nuestra”. A medida que el desfile avanzaba por Terreiro do Paço, por la plaza del Município, por Cais do Sodré, sus filas iban engordando hasta llegar a varios miles de manifestantes (cerca de veinte mil, según los organizadores). Trabajadores públicos y privados, parados, familias enteras, jóvenes, pensionistas, minusválidos, artistas y políticosde partidos de la oposición (como el Bloque de Izquierda). En definitiva,todos los sectores sociales se hicieron a la calle para mostrar, de forma pacífica, su descontento.
Cantaron los manifestantes contra los presupuestos del próximo año, los cuales se encuentra a debate estos días en el Parlamento y según los cuales el Gobierno conservador de Passos Coelho pretende recortar un 10% las pensiones públicas superiores a 600 euros, y entre un 2’5% y un 12% los salarios de los funcionarios.
João Martins, profesor universitario afectado por estas medidas, dijo soportar un “violencia fiscal permanente”. Estos nuevos presupuestos, aseguró, “aumentan la fragmentación social y provocan en el pueblo efectos psicológicos muy fuertes que están llevando al país camino de la barbarie”.
Cantaron también los manifestantes por la dimisión de los actuales Primer Ministro, Passos Coelho, y del Presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva. Lo hizo tambiénJoão, ingeniero informático que acudió a la protesta con toda la familia. “No concuerdo con la forma de actuar de este Gobierno”, afirmó con su hija menor sobre los hombros. “Vivimos una lucha entre la democracia y los mercados, y el presidente Cavaco Silva defiende a estos últimos, y no al pueblo que lo eligió”, sentenció el profesor Martins.
Cantaron Grândola Vila Morena, la mítica canción compuesta por Zeca Afonso y utilizada por los militares como señal para dar comienzo a la Revolución de los Claveles, movimiento que, el 25 de abril de 1974, derrocó a la dictadura salazarista. El silencio se hizo al frente de la comitiva. Entonces, de pronto y a una sola voz, muchos con el puño en alto, decenas de manifestantes entonaron el viejo símbolo revolucionario, recuperado ahora como himno contra los recortes, contra la Troika, contra la vida precaria y el futuro sin horizonte.
Francisco Lopes, empleado público, andaba solitario portando la bandera nacional con su escudo tapado bajo una cinta negra; en señal de luto, explicó. “Portugal es un país con mucha historia, con una gran pasado; pero se lo han llevado todo: nuestra identidad, nuestra soberanía, nuestro futuro. Por eso estoy de luto”. Francisco tiene 53 años, lleva trabajando desde los 14 y no sabe si podrá cobrar su pensión.
A medida que los manifestantes enfilaban rua Dom Carlos I y se aproximaban a su destino, el volumen de los cánticos crecía: “¡Contra la austeridad una solución: Troika, a la calle; Gobierno, dimisión!”... “¡¡Es el momento, es el momento de que el gobierno se largue!!”... “¡¡¡Fuera, fuera, fuera ya de aquí la Troika, la miseria y el FMI!!!”...
A las cinco de la tarde, los primeros manifestantes llegaban al Parlamento de la República, a cuyas escaleras el movimiento había preparado un palco improvisado donde continuaron las canciones y los discursos.
Allí, Portugal cantó una vez más “o povo, ainda, é quem mais ordena” [“El pueblo es, todavía, quien manda”].