La ESA, a través de un estudio realizado por científicos del Instituto de Geografía de la Universidad de Erlangen-Núremberg y del Laboratorio de Glaciología y Geofísica Ambiental, ha alertado de los daños sufridos en los diques que retienen el hielo que fluye en dirección al mar. Recogen las observaciones del grosor de hielo procedentes de estudios aéreos. Esta investigación reúne los datos de velocidad del hielo obtenidos por medio de satélites como el Envisat o el ERS de la ESA.
En 1995 la barrera de hielo Larsen se derrumbó, reduciendo su volumen enormemente. Casi una década después, la plataforma Larsen B, diferente a la anterior, comenzó a fragmentarse. Wilkins, situada en la parte occidental de la península Antártica y de gran tamaño, empezó a desintegrarse en 2008. Estas barreras pueden llegar a alcanzar un gran tamaño como la de Ross, una de las más importantes de la Antártida con un tamaño equiparable al de España. En el caso de Larsen B, su fragmentación provocó un aceleramiento de sus glaciares tributarios llegando, incluso, a desplazarse ocho veces más rápido.
Aumento del nivel del mar
Las estructuras de hielo además contienen un elemento llamado barrera pasiva que representa un 13% del total. Éstas no ejercen contención adicional, por lo que su pérdida no supondría un aceleramiento en la velocidad del hielo. La función activa sí que la cumple la denominada banda de seguridad que controla el flujo del mismo. "Una vez que la pérdida de hielo a través del desprendimiento de icebergs supera la barrera de hielo pasiva y afecta a la banda de seguridad, su flujo hacia el océano se acelerará", ha explicado el Dr. Johannes Fürst, del Instituto de Geografía de la Universidad de Erlangen-Núremberg.
Esta situación supondría un aumento del nivel del mar, teniendo en cuenta que algunas de las barreras de hielo contienen una cantidad muy limitada de parte pasiva. Fürst añade que “un mayor retroceso de los frentes de las barreras actuales desencadenaría serias consecuencias dinámicas”. Así las regiones más vulnerables se encuentran en los mares de Amundsen y Bellingshausen, en la parte occidental, justo encima de la barrera de Ross. Es ahí donde el estrechamiento se está produciendo a un ritmo más vertiginoso.
Este tipo de descubrimientos ayuda a predecir el movimiento del hielo de la Antártida y también a conocer datos sobre el destino de la indlandsis, término danés que significa “hielo interior”. También conocida como calota de hielo, hace referencia a la capa de dimensiones continentales que se extiende a lo largo de los casquetes polares, la más expuesta al calentamiento del clima.
Misiones como CryoSat y Sentinel-1A de Copérnico siguen dando información referente al grosor de las barreras de hielo y sus dinámicas, ofreciendo este y otros tipos de hallazgos que ponen en alza la importancia de los datos archivados de los satélites.
El estrechamiento de los diques de seguridad continúa poniendo en peligro su conservación, además de aumentar el nivel del mar. La ESA ha alertado de ello, ya que estos cambios en las plataformas suponen una variación en el paisaje de la Antártida, además de tener unos efectos directos en el resto del planeta y en las condiciones de vida de la naturaleza.