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Jueves, 26 Mayo 2016 13:22

Cooperación: fuente vital para la infancia en África

Escrito por 
Poblado masái, Kenia / F. Celia Álvarez Ramos Poblado masái, Kenia / F. Celia Álvarez Ramos

La vida con una cucharada de ugali al día o bebiendo agua de un pantano mugriento no es digna para nadie. La pobreza es la principal causa de mortalidad en África y diferentes personas, con recursos o sin ellos, profesionales o no de la sanidad, deciden aportar su grano de arena para acabar con este problema.

La misión del voluntario en el Tercer Mundo es ayudar a personas en desigualdad de condiciones por haber nacido en un lugar que no han elegido y en un continente en el que sus gobiernos no cuentan con el desarrollo oportuno para establecer un Estado de Bienestar como el de Europa, parte de Asia o Norteamérica.

“Amar al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar”, afirma Gaspar González-Palenzuela, director de proyectos de la Asociación Solidaria Universitaria en Madrid. La acción voluntaria es una herramienta de transformación social dentro de un marco de cooperación, sin limitación de fronteras y respetuoso con todas las idiosincrasias locales.

La salud tercermundista

El acceso a agua potable en este continente conlleva caminar 40.000 millones de horas cada año. Según un informe que presentaron las organizaciones Acción Contra el Hambre y Save the Children, la desnutrición causa 8.500 defunciones infantiles al día y alrededor de 160 millones de niños sufren raquitismo.

Por otra parte, UNICEF aprovechó su paso por la Cumbre del Clima de París para lanzar el informe ‘A no ser que actuemos ya’, destinado a frenar los efectos conocidos del calentamiento global. Las sequías, las inundaciones o las olas de calor pueden ser los peores enemigos de la supervivencia infantil, al llevar consigo la desnutrición, la malaria o la diarrea. Enfermedades que sin el adecuado tratamiento, pueden acabar con la vida de cualquier persona.

Ante estas situaciones emerge la preocupación y la acción del voluntario, procedente de diferentes países desarrollados y que se desplaza al lugar de los hechos. “Solamente se solicita titulación en los programas relacionados con la salud y los hospitales. Los voluntarios no profesionales y sin formación o titulación específica en el trabajo social o ambiental, también serán bienvenidos para contribuir con su ayuda”, explica María Reyes Prieto, directora de Voluntariado con Ong’s.

Prieto informa de que los voluntarios profesionales adquieren un compromiso de estancia de larga duración, de uno o dos años, obteniendo a cambio gratuitamente el alojamiento, manutención e incluso los billetes de avión. Según ella, esto ocurre en las grandes organizaciones como Médicos Sin Fronteras que reciben generosas donaciones para poder hacer frente a los gastos de los cooperantes que deben recibir su salario como cualquier otro trabajador.

La travesía del voluntario

A pesar de que las palabras ‘pagar’ y ‘voluntario’ no parece que deban ir juntas, el voluntario sin formación sanitaria debe correr con todos sus gastos. La mayoría de organizaciones o fundaciones donde se colabora son pequeñas localidades, por esta razón, la llegada de esta persona supone una importante ayuda económica para muchas familias, escuelas u orfanatos, pues es el único ingreso con el que cuentan. Así, el cooperante deberá costearse el vuelo, el visado, los traslados, la subsistencia, el seguro médico internacional y las donaciones que haga.

“Aunque parezca un gasto excesivo, nunca será superior al que cuesta cualquier viaje de vacaciones al uso y la aventura del voluntariado enriquece más que unas vacaciones convencionales”, sostiene Reyes Prieto.

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Medicamentos: el equipaje del voluntario / 
F. Celia Álvarez Ramos
 

Cuando un voluntario decide emprender su viaje, adscrito a una ONG o por su cuenta, necesita su propio botiquín y las vacunas en regla. Sanidad Exterior, un centro diferente al centro de salud habitual, pero existente en casi todas las ciudades con una población numerosa, explica qué vacunas son obligatorias y cuáles voluntarias en función del destino. Actualmente cada vacuna tiene un precio aproximado de 20 euros. Un voluntario necesita cuatro o cinco, ya sea administradas por inyección o por cápsulas.

Tras la aplicación del medicamento, pueden aparecer efectos secundarios que son anunciados con anterioridad. Éstos dependen del sistema inmunológico de cada persona, la que los sufre puede superar una mínima parte de la enfermedad en unos días. Son los casos de la Malaria o la fiebre amarilla. Es aconsejable administrarlas meses o semanas previas para que sean efectivas.

Además, son imprescindibles las pastillas potabilizadoras para poder beber agua en África, ya que fuera de las ciudades se complica encontrar a la venta botellas precintadas con agua apta para el consumo. También medicamentos prescritos por el médico de cabecera, antimosquitos y cremas para las picaduras de arañas u otros insectos.

Una vez la salud del voluntario esté segura para viajar, éste se preocupa por trasladar donaciones médicas para ellos. Las organizaciones envían inventarios de lo que necesitan y suelen ser elementos sencillos como jeringuillas, vendas, tiritas o biberones. Existe una normativa que permite viajar con medicamentos sólidos si van acompañados con su receta o la prescripción médica correspondiente. Llevar dentro del avión otros utensilios médicos supone avisar previamente a la compañía aérea que le informará del procedimiento a seguir.

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Plaza en Makuyu (Kenia) / 
F. Celia Álvarez Ramos
 

Vías de cooperación y experiencia

“Otra alternativa para cooperar es apadrinar. Cuando un niño es apadrinado, los beneficios ayudan a financiar proyectos de desarrollo de vital importancia para su presente y futuro en su salud, nutrición y educación, entre otros”, aclara Eloisa Molina Goigoux, coordinadora de comunicación de World Vision Internacional, fundación con la que colabora actualmente por el presentador Carlos Sobera.

En ocasiones es posible visitar al pequeño apadrinado, así seguirá el mismo proceso de viaje que el del voluntario. Éste desarrollará para el resto de su vida el don de la empatía, una asignatura pendiente en las escuelas de todo el mundo y que no solo solventaría el estado de pobreza y mortalidad en África, sino también muchos otros problemas de hoy día.

“Algo obvio es que se necesitan todavía muchos voluntarios para cambiar la situación en África, pero esto sería innecesario si los países del primer mundo cambiaran su política”, manifiesta Dadi Geoffrey, coordinador de Orfanatos en Nairobi, Kenia. Geoffrey aclara que los gobiernos europeos han ayudado a los gobiernos africanos, pero no lo suficiente para prosperar en la mejora de hospitales, escuelas, alimentación o la construcción de viviendas para una vida digna, reducir la mortalidad, desarrollar la medicina y sanar enfermedades para aumentar la esperanza de vida.

El voluntario solo aporta una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota. Por esta razón, los voluntarios con su entretenimiento, fármacos y capital, logran por un instante que el mar llegue a África.

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