Ella se lo toma como un reto, conoce las dificultades pero no tiene tiempo para lamentarse. "Yo no conozco otra cosa, así que para mí es lo normal", asegura. Con una vitalidad contagiosa, en seguida nos hace ver que ante todo, ella es un Erasmus y llegar hasta aquí no le ha resultado fácil. Para ello Clara se anticipó a visitar la Universidad de Sussex varias veces antes de solicitar la beca Erasmus el pasado mes de diciembre, ya que era imprescindible para su familia conocer previamente las condiciones de adaptabilidad que reunía las instalaciones de su residencia.
Mientras que para muchos alumnos que cursan una beca Erasmus apenas se preocupan por conocer sus destinos antes de marchar, para Clara la búsqueda había comenzado años antes. Casi dos años reuniendo información le han permitido soñar con la posibilidad de marcharse y cursar un curso académico en una universidad europea. Un resultado que habría sido en vano si no hubiera logrado la plaza. Una plaza que también estaba condicionada por la elección de la universidad de destino, ya que en ese abanico de posibilidades solo podrían estar algunas. “Tenía que ser un viaje de 2 horas o menos, porque no puedo ir al baño en el avión. No me podría haber ido de Erasmus a Polonia o Bulgaria”, comenta Clara, feliz tras haber conseguido su destino.
Pero otro de los puntos de interés para los alumnos Erasmus es ese famoso cliché con el que se les conoce cuando pasarlo bien y olvidarse de estudiar se convierten en ingredientes principales de cualquier estancia. Para Clara también existe la fiesta y dice que sale mucho más que si estuviera en Madrid, aunque eso sí, “reconozco que estoy trabajando más que nunca”. Como todos, echa de menos a su familia y la comida de su madre, aunque nos sorprende cuando dice “echo mucho en falta a los conserjes, ¡No les ves por ningún lado!". Tampoco se encuentra convencida con el carácter del alumnado, demasiado distantes para ella: "¡Aquí la gente no se toma ni un café!".
Aun admite que, en cuanto a sus necesidades como estudiante que afronta una discapacidad, está mejor en Inglaterra. “Esto es la panacea. En general, aquí la educación y concienciación en cuanto a la discapacidad es mucho mayor. En las tiendas me siento mejor atendida, los baños están limpios, casi todos los autobuses adaptados...”, afirma, con una sonrisa imposible de camuflar.
Marcharse de Erasmus ha sido un camino lleno de obstáculos, desde la interminable burocracia -“más del doble que un estudiante sin discapacidad”, señala- hasta el viaje en avión, cuando, debido a la presurización, el motor de su silla tuvo una avería. Una vez en su destino, la residencia adaptada facilita las cosas, permitiéndole incluso cocinar. Aun así, no todo es perfecto: es sensiblemente más cara que una residencia no adaptada, y Clara se lamenta de que sólo esté habitada por estudiantes con discapacidad cuando afirma “sólo somos 3 estudiantes y 2 ayudantes en la residencia, y eso te aísla un poco”.
Tremendamente orgullosa, asegura estar realizando grandes progresos personales que le hacen sentirse algo más autosuficiente. No obstante, Clara necesita la ayuda de una tercera persona para la gran mayoría de las tareas cotidianas. “Ahora con el pelo corto me puedo peinar yo sola”, comenta satisfecha. Pero precisa de la ayuda de alguien para tareas como el aseo diario o para la rutina de levantarse y acostarse. Mientras vive en casa, sus padres son los que se encargan de ello, algo que en su estancia en Brighton se encarga su amiga Rebe a quien le financia todos sus gastos. Cuando le preguntamos sobre cómo sería sin ella, nos responde tajantemente: “no sería”.
Asegura que sin ella no hubiese podido cursar su Erasmus ya que sus padres tienen sus propias ocupaciones profesionales y no pueden dejarlas durante todo un año para acompañarla. Y aunque pagar a un asistente resulta caro en su caso ha resultado factible gracias a la ayuda desinteresada de Rebe y a su gran su amistad “no podemos pagar a un asistente en otras condiciones”. Una compañía que es impagable en todos los sentidos, indica Clara. “[Rebe] es como la parte opuesta a mí. Me pongo nerviosa cuando las cosas no me salen, pero ella me ayuda a tranquilizarme y a ser más madura”. Sobre la experiencia Erasmus, no tiene duda: “He crecido desde que estoy aquí”.