Los investigadores querían averiguar si los hombres maltratadores actúan de esta forma porque creen que están haciendo lo correcto. Para ello se les realizaron cuestionarios, en los que evaluaban el autoconcepto moral, el nivel de autoengaño y el grado en que pensaban que sus valores morales eran los correctos, valores que creían que debían adoptar los demás.
Esto se conoce como absolutismo moral e impide que los valores muten, es decir, lo contario al relativismo moral, que sí evalúa como circunstancias de las propias ideas lo que rodea al individuo (cultura, historia, situación social y económica, etc).
Los resultados obtenidos, publicados en la revista Violence Against Women, se compararon con otros resultados de otra investigación realizada a hombres que no presentaban estas alteraciones violentas. Determinando que los maltratadores tenían un nivel más alto en autoengaño y absolutismo moral, pero parecidos en cuanto al autoconcepto moral.
La media de edad de los maltratadores condenados que participaron en el estudio era de 37 años, con edades comprendidas entre los 19 y 68 años y que llevaban 12 semanas bajo tratamiento psicológico. Entre los entrevistados el 70% eran españoles, el 25% latinoamericanos y el 5% restante de países de Europa del Este y África. Tan solo el 20% había recibido educación universitaria.
Un marco para entender la violencia de género
Los investigadores afirman que estos datos no implican que el autoengaño o el absolutismo moral sean la causa de este tipo de violencia. Aunque como indica María Luisa Vecina, investigadora de la facultad de Psicología de la UCM y autora principal del trabajo: “Los resultados abren un nuevo marco para entender la violencia de género y posibles nuevas variables de intervención”.
En el momento en que el autoengaño se introduce entre el absolutismo moral y el autoconcepto moral la relación entre estos dos últimos desaparece, dando lugar a una predicción por parte del absolutismo moral de un autoengaño alto, que a su vez predice un buen autoconcepto moral. Así, el individuo aceptaría como verdades universales algunas acciones que no lo serían para el resto de la sociedad, como es el caso del maltrato.
“En este marco se conecta la violencia contra la pareja con el paradójico y profundo mundo de la moralidad, apelando a que las creencias morales son experimentadas como verdades universales que se autojustifican en sí mismas”, explica Vecina. Estas verdades, además, son muy motivantes y están fuertemente conectadas con las emociones, de tal forma que la violencia emerge como una respuesta defensiva necesaria cuando son puestas en cuestión.
Si a esta relación se suma una gran dosis de autoengaño, la percepción habitual de las consecuencias, de las acciones llevadas a cabo por el individuo, varía. Por ello los investigadores creen necesaria esta hipótesis para seguir investigando.