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Miércoles, 23 Abril 2014 16:07

Un museo “de cine”… y cera

Escrito por 

La Familia Real y el difunto presidente Adolfo Suárez en el Museo de Cera / F: Emma Vaquero

Situado frente al Museo Nacional se encuentra uno de los diez lugares más visitados de la capital: el Museo de Cera de Madrid. Por este rincón con cierto olor a cirio sacramental, han pasado ya, desde su inauguración en 1972, más de 2.500 figuras de notorios personajes para dejar su impronta como parte de una secuencia cinematográfica de sus vidas y sus “méritos”. Las siguientes serán las de Blas de Lezo y Marc Márquez.

Pese a sus cuarenta y dos años de existencia, el Museo de Cera de Madrid guarda entre sus paredes a ilustres figuras de personajes que se remontan incluso a tiempos de Cristóbal Colón, primera figura del museo. Felipe II, Carlos I, Juana La Loca, Mª Cristina de Borbón, Manuel Azaña, Francisco Franco…El tiempo ha pasado sin dejar apenas rastro en sus luminosas imitaciones, que contrastan con el ambiente sombrío del museo. Y si el tiempo arrastrara consigo el debilitamiento de dichas figuras, perduraría en ellas ya que en el museo sólo la realeza goza de una renovación que se produce cada quince años.

Distribuido en diferentes salas, esta colección atiende a una línea evolutiva –desde el siglo X hasta nuestros días- y temática (política, cultura, deporte…) mediante un recorrido por el que los visitantes pasarán, se detendrán y se sorprenderán en más de una ocasión.

Mª Carmen Rodríguez lleva treinta y tres años trabajando en el museo, prácticamente desde su creación, y guarda con celo las distintas salas del mismo. Apoyada en una mesa, comenta alguna anécdota: “cuando me quedo un poco quieta, muchos se asustan si realizo un movimiento al descubrir que no soy de cera”. Mª Carmen cuenta que entre los jóvenes las figuras que más expectación suscitan son los deportistas; apunta que a las chicas les llama la atención sobre todo los famosos, y añade que “entre los visitantes extranjeros, curiosamente, los árabes son los que más embobados se quedan al contemplar la figura de Isabel II”.

Vida para la eternidad

Un “esqueleto” de hierro de unos 50 cm será el pilar que sustente al resultado final (de cada réplica): una figura de cera capaz de dar vida eterna a quienes a lo largo de su vida real han dejado huella de una u otra forma. Añadiendo barro y moldeándolo -primero con manos y luego con paletas- se consigue el primer acabado, supervisado por su original -siempre y cuando sea posible- quien decidirá la pose definitiva de su de su alter ego. Cuando personaje y equipo artístico se ponen de acuerdo comienza el vaciado, es decir, convertir en cera lo que antes era arcilla. Ya casi al final del proceso se injertan los pelos naturales uno por uno, tanto en cabellera como en cejas, pestañas, barba o perilla, exceptuando los casos de reyes que sí llevaban pelucas, y que por tanto la mantienen en su réplica. Dos prótesis oculares de poliéster son las responsables de hacer que los ojos parezcan de verdad así como el maquillaje, que dará expresión a esta nueva creación. Con un vestuario cedido en la mayoría de las ocasiones por el propio personaje, o reproducido a partir de documentos antiguos o descripciones literarias en el caso de los personajes históricos, la figura está lista para ser presentada ante el público.Sala de deportes del Museo de Cera / F: Emma Vaquero

Este es el proceso de “gestación” de cada figura de cera, que finaliza con un parto anunciado. “Entre todas las obras, no todas son obras maestras. Las hay extremadamente buenas, las hay menos buenas, pero malas ninguna”. Son palabras de Gonzalo Presa Hidalgo, responsable de comunicación del museo y encargado de realizar la presentación ante los originales de la figura y sus padrinos, los medios de comunicación y el público. Los próximos protagonistas que ocuparán un espacio en el museo, según adelanta Presa, serán el almirante Blas de Lezo y el piloto de motociclismo Marc Márquez, decisiones que llegan atendiendo a tres posibles vías: por las sugerencias que los visitantes realizan a través de la página web del museo; por las encuestas que la propia dirección del museo realiza a los asistentes cada fin de semana para que expongan cuál es la persona o escena que han echado en falta y, por último, las propuestas que los propios profesionales del museo establecen atendiendo normalmente a gente con una trayectoria popular reconocida y que merezca hacerse un hueco en este espacio.

El museo también lidia con la actualidad motivado por los acontecimientos que se producen y suscitan interés entre el público. Actualmente es posible ver la figura del ex-presidente Adolfo Suárez junto a la familia Real y una bandera española. “Esta reaparición de Suárez se debe a nuestro particular homenaje por su reciente fallecimiento ya que por motivos de espacio hubo de ser guardado”, afirmaba Gonzalo Presa. Y es que pese a que el museo expone 450 figuras, existe un almacén en el que guardan todas aquellas que por cuestiones diversas deben ser postergadas a un segundo plano. Es el caso de los expresidentes de gobierno y de las más de 2.000 figuras que añoran las miradas y críticas de los visitantes. Críticas que forman parte, según el responsable de comunicación, del encanto del museo. “Este es uno de los puntos atractivos del museo ya que nuestra intención es responder a la doble función de aprender y divertirse”. Pero parece que la mayoría de los asistentes se divierten más que aprenden, algo que reconoce la veterana trabajadora: “a la gente le interesa más la actualidad y el famoseo que la historia”.

Anécdotas antológicas

Puestos a ahondar en la diversión, Gonzalo Presa señalaba alguna de las anécdotas que han marcado la existencia del museo, como la que ocurrió con Manolo Escobar, a quien no le gustó el acabado de su figura y en aras de hacer promoción de sí mismo y del museo, ambas partes decidieron detonarla en la Casa de Campo allá en por el año 75. Otra anécdota de relevancia la protagonizaron los técnicos del museo cuando trabajaban en la figura de la artista Montserrat Caballé, que quiso que se le vistiera con el traje del personaje de Norma con el que debutó en la Escala de Milán en el año 1964. Sin caer en la cuenta de que las medidas de la diva aumentaron considerablemente, unos días antes de la inauguración al probarle la vestimenta, ésta no entraba, por lo que tuvieron que presentarla contra la pared porque toda la parte de detrás estaba desnuda.

Más de 250.000 personas acuden anualmente a esta gran colección de numerosas figuras que no esconde algunas ausencias, como la de la duquesa de Alba, por quien Presa reconoce haber luchado hasta la saciedad y que por circunstancias no ha podido llevarse a cabo. Para mantener esta afluencia de público, el responsable de comunicación explica que se han adaptado a una crisis que no es de cera, y lo han hecho en base a previsiones. Así, sin necesidad de bajar los precios, han lanzado promociones que hasta entonces no se habían planteado. “Nos adelantamos a una posible disminución de visitantes y de momento vamos bastante bien”. Jóvenes, parejas, y sobre todo, familias. Este museo pretende estar al servicio de cualquier generación deseosa de visualizar a quien mantiene en el recuerdo y de contemplar de cerca a quien en vida no es de fácil acercamiento.Miguel de Cervantes en la sala de la Literatura del Museo de Cera / F: Emma Vaquero

La tarea del museo es cumplir con la semejanza rozando la realidad, tarea de la que se ocupan grandes profesionales que trabajan con empeño para un acabado de cine. Todas las escenas están hechas por técnicos, excepto ‘La sagrada cena’ realizada por el imaginero Víctor de los Ríos, que además regaló al museo la maqueta de esta producción ubicada en una vitrina justo encima del mostrador del museo para interés del visitante. Además de estos técnicos, los decoradores son profesionales del mundo del cine como Enrique Alarcón o Gil Parrondo. De ahí que “un acabado de cine” no responda únicamente a un recurso estilístico ni metafórico, sino a una realidad, ahora sí, de cera.

De la misma manera que este rincón madrileño recuerda el pasado y a su vez tiene en cuenta el presente, Gonzalo Presa se despide invadiendo una vez más el terreno de los recuerdos con una reflexión del escritor José María Pemán -presente en la sala de literatura junto a otros escritores como Vargas Llosa o Cervantes- que escribió como legado en el libro de firmas del museo. “Cuando en Roma o Grecia a una estatua de mármol se le rompía un cacho de nariz o un dedo, se lo reponían con cera, de ahí que el término de lo auténtico o lo verdadero tenga que ver con el de “sinceridad” (sin cera). Sin embargo en el libro de las firmas el injustamente olvidado escritor nos puso que este museo es más verdad todavía”. 

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