Los españoles suspenden con una nota de 1,91 sobre 10 a sus políticos, según datos arrojados por la Sexta Edición de la Encuesta Social Europea (ESE) desarrollada en España entre finales del 2012 y principios de 2013. Estos datos fueron presentados por el catedrático de Ciencias Política y de la Administración, Mariano Torcal, y colocan a nuestros dirigentes en una situación complicada, si tenemos en cuenta que en otros países de la Unión Europea como Noruega, solo un 1,8 de los ciudadanos encuestados, ha reconocido desconfiar absolutamente de sus políticos. Para Torcal, estos resultados responden a que “ la gente cada vez está más atenta, es más crítica y usa mecanismos de movilización no convencionales como alternativa".
No se muestran más alentadores los datos que publicaba el diario El Mundo al respecto de la encuesta realizada por SIGMA DOS, en la que los encuestados califican como el mejor valorado por los españoles al Secretario General de Podemos con un 4,37 y en segunda posición con un 4,2 a Pedro Sánchez, del PSOE. Ambos son los mejor valorados, pero a pesar de ello no superan la nota media para aprobar.
Consecuencia o no del uso de mecanismos alternativos de movilización como mantiene Torcal, lo cierto es que el panorama de desconfianza recoge mínimos históricos.
Los partidos políticos de España no salen mejor parados que sus representantes con una calificación aún menor (1,88 sobre 10) según la ESE.
Ante este panorama, cabe preguntarse si estarán perdiendo los españoles el interés por la política o están aún más atentos y participativos.
Podemos afirmar, según los resultados del último barómetro del CIS de Octubre de 2014 que el interés de los ciudadanos por la política no a hecho sino aumentar. Un 25,5% de los entrevistados por el CIS afirmaban que discutían de política a menudo tanto con amigos como con familiares. Además, el interés general por la política se encuentra en máximos históricos del 35%, según esta misma encuesta. Estos datos resultan positivos a nivel nacional, pero algo escasos si nos asomamos a la realidad internacional, donde nos quedan bastante lejos países como Francia donde el 44% de los encuestados se definen como muy interesados en política, el 58% en Alemania o el 70% en Dinamarca.
No sin la tele
La respuesta de los políticos ante este panorama de desconfianza, ha sido mostrar su cara más cercana a la ciudadana, utilizando los medios de comunicación, principalmente la televisión. Esta se ha convertido en el escaparate de la política española y el centro neurálgico de debate económico y social de nuestros dirigentes.
Cada día podemos ver a representantes de algunos de los partidos políticos con mayor apoyo ciudadano, que acuden a debates y entrevistas televisivas.
Tan importantes parecen estas apariciones públicas para los políticos, que son muchos los que afirman, que “si no sales en la televisión no existes”.
Según Carolina García, responsable de comunicación de Equo, “en estos momentos se impone una política espectáculo y realmente lo que te hace llegar a la gente es la televisión”. Además, la responsable de comunicación de Equo añade que “en este momento de crisis social, la gente está más dispuesta a consumir tertulias políticas, eso sí, más edulcoradas y polémicas que antes”.
En este paradigma tecnológico, las redes sociales también juegan un papel fundamental en el discurso político. Según Carolina García, “hay que pensar en las redes sociales como un mecanismo de interacción con la ciudadanía, no como una herramienta unidireccional a través de la cual mandar tu mensaje”.
En este contexto de mediatización política, la preocupación de los políticos por mostrar una imagen cercana y de confianza a los ciudadanos, pasa por elegir cosas en principio banales, como la ropa que llevan o su peinado, pero capaces de condicionar a la opinión pública. Solo hay que observar la proliferación de expertos en comunicación que se dedican a indicar a los políticos que deben decir, como decirlo y que aspecto físico deben mostrar tanto en su vida cotidiana como en sus apariciones televisivas.
Lo hemos comprobado, por ejemplo, con las afirmaciones que hacía Pablo Iglesias acerca de cómo el equipo de campaña de Podemos le dijo que se quitara el piercing. También se hace patente con la proliferación del uso de mochilas entre los políticos que dejan a un lado los arraigados maletines. El uso de camisas blancas parece ser el recurso preferido de muchos, como por ejemplo del socialista Pedro Sánchez, al que hemos visto vestir esta prenda en su elección como Secretario General del PSOE y en numerosos mítines.
Sin duda, la imagen cuenta y parece ser una de las claves para llegar a los ciudadanos y recuperar esa confianza dañada.
Algunos estudios como el realizado por científicos del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en Estados Unidos, ha revelado que hay un determinado tipo de ciudadanos a los que la imagen de los candidatos les influye más que a otros.
No todos los ciudadanos dejan en manos únicamente de la apariencia física la elección de su voto, pero “todo suma”.
La magia de las palabras
Ya sabemos que la imagen influye, pero ¿qué importancia tiene lo que dicen?
El debate sobre cuantos idiomas deben hablar los políticos o si deben o no tener habilidades comunicativas y carisma para hablar en público está en el aire y en las calles.
Nadie podrá olvidar ese “relaxing cup of café con leche” que la alcaldesa Ana Botella pronunció en su intervención ante los miembros del Comité Olímpico Internacional, y que tantos virales y “memes” en Twitter generó, o el “pago en diferido” que la Presidenta del PP de Castilla La Mancha, Mª Dolores de Cospedal, explicaba haber pagado al ex tesorero de su partido, Luis Bárcenas.
La dificultad, tanto en la cercanía que mantienen los políticos con los ciudadanos como en el discurso, es utilizar la palabra adecuada en el momento correcto. Según Carolina García “cuando lanzas algo a las redes sociales siempre hay alguien que lo ve casi inmediatamente. Las meteduras de pata quedan registradas automáticamente, es muy complicado fingir que no ha pasado nada”. Ante estos posibles fallos, la responsable de comunicación de Equo explica que “hay que distinguir meteduras d pata que pueden deberse al desconocimiento o a causas técnicas y el decir algo que en realidad es políticamente incorrecto y luego decir que no es así. Para mí eso no es una metedura de pata, es tener la cara muy dura”. García termina diciendo que “esto a veces sirve para quitarle la máscara a algunos políticos y que la ciudadanía sepa lo que realmente piensan”.
Frases como estas forman parte también del trabajo comunicativo de expertos, aunque a veces consiguen el efecto contrario al que se pretendía.
Son muchos los expertos que aseguran que la clave para llegar al oyente es, implicarle, crear complicidad y convencerle.
Convencer a la audiencia que escucha la radio o ve la televisión no resulta difícil cuando "sabemos que el cerebro es perezoso y recurre a las soluciones más fáciles. Que se guía por la emoción, primero, y por la razón, después. Que en lugar de "ver para creer", prefiere "creer para ver", y adaptar lo que percibe a lo que ya sabía o intuía previamente", como afirma Luis Arroyo, asesor de comunicación política y autor de Frases como puños.
El discurso político quiere convencer mostrándose realista, por eso a veces algunos políticos asesorados por expertos acuden a la transformación de algunas palabras o expresiones que generan desconcierto o parecen no ser las más apropiadas al contexto.
Luis Arroyo nos da la clave cuando expone la diferencia entre decir "derecho a decidir" o “desafío independentista” ", "austeridad" o “recortes”, "flexibilidad laboral" o “despido libre”. Es tan importante el lenguaje que “determina la visión del mundo que uno tiene" afirma.
Sin duda los ciudadanos se encuentran literalmente expuestos a una incesante cadena de estrategias comunicativas y políticas que tienen como objetivo mejorar la percepción que tenemos de los dirigentes, y que a veces no resultan del todo ortodoxas.
De cualquier modo, “ver para creer” o “creer para ver” es tan solo una más de las muchas decisiones a las que el ser humano se enfrenta cada día. Elegir un camino u otro depende, solamente, de quién camine.